El joven que se interpuso ante las fuerzas de seguridad
que maltrataban a una manifestante en El Cairo relata la escena que ha dado la
vuelta al mundo
NURIA TESÓN
El Cairo 21 DIC 2011 - 20:59 CET
“Solo pensaba en protegerla y que me
pegaran a mí en su lugar, pero al final los dos recibimos una paliza. No
entiendo a este Ejército que en lugar de protegernos, viola el honor de las
egipcias”. Detrás de la imagen de la mujer que fue golpeada y desnudada por los
militares durante una manifestación hace unos días hay otro protagonista: Hasan
Shahin.
Él no aparece en la foto de Reuters que fue portada en medios de todo el
mundo y que ha sido censurada en Egipto, como símbolo de la represión. Sin
embargo, en un vídeo en
el que se recoge el asalto de los militares a la plaza de Tahrir,
además de la escena en la que los soldados golpean, pisotean y arrancan la ropa
a la muchacha, se puede ver a un joven que intenta en vano arrastrarla y que
acaba recibiendo una paliza por detenerse a ayudarla. Ese es Hasan.
Tiene una sonrisa tímida bajo los moratones y es alto y delgado. Le
acompaña Yasmin, una amiga periodista, como él, que le mira con admiración
mientras habla. Hasan tiene 20 años y ha vuelto a Tahrir “en cuanto he podido”,
pero se encuentra mal y decidió ir al hospital para que le echaran un vistazo.
Tiene seis puntos en la ceja y el brazo en cabestrillo, pero lo que más le
duele es no lograr entender por qué los militares actuaron así. “Había ido a
cubrir la información. Vi el Instituto Egipcio en llamas y llamé a mi
periódico. Luego vi cómo los militares rompían la verja del Consejo de
Ministros y se lanzaban contra los manifestantes. Fue entonces cuando la vi en
el suelo. Le grité que corriera pero no respondió y pensé que podía estar
inconsciente”.
El vídeo muestra a Hasan tratando de llevar en volandas a la chica. Una
conocida “de otras manifestaciones” cuya identidad guardan con celo sus amigos.
“Se encuentra bien. Hablé con ella en cuanto me atendieron en el hospital ese
día y hablo con ella a diario. Su familia no sabía que había ido a manifestarse,
son muy conservadores, así que no quiere hablar con la prensa, ni que se sepa
ningún dato que pueda identificarla. Pero es fuerte y se está recuperando en
casa”, afirma.
El joven trató de identificarse como periodista ante los militares y les
gritó que la mujer estaba inconsciente, pero hicieron caso omiso. “Fue una
sensación horrible. Pensé que la dejarían ir y que me pegarían solo a mí, pero
no les importó”. En los últimos días, además de Hasan Shahin y la mujer de la
fotografía, más de medio millar de manifestantes han sido heridos y 14 han
muerto, la mayoría a causa de heridas de bala, mientras las elecciones
legislativas siguen su curso.
Hani Enas, un arquitecto de 30 años, recibió un disparo que le atravesó el
estómago y salió por la espalda. Pero ha tenido la suerte de contarlo. En el
hospital de Qasr el Ainy, cuenta que el viernes que se iniciaron las protestas
estaba en casa y vio en la red social Twitter que los militares estaban
disparando a la gente. “Me dirigí hacia allí porque pensé que siendo muchos
podríamos disuadirlos”.
Cuando llegó a la calle del Parlamento vio cómo “los soldados tiraban
piedras desde un edificio”. Después de tres horas de enfrentamientos “unos 40
soldados con piedras y palos y dos oficiales con pistolas” les persiguieron.
“Oí disparos. Uno de los oficiales me mostró su arma y creí que me estaba
advirtiendo. Entonces sentí un dolor en el estómago y pensé que sería una
pedrada. Me senté y cuando empecé a perder sangre dos o tres chavales me
sacaron de allí”.
Enas reconoció a su agresor en una foto publicada por un
diario egipcio. “En cuanto salga le denunciaré. El hecho de que no se haya
castigado a los culpables antes ha permitido que se crean intocables. No pueden
tratarnos como si no tuviéramos dignidad, siempre gobernando con el terror”,
argumenta. “Nunca debimos aceptar que tomaran parte en la economía ni en la
política del país”, prosigue Enas. “Los soldados obedecen a mandos que tienen
sus propios intereses”. Ni Hasan Shahin ni Hani Enas ven claro el futuro. “La
violencia solo puede generar más violencia”, explica el primero. “Si el pueblo
ve que les atacan con balas no está muy lejos el día en que piensen en tener
sus propias armas para defenderse”.
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