Un autor italiano prepara una novela gráfica sobre el
gallego que inventó el juego
XOSÉ MANUEL PEREIRO - A Coruña - 17/01/2012
Alejandro Campos nació en 1919 en Fisterra, se crió
en A Coruña. Tuvo una vida aventurera que empezó como bailarín de claqué en el
elenco de Celia Gámez y, herido de guerra (de Guerra Civil), continuó como
exiliado en Guatemala, editor en México y retornado a la España democrática
como albacea de León Felipe. Murió en Zamora en 2007, llamándose Alejandro
Finisterre y siendo conocido, sobre todo, por haber sido el creador de la
actual versión del futbolín. Alessio Spataro nació en Catania, la segunda
ciudad de Sicilia, en 1977 y es conocido por ser uno de los más incisivos
dibujantes de Italia, un país donde no escasean ni los dibujantes mordaces ni
la inspiración para serlo. Esos dos mundos personales que no compartieron ni el
mismo espacio ni la misma época, coincidirán en Biliardino, tal y como
se titulará la próxima novela gráfica de Spataro, basada en la vida de
Finisterre y en la suya propia.
Alessio Spataro reconoce en las entrevistas ser un
apasionado del futbolín, y ahora afirma, por correo electrónico, que no conocía
a su inventor hasta que leyó las informaciones sobre su muerte. "La idea
nació de mi pasión por este juego y de las contradicciones de la vida misma de
Finisterre, comparada con mi historia personal. A mí, que tengo una vida
sustancialmente privilegiada, con pequeñas dificultades banales, con un trabajo
satisfactorio, no podía no fascinarme una historia como la de Finisterre, tan
difícil, y trágica. Yo nací y crecí en Catania, pero aprendí a jugar al
futbolín en casa de mis abuelos en Nicosia, en el interior de Sicilia, que para
mí simboliza mis raíces. Alejandro venía, en cambio, de Fisterra, que evoca
todo el opuesto: el fin de la tierra, el horizonte, la fuga hacia otros
lugares".
El dibujante, ahora residente en Roma, recopiló en
internet todo lo que pudo sobre Alejandro Finisterre, hasta que se puso en
contacto con gente que lo conoció, como el músico y escritor Xurxo Souto, o el
mallorquín Bep Moll de La Fuente, director del documental Tras el futbolín
(2005).
"Me ayudaron mucho, aunque todavía quedan
algunos puntos obscuros", afirma Spataro. "Existe una autobiografía
suya, pero quedó en los archivos de una editorial. Intenté contactar con su
viuda, María Herrero, pero no lo logré y por eso tampoco pude pedirle verificar
algunos datos sobre su vuelta a España, a finales de los setenta". Pese a
no dar por acabado el arduo trabajo de documentación, ha finalizado el guión y
algunas de las 300 planchas a bicromía (azul y roja) que compondrán la novela
gráfica, que espera ver editada en 2013.
Para Spataro, también el juego es un símbolo de
contradicciones. Coexisten una rígida reglamentación oficial internacional con
su práctica más bien libre, "y realmente todos pueden jugar al futbolín:
tanto uno como yo, que sigue haciéndose siempre derrotar en torneos y en
locales nocturnos, como Finisterre que, según él mismo contó, solo perdió unos
partidos en Guatemala, en 1953, contra Hilda Gadea, la primera mujer de Ernesto
Guevara".
El invento ha recibido una amplia gama de
denominaciones, según destaca también Spataro. "En Italia, como en España
y en Austria, el futbolín tiene muchos nombres regionales. En Sicilia lo conocí
como calcetto [diminutivo de calcio, que es la traducción
italiana del fútbol]. El título quedará probablemente Biliardino, que es
uno de los dos nombres italianos para este juego, con el más oficial calcio
balilla, que rechazo por ridículo y restrictivo: ya antes de ser una
categoría en la que se encuadraba la infancia en el fascismo", explica
Spataro, "en un dialecto significa pequeño, y definir el futbolín
como fútbol para niños es risible".
Y lo que también parece una contradicción es el proyecto
mismo de Biliardino en comparación con el resto de la obra de Spataro,
que además de otra novela gráfica, Zona del Silenzio (Minimum Fax,
2006), ha realizado biografías, pero no precisamente autorizadas como Papa
Nazingher (Purple Press, 2008) o Berluscoiti (Castelvecchi, 2009).
Sus dos últimos álbumes, La Ministronza y La Ministronza 2 -en el
mejor de los casos, algo así como "La Giliministra"- (Ed. Grrrzetic,
2009 y 2010), están dedicados a Georgia Meloni, la ministra más joven -y más
locuaz- de Silvio Berlusconi, en un tono algo más que irónico y que provocó una
considerable polémica, incluso en ambientes de izquierdas.
"Seguro que será distinto de
libros anteriores", anticipa sobre el de Finisterre y el futbolín,
"pero todavía no estoy cansado de decir lo que opino sobre los personajes
más babosos de mi país. Y más allá de lo que son y lo que hacen, me asquea más
el apoyo que les dan políticos que deberían combatirlos y que, en cambio, los
legitiman".
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