El director muestra en 'Diaz, ni limpiéis esta sangre' la represión y
tortura policial a los manifestantes que acudieron a protestar a la cumbre del
G-8 en Génova en 2001
BEGOÑA PIÑA Madrid 20/11/2012
Con las
violentas cargas policiales en las manifestaciones del 14-N aún muy recientes,
llega a los cines españoles una película que muestra la salvaje actuación
policial en otro país europeo, Italia. Diaz, no limpiéis esta sangre, de
Daniele Vicari, narra la feroz represión
de las fuerzas del orden en Génova, durante la cumbre del G-8 en
julio de 2001. "Génova fue el momento álgido de esta actitud policial
ahora extendida". La película ganó el Premio del Público en la reciente
edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
En julio de
aquel año se produjo un poderoso movimiento social. Alrededor de 300.000
personas llegaron a la ciudad italiana para protestar ante las autoridades de
los países más ricos del mundo allí reunidas. Las acciones de protesta se
saldaron con un muerto, Carlo Guiliani, 1.000 heridos y 280 arrestados.
Una vez que las manifestaciones habían terminado, en la medianoche del 21 de
julio, más de 300 policías entraron en la escuela Diaz-Pascoli, sede del centro
de prensa del Foro Social de Génova, y golpearon brutalmente a las personas que
allí estaban. Arrestaron a 93 ciudadanos de varios países y 83 resultaron
heridos.
Muchos de
ellos fueron trasladados a unos barracones en Bolzaneto, donde fueron sometidos
a abusos y violencia durante tres días. Posteriormente, fueron conducidos a
prisión, acusados de "conspiración criminal para destruir la propiedad
privada, saqueo, resistencia con agravantes y tenencia de armas ilegal".
Tras las investigaciones preliminares, el juez liberó a todos los detenidos y
los extranjeros fueron expulsados de Italia. Ningún gobierno europeo pidió
explicación alguna. El testimonio de los detenidos provocó la celebración del
conocido como Juicio Diaz, donde hace solo unos meses se condenó a 29
policías.
Usted no
pensó en la película hasta 2009, ¿qué pasó entonces?
Se celebraba
la primera instancia del juicio. Los responsables de la masacre fueron
absueltos y a la salida de la sala, las víctimas y sus padres y amigos
gritaban: "Vergüenza, vergüenza". Una chica alemana declaró al
periódico La Repubblica que no volvería a poner los pies en Italia. Esos
gritos y esas declaraciones fueron para mí como un puñetazo en el estómago,
porque Italia, con todos sus defectos, siempre había sido un país muy
hospitalario. Aquello iba conmigo.
¿Los
hechos ocurridos en Génova en 2001 anunciaban la marea de represión policial
que se extiende ahora en Europa?
Tras la
caída del Muro de Berlín, las democracias europeas han descubierto que la
democracia no era necesaria. Antes los conflictos sociales, su único
instrumento es enviar al ejército. Génova fue el momento álgido de esta actitud
policial ahora extendida. Y si alguno piensa que es algo solo de Italia, se
equivoca. En la escuela Diaz había ciudadanos de muchos países, había 14
españoles, pero ningún país protestó por lo ocurrido, excepto Austria, liderado
por el nazi Jörg Haider, que estaba en contra del tratado que se negociaba en
la cumbre.
Entonces,
en su opinión, ¿vivimos en estados autoritarios, no democráticos?
Estoy
convencido de que bajo la sutil membrana democrática está toda la historia de
los países europeos, que han vivido dictaduras no hace tanto. En los partidos
políticos hay personas que piensan que la democracia es algo equivocado y se ve
cómo renacen los partidos de extrema derecha. En Grecia ahora hay una relación
entre el aparato represivo del Estado y los partidos de extrema derecha.
Ante esta
situación que describe, ¿qué pueden hacer los ciudadanos europeos?
Situaciones
como ésta dependen de muchos factores y uno de ellos es la falta de control
democrático sobre los procedimientos económicos. La economía está, directa o
indirectamente, ligada a la política y eso provoca una falta de confianza de
los ciudadanos frente a las instituciones. Pero es más grave la falta de
confianza que tienen las instituciones para con los ciudadanos. Nos tratan como
a niños de primaria. De hecho, la policía ya pega también a los niños.
¿Cómo
reaccionó la gente cuando se estrenó la película en Italia?
Se estrenó
en abril. Allí el dossier de prensa era de cuatro volúmenes de 1.000
páginas cada uno. Se creó un enorme debate público y éste provocó que se
prestara más atención al juicio que estaba aún en curso. El Gobierno de Mario
Monti cambió en el último momento al juez de casación y el juez nuevo confirmó
la condena a los policías. Eso ocurrió ya después del estreno. Antes de la
película, el juicio no había sido una gran noticia.
¿Eso
confirma que el cine tiene una labor social?
Sí, no estoy
de acuerdo con mis colegas cuando dicen que el cine ya no tiene la función
social de antaño. En algunos momentos las personas que hacen mi oficio y el
tuyo tienen que decidir si, frente a la gravedad de unos hechos, lo justo es
callarse o utilizar cualquier instrumento que tengan en su mano. Dicho esto,
creo que, aunque contando hechos reales, no hay que olvidar que eres un
director y que la función del cine es contar historias.
¿Qué
querría que sacasen los espectadores de su película?
La
contingencia política hace que un español, un italiano o un canadiense,
cualquiera, pueda mirar la película en relación con su país. Al salir de la
sala, espero que tengan más preguntas que cuando entraron.
¿No le
gustaría agitar un poco las conciencias?
Las
conciencias están un poco dormidas y, creo, necesitan que se las maltrate un
poco, porque con esta somnolencia corremos el riesgo de despertar un minuto
después del desastre. Yo confío mucho en el ser humano y creo que se puede
salir de esta situación actual. No solo depende de los dirigentes políticos,
también depende de nosotros. Tenemos que reaccionar, si no ¿qué hacemos?
¿Esperar a que caiga el maná del cielo?
El juicio
Diaz
Arnaldo
Castaro, un hombre de 62 años que fue golpeado por la policía en la Escuela
Diaz, declaró a la televisión italiana: "No creo que el Gobierno se
procese a sí mismo". Se refería al juicio, que se ha extendido a lo largo
de diez años, en el que se investigaron los hechos ocurridos entonces en
Génova.
Dos altos
funcionarios, entre ellos el ex jefe de la Policía Gianni De Gennaro, fueron
condenados a más de un año de cárcel por instigación al falso testimonio pero,
a pesar de ello, hoy ambos han sido ascendidos. De Gennaro es actualmente el
jefe de los servicios secretos italianos.
Por su
parte, Mario Placanica, el carabiniere acusado de haber matado a Carlo
Giuliani, fue puesto en libertad alegando "legítima defensa". La
versión del juicio decía que Placanica había disparado al aire y que la bala
golpeó una piedra que había lanzado un manifestante, que finalmente rebotó
contra del rostro de Giuliani, matándole.
Los
44 imputados por las torturas cometidas en el cuartel de Bolzaneto fueron
condenados a indemnizar a las víctimas. Antes de llegar al último grado del
juicio, 37 de ellos se libraron al prescribir los crímenes.
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