El catedrático Ricardo García Cárcel desmonta la
construcción de mitos en 'La herencia del pasado'
TEREIXA
CONSTENLA Madrid 27 NOV 2012
Ricardo
García Cárcel (Requena, Valencia, 1948) ha ganado el premio Nacional de
Historia por su libro La herencia del
pasado, publicado en marzo de 2011 por Galaxia Gutenberg/Círculo
de Lectores, en el que analiza las sucesivas versiones sobre la historia de
España y desenmascara lo que él denomina “los distintos secuestros de Clío”. Un
libro que nació, según explica el propio autor en su prólogo, “con voluntad
crítica respecto a la instrumentalización de la memoria histórica reciente y de
la vieja memoria de mitos fundacionales y tópicos de toda procedencia”.
Catedrático
de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona desde hace tres
décadas, García Cárcel
reflexiona sobre el debate entre memoria e historia –tan presente en
España en los últimos lustros- y sobre las dos tendencias que han pugnado por
construir la identidad española: “el adanismo antihistoricista que se niega a
mirar atrás y el historicismo ansioso de buscar y encontrar las raíces más
remotas. Historia corta e historia larga”.
Frente
a un presente en el que prima el cultivo de la memoria histórica reciente –cree
el autor que son “los nacionalismos sin Estado” los que tienen el monopolio de
la historia larga-, García Cárcel defiende el conocimiento histórico. “Son
fundamentales las lecciones del pasado”, sostiene. Lo que no es
coartada para avalar mitos sin fundamento. García Cárcel recuerda que los
historiadores de su generación fueron educados “en el cultivo de los mitos más
rancios de la historia de España”. “Llegamos a la universidad en los años
sesenta”, recuerda en la introducción de su libro, “y nos lanzamos a la caza y
derribo de toda esa mitología que cuestionamos de arriba abajo en tanto que la
identificamos con la historia oficial producida por el franquismo”. Un
generación que puso en la picota a una historia oficial.
La
situación actual, prosigue, ha arrinconado aquellos mitos (Reyes Católicos,
entre otros) pero muestra una “curiosa permisividad hacia los fabricados en la
cantera de los nacionalismos sin Estado”. Después de recorrer los sucesivos
procesos de construcción identitaria con el uso de la historia al servicio de
ciertos discursos (viaja por el romanismo, la memoria visigoda e indigenista,
los nacionalismos con historia de Cataluña, País Vasco y Galicia, el patriotismo
de la Guerra de la Independencia, los mitos de la conquista americana o la
memoria de la Guerra Civil), García Cárcel concluye con una reivindicación del
rigor crítico para “desvelar las falsas legitimaciones” y abordar “el pasado
sin complejos”.
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