La monumentalidad del edificio de Antoni Gaudí salvó del
derribo la azotea, que superaba en altura y volumen la construcción permitida
en Barcelona
J. Á. M.
Barcelona 11 NOV 2012 - 01:01 CET
La Pedrera de Gràcia. Es un
icono de Barcelona, pero en realidad está construida en el término de Gràcia,
la villa anexionada en 1897, justo en su límite inferior, junto al Camino de
Jesús, la ruta romana que, con el tiempo, acabó siendo el paseo de Gràcia.
La Pedrera ilegal. La Casa
Milà se encuentra en el solar en que ocupó el chalet con jardín de Josep Antoni
Ferrer-Vidal que compraron los Milà en 1905. Tras construir la Casa Batlló y la
farmacia Gibert y decorar el bar Torino (los dos últimos, desaparecidos), en
1906 se solicita permiso para comenzar a construir. Al año, el Ayuntamiento
detuvo las obras porque un pilar ocupaba la acera sin respetar el alineamiento
de las fachadas, pero Gaudí no hizo caso. En 1909, el Consistorio reclamó
100.000 pesetas de multa a cambio de no derribar los 4.000 metros cúbicos que,
según las ordenanzas, se habían superado. El derribo hubiera supuesto acabar
con el desván y la terraza. Al final, las autoridades no cumplieron la sanción
teniendo en cuenta el carácter monumental del edificio.
La Pedrera moderna, no modernista.
Gaudí construyó un edificio que contaba con todas las ventajas de la vida
moderna, como ascensor, agua caliente, gas y garaje subterráneo, que lo
convertían en una de las más confortables de la ciudad. Normalmente se adscribe
al modernismo por ser ese el periodo artístico del momento. Sin embargo, La
Pedrera es un edificio inclasificable, en el que naturaleza y geometría se unen
a la libertad creativa y la imaginación desbordada de su autor. En opinión de
Joan Bassegoda y Daniel Giralt Miracle, dos de las autoridades sobre Gaudí, es
un edificio cercano al naturalismo organicista.
La Pedrera inacabada. Hay quien
mantiene que el edificio no se ha terminado e incluso que no tiene pleno
sentido. La asociación Amics de Gaudí emprendió una campaña en 2010 para
coronar el edificio con una escultura de la Virgen de bronce y cuatro metros de
altura. Incluso presentaron el boceto en yeso creado por Etsuro Sotoo a partir
de un dibujo conservado. Según la asociación, Gaudí encargó en 1909 al escultor
Carles Maní que hiciera la maqueta para colocar el conjunto sobre la puerta de
acceso. Por eso en la cornisa escribio: “Ave, gratia plena, Dominus tecum”. La
Semana Trágica, o el hecho de que no gustara el proyecto, hizo que no se
materializara. A los dos años la asociación sigue apostando por realizar la
enorme escultura. Fundación Catalunya Caixa, propietaria del edificio, dice que
el tema no está sobre la mesa.
La Pedrera criticada e imaginada.
La construcción de un edificio suele ir acompañada de críticas. Pocos han
recibido tantas como La Pedrera, mote que hace referencia al aspecto
rocoso del edificio. Los humoristas gráficos del momento se cebaron. Picarol la
imaginó en L’Esquella de la Torratxa como un garaje de dirigibles;
Junceda, como una mona de Pascua, e Ismael Smith, como el fruto de un terremoto.
Junto a las críticas crecieron las fantasías. Hubo quien sostuvo que era solo
la base para construir el conjunto de la Virgen y quienes creyeron que los
cimientos eran tan profundos como su altura. Y la más extendida: que en su
interior las rampas permitían que los automóviles ascendieran hasta las
viviendas.
La Pedrera: dos edificios y tres fachadas.
El enorme edificio, en el que parece que está prohibida la línea recta, lo forman
dos bloques independientes de seis plantas de altura, más un sótano, un desván
y la azotea, unidos solo por su parte inferior y articulados alrededor de dos
patios interiores, uno circular y uno oval. La fachada de este macroedificio es
la que da unidad a las dos construcciones y uno de los mayores logros de Gaudí.
Pero en realidad son tres fachadas: las de la calle de Provença, la del chaflán
y la del paseo de Gràcia (que, por cierto, no tiene puerta de acceso). Las
tres, construidas en piedra calcárea, son un mero revestimiento que no soporta
ningún tipo de carga. Por eso Gaudí pudo abrir 150 ventanas que dan gran
luminosidad a las viviendas.
La Pedrera habitada. La Casa
Milà se proyectó como un edificio de viviendas: para los propios Milà, que se reservaron
el piso noble, de 1.323 metros cuadrados, y para 15 inquilinos más, y pese a
las críticas, tuvieron una gran aceptación desde el principio. En la
actualidad, siguen viviendo cuatro vecinos en el edificio, que pagan un
alquiler de renta antigua a Catalunya Caixa. En la planta baja continúa una de
las tiendas que pronto ocuparon el semisótano donde estaba la carbonera. Es la
sastrería Mosella, instalada desde 1928, que pronto cerrará, como anuncia en su
escaparate.
La Pedrera: todo en una. Los muros
de este edificio han vivido muchas historias en su siglo de vida. Durante la
Guerra Civil fue ocupado por el PSUC, cuyo secretario, Joan Comorera, se
instaló en el piso principal. En 1946, la viuda de Milà vendió el edificio a
CIPSA, que construyó 13 apartamentos en el desván. En 1966 el piso noble se
transformó en oficinas. También hubo un bingo, una academia, una fonda donde se
servían cientos de comidas y ahora un centro cultural.
La Pedrera restaurada. Hasta
hace unos años la imagen de la Casa Milà era la de un edificio gris y sucio
lleno de musgo y hongos debido a la contaminación. En 1986 Caixa de Catalunya
compró el edificio e inició un completo programa de restauración, que ha
comportado invertir 53,5 millones de euros (sumados los cinco de la compra), de
todo el edificio, desde la azotea hasta el sótano.
La Pedrera del futuro. En 1984
la Unesco la reconoció como Patrimonio de la Humanidad, junto con otras tres
obras de Gaudí; en 1986 la compró la entidad financiera y en la actualidad es
sede de un centro cultural. La Fundación
Catalunya Caixa, en proceso de transformación hacia una fundación de
régimen especial, tiene en el edificio su principal activo. De los 35 millones
de presupuesto con que contará, 15 provienen de la venta de entradas para
visitarlo. El futuro no está asegurado, aunque en el nombre de la nueva entidad
no podrá faltar el nombre de La Pedrera, mote que ha acabado siendo una
marca de referencia en la ciudad.
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