domingo, 11 de novembro de 2012

Leonor Serrano Pablo, morir educando


Por: Ángela Paloma Martín | 05 de noviembre de 2012
En las últimas manifestaciones no dejamos de leer la frase “el peor enemigo de un Gobierno corrupto es un pueblo culto”. Y eso es justo lo que va a sufrir la precariedad en nuestro país: la cultura. Pero si ahora miles de personas están luchando por mantener un derecho tan fundamental y necesario como es la educación, a principios de siglo XX existieron personas que marcaron un antes y un después…
Una de esas personas fue una mujer: Leonor Serrano Pablo. Manchega, natural de un pueblecito lleno de cuestas y rodeado del pasto dorado que caracteriza estas tierras: Hinojosas de Calatrava. Cuestas que la hicieron fuerte para subir hacia donde ella quiso.  O... hasta donde la dejaron. Nació en 1890 y a los seis años se topó con la reina Regente entre estas calles que la vieron nacer. No sabemos cuáles fueron los motivos de la visita de la reina a Hinojosas, pero lo que sí sabemos es que se quedó perpleja al observarla y decidió becarla. En 1898 viajó a Madrid y estudió en la Escuela Superior de Magisterio. En 1914 viajó hasta Roma para dar un paso más en el tema educativo y estudiar el método de la doctora María Montessori. En Barcelona, donde poseía una plaza como inspectora de escuelas, insistió para que el Ayuntamiento adoptase este método, el método Montessori, con un objetivo claro: asegurar que los niños preescolares empezaran su formación y ayudar a las madres a escapar de esas cuatro paredes que las retienen en casa, ir más allá hacia una nueva cultura donde se conciliase la vida familiar y la laboral.
Esta mujer supuso un punto clave en las investigaciones en la enseñanza de párvulos y fue la que propuso ampliar la edad en la Escuela Obligatoria además de apostar por la enseñanza en los adultos. Como mujer y feminista en su época defendió el derecho al voto, el pecado mortal de Clara Campoamor. Ese mismo derecho que no defendían muchos diputados afirmando que las mujeres eran inferiores e incapaces intelectualmente porque éramos diferentes “naturalmente”, o porque “las mujeres tenían características negativas por naturaleza”*. Primero, decían, había que culturizarnos, educarnos. Y después, “si eso”, poder votar. En el año 1900 era una mujer la que estudiaba por cada 15.000. Y entre los años 1919 y 1920 ascendió al 2%.
Leonor Serrano llegó a ser pedagoga, jurista, abogada y escritora. Una persona que luchó por muchos derechos, entre ellos la lucha en contra del analfabetismo. Pero la Guerra Civil fue la cuesta que más dura se le hizo. Su marido, Josep Xandri Pich, y su hijo Andreu fallecieron en los bombardeos. Marchó a Francia, como tantos otros exiliados, y en 1939 viajó a Madrid. Además de a su marido y a su hijo, le arrebataron también su sueldo y su empleo. Pudo mal vivir el resto de sus días dando clase, aportando a la sociedad de la época aquello que mejor sabía hacer: educar. Murió en 1942, antes de que el Tribunal Militar la condenara. 
* Las citas entrecomilladas y la información posterior en relación al porcentaje de las mujeres que podían estudiar pertenecen a Ana Aguado, quién escribió el artículo “Entre lo público y lo privado: sufragio y divorcio en la Segunda República”. Ayer 60/2005 (4) 105-134. ISSN: 1137-2227. Es más que recomendable esta lectura para entender la educación entre dos aguas: la del voto femenino y la de la ley del divorcio en 1932.

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