FAWAD PEIKAR / EFE. 13.11.2012 -
17.49h
Susan Firoz canta más allá del miedo: a sus 23 años, es la primera mujer rapera de
Afganistán y, pese a las amenazas, en sus letras busca reflejar los dramas
humanos que vive un país golpeado por la guerra y el fundamentalismo religioso.
"He recibido más de diez amenazas telefónicas de desconocidos
diciéndome que o dejo de cantar y actuar, o me secuestrarán y arrojarán ácido",
cuenta Firoz en Kabul.
"Vivimos en un país lleno de inseguridad,
guerra, talibanes, falta de derechos de las mujeres, matrimonios forzosos o de
menores, asesinatos por honor... Hay tantos problemas que no sé por dónde
empezar", continúa.
Esta cantante de rap recuerda bien los años que
pasó como refugiada junto a su familia, primero en Irán y después en
Pakistán, y ese, el tema de los desplazados, es precisamente el tema central de
su primer éxito, Hamsaya Ha (Nuestros vecinos, en dari).
"Qué
ocurrió en Irán y Pakistán, la mitad de nosotros terminamos adictos a la
droga y la otra mitad se hizo terrorista", rapea Firoz, que dice haber
querido lanzar el mensaje de que los afganos no deberían sufrir de nuevo un
conflicto armado.
Susan tenía solo un año cuando huyó con su familia a Irán,
donde pasaron ocho años hasta que, cansados de sufrir un trato "duro"
por parte de la Policía y el Gobierno, decidieron ir a los campos de refugiados
afganos existentes en Pakistán.
"Estuvimos fuera de nuestro país
quince años, debido a la guerra civil y más tarde al gobierno de los
extremistas talibanes", afirma Susan, que también ha actuado en obras y
películas locales.
Aunque se cubre el pelo con un pañuelo, Firoz se viste
con camiseta y vaqueros, a diferencia de muchas afganas que continúan
recurriendo al burqa y otras prendas más conservadoras, pese a los años
transcurridos desde la caída del régimen talibán.
El retorno de las vocalistas
Durante su gobierno (1996-2001), los talibanes
prohibieron la música occidental y favorecieron los himnos religiosos, además
de reducir el papel de la mujer en la sociedad a las tareas domésticas, hasta
el punto de prohibir la educación femenina.
Todavía hoy hay quien se resiste
a la idea de que existan mujeres sobre los escenarios, pero ello no ha impedido
que hayan conseguido asentarse o retornar algunas cantantes, como Naghma,
Wahija Rastagar, Parastu, la tayica Manizha o Mahwash.
A diferencia de las demás, Firoz ha optado por el
rap: grabó su canción sobre los refugiados el pasado mes de marzo y, comenzó a
distribuirla en octubre entre los canales de televisión kabulíes, que
suelen retransmitir videoclips.
"Yo solía escuchar y ver las canciones
de rap de los raperos negros en la televisión, así que pensé que para Afganistán
era una necesidad urgente tener una cantante rapera", comentó.
La joven rapera volvió a Afganistán
en el año 2005 para estudiar en "una escuela apropiada",
porque en Irán o Pakistán los refugiados necesitan tener documentos de
identidad si quieren recibir enseñanza, y estos resultan muy complicados de
obtener.
"Allí solíamos estudiar en colegios sin apenas profesores
o con métodos muy malos. Lo peor es que nuestros compañeros solían
insultarnos", afirmó la cantante.
En Afganistán, muchas familias
consideran todavía que las chicas no deben recibir una educación, y la
presión de los insurgentes está presente en algunas zonas rurales, donde no es
raro que prendan fuego a las escuelas femeninas o arrojen veneno en el agua.
El
padre de Susan, Ghafar Firoz, está sin embargo contento con el camino
que ha decidido emprender su hija. "En el pasado yo soñaba con que algún día
mi hijo o hija llegara ser cantante de pop. Pero el rap está de moda y mi hija
cuenta con mi apoyo", explicó junto a Susan.
"Como padre, estoy
orgulloso de que mi hija sea cantante de rap, como afganos, debemos estar
contentos de que cada mujer tenga derecho a expresar su talento de muchas
maneras", añadió.
Susan prepara ya su segunda canción, Afganistán
debe mantenerse unido, y dice no tener miedo a nuevas amenazas:
"No pararé, continuaré haciendo lo que hago, porque me gusta y lo
disfruto", sostiene.
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