Elisabeth Eidenbenz, una joven maestra suiza, ayudó a nacer a 597 niños
entre 1939 y 1944, la mayoría hijos de exiliados republicanos que permanecían
en campos de concentración en Francia, entre 1939 y 1944.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 20/10/2012
En mitad de
la desolación de los campos de concentración del sur de Francia, donde se
hacinaban los cerca de 500.000
republicanos españoles que atravesaron la frontera de los Pirineos,
hubo una joven maestra suiza que se dedicó a buscar y recoger a las mujeres
embarazadas. Elisabeth Eidenbenz, que así se llamaba la joven, había llegado a
España el 24 de abril de 1937 como enfermera voluntaria de la Asociación de
Ayuda a los Niños de la Guerra y se había marchado junto a los exiliados al
sureste de Francia, cuando cayó la República. Allí buscó un lugar donde crear
una maternidad. Lo encontró en un antiguo palacete abandonado en la pequeña
ciudad de Elna, donde fundó un espacio de paz y humanidad en medio de una
Europa en guerra en el que nacieron 597 niños. La mayoría, hijos de
exiliados republicanos que se encontraban en los campos de concentración de
Francia, aunque también fueron atendidas madres judías que huían de los nazis.
“Era el mes de
abril y por los altavoces del campo informaron de que Franco había ganado la
guerra –relata Remei Oliva en el libro de la historiadora Assumpta Montellà La
maternidad de Elna– ya hacía meses que estábamos rodeados de alambres,
vigilados como criminales y mal alimentados. La sarna, el polvo y la arena fina
se colaban por todas partes, la ropa, la comida, los ojos (…). Yo no quería
que mi hijo naciera en estas condiciones. Tenía miedo de que no sobreviviera.
Había visto con mis ojos cómo morían los hijos de otras mujeres”. La mortalidad
infantil en los campos de concentración del sur de Francia superaba el 90%.
“En la
enfermería me informaron de la apertura inminente de una maternidad para los
refugiados. Se encargaba de todo una mujer muy joven, extranjera, pero no era
francesa. La había visto alguna vez hablando con mujeres embarazadas. Llevaba
un delantal blanco y siempre iba muy limpia, con el pelo largo recogido en
una trenza replegada en un moño. Le llamaban la señorita Isabel”, prosigue
Remei Oliva. El 7 de diciembre de 1939 nació el primer bebé en la recién creada
maternidad. Su nombre: José Molina.
A José
Molina le siguieron una larga lista de niños de republicanos exiliados. Adela
Aguado, Alberto Álvarez, Azucena Baquero, Faustino Bretos, etc. Entre ellos,
Celia García, que nació el 14 de febrero de 1941 y permaneció en la maternidad
hasta abril de 1944, cuando soldados de la Alemania nazi clausuraron la
institución. Celia, recuerda para Público desde su casa en Perpiñán lo
que significó la pequeña isla de paz de Elisabeth Eidenbenz.
“Mi madre me contaba que cuando acudió a la
maternidad fue maravilloso. Siempre decía que allí fue recibida como una
persona y no como un animal, que era como se había sentido hasta el momento
en Francia. Allí las madres estaban unidas y todas eran iguales. No había ni
blancos, ni negros, ni judíos, ni cristianos. Todos iguales”, recuerda Celia,
que señala que la maternidad es uno de los lugares más importantes de su vida,
ya que fue en sus jardines donde vio por primera vez a su padre con tres años
de edad.
Marruecos,
el paritorio
La
maternidad estaba instalada en un palacete de tres pisos construido en 1900. Un
espacio de tranquilidad y relativo confort que contrastaba con la Europa de
destrucción de la época. El espacio disponía de aproximadamente 50 camas,
distribuidas por habitaciones de entre cuatro y ocho camas cada una. La mayoría
de estas habitaciones habían sido bautizadas con nombres de ciudades españolas:
Barcelona, Bilbao, Madrid, Santander, Sevilla y Zaragoza. El paritorio se
llamaba Marruecos.
“Cuando llegamos a las puertas de la
maternidad ya nos esperaba la señorita Isabel. La casa era preciosa y estaba
muy limpia. Ella nos explicó las cuatro normas y nos dijo que las mujeres
que se encontraran bien y con ánimo podían colaborar en las tareas de la casa.
Quien pudiera planchar, que planchara, quien estuviera más fuerte, limpiaba las
baldosas, los platos... Trabajo había para todo el mundo”, explica Joana
Pascual, exiliada española en la maternidad de Elna, que recoge Assumpta
Montellà en su obra.
Entre esas
madres que se quedaron en la maternidad a cuidar del resto y a ayudar en
el mantenimiento del hogar está la madre de Celia, de quien heredó el nombre.
“Mi madre siempre decía que en la maternidad pasó los cuatro mejores años de su
vida en Francia. Después, todo fue luchar y luchar. La integración en
Francia no fue nada fácil”, señala Celia.
Apenas dos
meses después de Celia nació en la Maternidad Sergio Barba. Era el 12 de abril
de 1941, ya habían pasado casi 10 años desde el advenimiento de la II República
española y sus partidarios debían parir fuera de su país. Barba se quedó a
vivir en Francia. Allí preside la FFREEE, la asociación de los hijos e hijas de
españoles de Republicanos Españoles y Niños del Exilio. Barba, desde Francia,
recuerda para Público la labor de la señorita Isabel.
“Mi madre
siempre me habló de la suerte que tuvo de poder darme a luz en la Maternidad.
Siempre decía que Elisabeth era una mujer estupenda, que cuidaba de todas y
cada una de las mujeres y que había conseguido crear un ambiente caluroso, como
de una gran familia. Pero lo formidable y fantástico fue que hubiese un
lugar para las madres republicanas españolas y después para las madres judíos y
gitanas perseguidas por los nazis”, señala Barba.
Refugio para
mujeres judías
Cuando
estalló la Segunda Guerra Mundial, la Maternidad acogió también a madres judías
que huían de la persecución nazi. Se calcula que nacieron allí alrededor de
200 niños judíos. La voluntad de Elisabeth de proteger a los niños y madres
judíos de la barbarie alemana hizo que la Gestapo visitase frecuentemente la
Maternidad. Celia García recuerda una de las visitas de la Policía alemana que
le contó su madre.
“Un día Elisabeth fue al hospital de Perpiñán
y vio a una Lucie, una chica judía embarazada de 18 años. Elisabeth se la llevó
a la maternidad y trató de protegerla. Pero poco tiempo después la Gestapo se
presentó en la Maternidad y la reclamó. La matrona les dijo que Lucie no estaba
allí, pero los alemanes dijeron que si no entregaban a la chica se la llevarían
a ella y a otras mujeres presas. Finalmente, la tuvo que entregar a los
alemanes. La cogieron, le pegaron, la tiraron al suelo, le escupieron (...).
Eso la señorita Elisabeth no se lo pudo perdonar nunca” relata Celia.
Finalmente, durante
la Pascua de 1944 el ejército alemán, en uno de sus últimos coletazos, cerró la
Maternidad, poniendo punto y final a uno de los cientos de episodios
olvidados de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Elisabeth
desapareció entonces de la vida de los casi 600 niños a los que ayudó a nacer,
aunque ellos nunca lo olvidaron.
El
reencuentro
El palacete
estuvo abandonado hasta que un artesano vidriero francés lo adquirió en la
década de los noventa sin saber el pasado del edificio. En 2001, el artista
conoció a Guy Eckstein, uno de los niños judíos que había nacido en la
Maternidad, quien se acercó hasta el palacete para conocer el lugar donde había
nacido. En 2002, el ayuntamiento de la ciudad le dedicó un homenaje
institucional a la matrona de los exiliados, entregándole la Medalla de
los Justos Entre las Naciones, otorgada por el Estado de Israel. Al acto
acudieron algunos de los 597 niños a los que la señorita Isabel había ayudado a
nacer.
En
2004 el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de Elna, gobernado por
Nicolás García, nieto de españoles exiliados en Francia que lo convirtió en un
espacio de recuerdo a las víctimas de la barbarie y a la labor de Elisabeth.
Sergio Barba resume en una sola frase todo lo que ha aprendido de la labor de
la señorita Isabel. “Mi madre me dio la vida. Elisabeth, la esperanza en el
género humano”, concluye.
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