Exponen instrumental quirúrgico, ilustraciones y restos
humanos que descubren la práctica habitual del robo de cuerpos en la Inglaterra
victoriana.
Los restos pertenecen a una excavación realizada en 2006,
en la que se encontraron cadáveres amputados, modificados y diseccionados.
Hasta los médicos más respetados tenían que acudir a los
bajos fondos para obtener ejemplares para el estudio y la investigación de
nuevos métodos.
HELENA CELDRÁN. 02.11.2012 - 20minutos.es
La demanda de cadáveres frescos en el Londres
victoriano era cada vez mayor. Los únicos cuerpos disponibles para la
investigación médica eran los de los presos ejecutados por la justicia,
pero cada vez había más cirujanos que llegaban a la capital para formarse.
Doctors,
Dissection and Resurrection Men (Doctores, disección y
ladrones de cuerpos), en el Museo de Londres hasta el 14 de abril,
comienza con un tenebroso hallazgo en una excavación arqueológica
—costeada por la institución en 2006— realizada en un terreno del Royal London
Hospital (en el barrio de Whitechapel) que sirvió para enterrar a los
fallecidos en el centro médico del año 1825 a 1841.
La sorpresa llegó con el
estudio de las sepulturas: unas 262 albergaban más de un cadáver, había varios
cuerpos mezclados en la misma fosa y con pruebas de haber sido diseccionados,
amputados y modificados. También se encontraron restos de animales
utilizados para hacer estudios comparativos.
Calaveras seccionadas y combinaciones de huesos
La exposición descubre al público por primera vez
los restos humanos de estas excavaciones y documenta una práctica común en el
siglo XIX: el robo de cuerpos para su venta a cirujanos y
anatomistas, estudiantes y figuras respetables que arriesgaban su reputación
mezclándose con los bajos fondos para hacerse con un ejemplar sobre la que
investigar y aplicar avances médicos. Detalladas ilustraciones, objetos quirúrgicos
de la época, reproducciones del cuerpo humano en cera, e interpretaciones
multimedia, acompañan en la muestra a calaveras seccionadas o huesos unidos de
modo antinatural.
En el siglo XIX Londres era la
ciudad con mayor densidad de población del mundo, el centro de negocios de la
Revolución Industrial, de la formación y del avance científico. La cirugía del
momento era brutal y agónica: sin medidas antisépticas ni anestesias el
paciente podía morir por pérdida de sangre, infección o un shock aunque
la intervención hubiera sido un éxito.
Los cirujanos expertos (muy
codiciados) buscaban la mejora sustancial de las operaciones y sólo
había una manera de hacerlo, pero nadie tenía entre sus planes dejar que se
hiciera la autopsia a un ser querido. La posterior ley que permitía usar con
fines médicos los cadáveres que no eran reclamados tampoco mejoró mucho la
situación. En la mayoría de los casos, acudir a los ladrones de cadáveres
(también llamados irónicamente 'resurreccionistas') era menudo la única opción.
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