El agente doble que más daño hizo a los aliados durante
la guerra fría cumplió hace una semana 90 años en Moscú y fue saludado como un
héroe por el presidente Putin
En el manual del buen espía hay reglas no escritas que son de obligado
cumplimiento, incluso para los jubilados. Entre ellas, por supuesto, está la
discreción, tener un ego medido y nada de juegos con la prensa, por si acaso.
Sin embargo, a determinadas edades y con algunos personajes se permiten
excepciones, como en el caso de George Blake, el famoso agente del MI6
británico que se pasó al KGB en los años cincuenta y entregó a Moscú
importantes secretos de inteligencia. Su “traición” más memorable fue el
informe que dio sobre el túnel que construían los americanos en Berlín para
espiar las comunicaciones de rusos y alemanes del Este, lo que permitió su
desmantelamiento. Blake también entregó listas de nombres de agentes dobles
soviéticos que trabajaban para Occidente y una nómina de 400 espías británicos,
algunos de los cuales fueron detenidos y ejecutados.
El pasado 11 de noviembre, este espía de leyenda cumplió 90 años y lo
celebró tranquilamente en la dacha en que vive a las afueras de Moscú. Para ser
un ex agente secreto, lo hizo de un modo singular: se sentó en un sofá,
encendió la televisión y vio el documental sobre su vida que ese día transmitió
Zvezda, el canal de las Fuerzas Armadas rusas. El mismo domingo, en otro hecho
nada usual, recibió la felicitación pública del presidente Vladímir Putin,
exmiembro del KGB y director de su institución sucesora, que dio a Blake
tratamiento de héroe por los servicios prestados al Kremlin.
Georgi Ivánovich —ese fue el nombre que adoptó Blake al refugiarse en la
URSS, luego de su fuga de una cárcel británica en 1966— aparece en el
documental dando un paseo por su casa de campo con su esposa, Ida, y un
perrito. Con aparente buena salud pese a su edad, el doble agente recordó ante
las cámaras la operación del túnel de Berlín y otras aventuras de aquellos años
de dentelladas encubiertas entre las potencias. “Soy un hombre feliz; tuve
mucha suerte, una suerte excepcional”, declaró hace días Blake al diario
oficial Rossiskaia Gazeta, en otra entrevista en la que reiteró no tener cargo
de conciencia alguno.
Y con un lenguaje digno de la era soviética, Putin expresó así su
reconocimiento al espía: “Usted pertenece con todo derecho a la pléyade de
profesionales brillantes, hombres fuertes y valientes”, que realizaron con su
“trabajo invisible” una “importante contribución a la paz al asegurar el
equilibrio estratégico” en la época de la guerra fría. El mandatario no los
mencionó, pero en esa “pléyade de hombres valerosos” también estaban otros
famosos agentes dobles, como Kim Philby o Donald MacLean, integrantes del
quinteto de Cambridge, quienes escaparon a la URSS tras ser descubiertos.
“De todos los espías dobles que
trabajaron para el KGB, sin duda el más interesante y el gran traidor fue
Blake”, dijo a este diario (en 2009) el escritor John Le Carré, conocedor de
las biografías de todos estos espías que fueron la materia prima de sus
novelas. Coincide con Le Carré el periodista Fernando Rueda, que acaba de
publicar en España Espías y traidores, la historia de los 25 agentes dobles más
famosos y efectivos del planeta —además de Philby y Blake, se incluyen los
casos de Heinz Felfe, agente nazi que trabajó para Stalin; Mata-Hari o Luis
González-Mata, un espía de Franco.
“Su caso es especial, tanto por la forma misteriosa de cambiarse de bando,
mientras estaba encarcelado en Corea del Norte, como por su fuga increíble de
una prisión inglesa, una operación montada por el KGB que contó con la ayuda
del IRA”, asegura. Blake fue uno de los espías que más “daño” hizo a los
aliados, y muestra de ello, según Rueda, es el homenaje que se le acaba de
rendir en Moscú.
La historia de Blake comienza el 11 de noviembre de 1922 en Rotterdam. Hijo
de un judío sefardí nacido en Constantinopla, durante la ocupación nazi sirvió
de correo a la resistencia y después emigró a Reino Unido. En 1948 fue
reclutado por el MI6, y su primer destino en el exterior fue Seúl, adonde llegó
con la misión de montar una red de espionaje. En el verano de 1950, la ciudad
fue tomada por las fuerzas comunistas, y él, apresado junto a varios
diplomáticos británicos. Durante el cautiverio, el grupo fue sometido a
torturas y técnicas de lavado de cerebro, momento en que Blake cambió de bando,
aunque él siempre negó que fuera esta situación de presión el motivo de
convertirse en doble agente.
“Allí asistí a los implacables bombardeos de las pequeñas aldeas coreanas
por la aviación de EE UU. Los muertos fueron las mujeres, los niños, los
ancianos, pues los hombres se encontraban en el ejército. Nosotros mismos
pudimos haber sido las víctimas. Aquello me hizo sentir una gran vergüenza (…)
sentí que estaba en el lado equivocado”, declaró en 1999 a la cadena de
televisión estadounidense PBS. Tras su liberación en 1953, regresó a Londres
convertido en héroe.
En 1955 fue enviado a Berlín, y allí, paradójicamente, su tarea fue captar
a funcionarios soviéticos como agentes dobles. En Berlín se puso en contacto
con el KGB y les informó de los detalles de la construcción de un gran túnel
(más de un kilómetro de largo) dentro de Berlín Este por el espionaje
anglo-norteamericano, desde donde serían interceptadas las conversaciones
telefónicas de los soviéticos. La información era tan valiosa que, para no
descubrir a Blake, los rusos dejaron que el túnel funcionara 11 meses, hasta
que fingieron encontrarlo por casualidad coincidiendo con unas intensas
lluvias. En 1961, estando casado con una ciudadana inglesa y con tres hijos,
Blake fue detenido tras la intervención de un agente polaco desertor. Condenado
a 42 años, su espectacular huida de la cárcel de Wormwood Scrubs y su salida de
Reino Unido en el maletero de un coche por el canal de la Mancha forman parte
de su leyenda.
En la antigua URSS se divorció de su primera esposa y se casó de nuevo.
Asumió la identidad de Georgi Ivánovich, fue condecorado con la Orden Lenin y
acabó su vida profesional como la mayoría de sus colegas: dando clases a otros
agentes en la academia de espionaje del KGB. En Moscú se veía con Philby
—muerto en 1988, alcoholizado— y con MacLean —fallecido en 1983—, así como con
Morris y Lona Cohen, el matrimonio de espías norteamericanos que puso al
descubierto el programa atómico estadounidense conocido en clave como
Manhattan.
“Todos nosotros luchábamos por lo mismo, por una sociedad más justa y por
una idea que sigue siendo muy noble, aunque en esta etapa de la historia humana
resulta inalcanzable”, dijo Blake hace casi 15 años a la televisión estadounidense.
Por entonces ya había publicado su primer libro de memorias, titulado Sin otra
opción, y se había producido la reconciliación con sus hijos británicos, que
fueron a visitarle a Moscú en varias ocasiones. Blake siempre negó ser un
traidor y dijo que para realizar el trabajo que hizo tuvo que tener “la mente
dividida”. En noviembre de 2007, al cumplir 85 años, fue galardonado con la
Orden de la Amistad de manos de Vladímir Putin, pero ya entonces su nombre era
Georgi Ivánovich y en Rusia mandaban los oligarcas y el capitalismo.
Con información de Rodrigo Fernández desde Moscú.
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