El británico David Solomon, de 93 años, formó parte de las Brigadas
Internacionales que combatieron en la Guerra Civil española. En el 76
aniversario del aniversario de la llegada de las tropas internacionales a
Madrid, Solomon recuerda su experiencia y emplaza a las nuevas generaciones a
seguir luchando pero esta vez "sin puños" y sí con "la
boca".
Británicos das Brigadas Internacionais presos dos franquistas en Palencia |
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 09/11/2012
Solomon
tenía 18 años cuando el 4 de octubre de 1936 un grupo de “camisas negras”
fascistas, seguidores de Hitler y Mussolini y dirigidos por Oswald Mosley,
marcharon sobre el barrio londinense de East End, de población mayoritariamente
judía. Solomon, junto con otros ciudadanos británicos, acudió a Cable Street
para evitar la concentración fascista al grito de 'No pasarán'. Ambos grupos
protagonizaron una sangrienta lucha que pasó a la historia como la batalla
de Cable Street, conocida como el punto de inflexión que marca la
decadencia del movimiento fascista en Gran Bretaña.
Sin embargo,
para Solomon la lucha contra el fascismo no había hecho más que empezar.
Meses después se alistó a las Brigadas Internacionales, cambió su apellido de
Solomon a Lomon, para evitar ser reconocido como judío, y acudió en defensa del
Gobierno legítimo de la República ante el golpe de Estado militar. “Vine a
España a luchar por la democracia. No se trataba de luchar por la derecha o por
la izquierda sino de defender la libertad”, asegura a Público Solomon, de 93
años.
Con apenas
18 años, Solomon dejó una carta a su madre y sus hermanas, en la que no
confesaba sus intenciones de participar en la Guerra Civil española, pero que
justificaba su partida. De Londres partió a París donde fue recibido por el
PCE. Al tercer día cruzó los Pirineos y tras un largo y tortuoso viaje llegó a
Madrigueras, municipio situado al norte de la provincia de Albacete, donde se
estableció el campo de entrenamiento de las Brigadas Internacionales.
“Durante la formación me enseñaron a utilizar
la ametralladora rusa Maxim, un arma vieja y pesada que se refrigeraba con agua
y requería mucho mantenimiento. En una ocasión en que estábamos luchando en una
zona alta de montaña, se congeló el agua y entonces descubrimos otro uso
para el brandy español: sustituimos el agua por brandy y la ametralladora
siguió disparando.”, recuerda David Solomon o Lomon, como es conocido en
España.
La batalla
del Ebro
La guerra,
sin embargo, no marchaba bien para los intereses de la República. Como relata
David “el bombardeo constante de los pueblos y aldeas estaba pasando
factura” al bando republicano. El ejército fascista español, bien equipado
y reforzado con las tropas italianas y la aviación alemana seguía ganando
terreno. Málaga y Teruel ya habían caído y ahora las tropas de Franco se
dirigían de nuevo a Madrid. Solomon se mantuvo en el frente del Ebro, donde
participaría en su último batalla durante la Guerra Civil.
“Estuvimos
luchando a lo largo del río Ebro en la que iba a ser mi última batalla. Fui
capturado por tropas italianas, aunque no sé exactamente cómo sucedió aquello,
ya que me encontraron boca abajo e inconsciente. Lo último que recuerdo fue la
defensa de un puente en algún lugar a lo largo del Ebro y mi despertar en la
parte trasera de un camión custodiado por las tropas italianas. Tuve
suerte. Si me hubiesen encontraron los moros habría muerto allí mismo”, apunta
David, que añade que el ejército fascista del norte de África era el verdadero
terror de los combatientes. “No aceptaban tu rendición como un soldado
italiano. Te mataban sin más”, asegura.
Olvidar el
campo de concentración
El ejército
italiano trasladó a David al campo de concentración de San Pedro de Cardeñal,
primero, y al de Palencia, poco tiempo después. “Cuando estás en un campo de
concentración no quieres recordar nada. Cuando sales de allí tratas de
olvidarlo todo”, señala David, quien a pesar de los esfuerzos sigue
recordando lo que sucedió dentro de las vallas del campo. “Pasé unos meses
horribles. La Gestapo venía cada pocas semanas a llevarse ciudadanos alemanes
y, en particular, a judíos. Fue entonces cuando agradecí el consejo que me
dieron en Londres de cambiar mi nombre; eso me salvó la vida”, apunta David,
quien pudo salir del campo de concentración como moneda de cambio con presos
republicanos.
“Nos llevaron a un lugar de la frontera
francesa, donde se procedió al intercambio. Luego nos llevaron en tren hasta la
costa y nos embarcaron en un buque que nos devolvió a casa”, recuerda. Desde
Londres, escuchando la radio, David conoció que el bando fascista del general
Franco había ganado la guerra. 73 años después, lo recuerda como si fuera ayer.
“Me sentí tan enfadado como si fuera un ciudadano español. Esta batalla
también era mía. Me junté con otros compañeros brigadistas de Londres. El
sentimiento era compartido de pena y de tristeza. Vinimos a luchar contra el
fascismo y perdimos. La Guerra Civil española fue solo el inicio de la Segunda
Guerra Mundial.
Continuar la
lucha
En el 76
aniversario de la llegada de las Brigadas Internacionales a Madrid, en defensa
del legítimo Gobierno de la República, David se muestra preocupado por la
situación socioeconómica del país. Afirma haberse visto sorprendido al llegar
ya que no esperaba que “España estuviera así de mal”. Desde la perspectiva que
le otorga la historia, a sus 93 años, emplaza a la gente joven a volver a
luchar unidos, pero “no con puños”.
“Hay que
seguir luchando pero esta vez sólo con palabras y argumentos. Hay que propagar
al mundo lo que está pasando. Contarlo. Hay mucha gente en el resto del mundo
que también lo está pasando mal y no sabe lo que está sucediendo en España.
Tenemos que estar unidos. Pero siempre alejados de los extremismos de la
derecha y de la izquierda”, emplaza.
Antes
de despedirse, David se lamenta de que la gente joven no sabe muy bien qué
sucedió ni en la Segunda Guerra Mundial ni en la Guerra Civil española. “Los
padres deberían contarle a sus hijos lo que vivieron sus familias durante este
tiempo”, asevera. ¿Qué deben contar? La Guerra Civil es fácil de resumir. Se
trata de explicar el fascismo y cómo la Iglesia prefirió apoyarlo antes de
defender a las clases obreras trabajadoras.
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