Un repaso por los actores y las películas que han
retratado la presidencia y el gobierno de Estados Unidos a lo largo de la
historia del cine
ANA MARCOS
Madrid 2 NOV 2012 - 00:08 CET
Henry Fonda en 'El joven Lincoln', 1939 |
“Henry Fonda”, contesta Woody
Harrelson en la película The walker
(2007), de Paul Schrader, ante el interrogante: ¿Qué actor ha interpretado más
veces a un presidente de Estados Unidos? Error, solo cuentan mandatarios
reales. La respuesta, aunque sorprendente, es Rip Torn. Antes de que se
abran las urnas el próximo 6 de
noviembre y a algún guionista se le encienda la bombilla, las
videotecas sirven de archivo para repasar cómo los hombres que se sientan a
gobernar el mundo desde una gran mansión blanca han sido retratados en
celuloide.
Torn se hace con el galardón después de interpretar a tres presidentes:
Lyndon Johnson en el biopic J. Edgar Hoover (1987); Ulysses S.
Grant en la miniserie sobre la guerra civil The blue and the grey (1982)
y Richard Nixon en Blind ambition (1979). “El mejor es la versión que
John Ford hace de Abraham Lincoln en El joven Lincoln
(1939), protagonizada por Henry Fonda”, dice el escritor y catedrático de
Comunicación Audiovisual en la universidad Autónoma de Barcelona, Román Gubern.
“Es una película brillante, con un Fonda más que consistente”.
El tercero en las quinielas, Anthony Hopkins,
para muchos el mejor Nixon en pantalla grande, también se ha puesto el traje de
presidente en tres ocasiones: John Quincy Adams en Amistad (1997), George
Washington en Freedom: a history of US (2002) y en Nixon
(1995) de Oliver Stone –autor de otras dos películas del género W. y JFK, caso abierto-.
A lo largo de la historia del cine estadounidense han sido Abraham Lincoln,
Franklin Roosevelt y John F. Kennedy los mandatarios que más veces han ocupado
los carteles de estreno. El primero de ellos, tan mentado por
el actual presidente Barack Obama, vuelve en noviembre a las
pantallas con un Daniel Day-Lewis trasmutado hasta la canibalización a las
órdenes de Steven Spielberg en Lincoln.
"Daniel me pidió un año para investigar sobre el personaje", cuenta
Spielberg en una entrevista en la revista Time. "Llegué un día a
trabajar y Lincoln estaba sentado en su mesa, preparado para trabajar". El
director recuerda en esta conversación cómo durante todo el rodaje llamó a su
actor protagonista Mr. President y vestía con un traje -"no suelo hacerlo
en mis películas"- para no desentonar con el resto del vestuario.
“Hollywood es un agente de primera
magnitud en el apoyo y compromiso a la política estadounidense, generalmente de
apoyo demócrata”, dice Gubern. “Siempre ha habido bastante sintonía entre la
Casa Blanca y el cine; los estudios estaban en California, pero la banca en
Nueva York”. Durante la II Guerra Mundial, en especial desde el ataque a Pearl
Harbor, las directrices de Washington resonaban en los rodajes. “Se plantearon
dos consignas: películas de evasión y patrióticas”, explica el catedrático.
Filmes como Las uvas de la
ira (1938), Los viajes de
Sullivan (1941) y Sucedió una
noche (1935) reflejaban los problemas domésticos de un país que
entró muy tarde en el conflicto internacional sin involucrarse directamente en
lo que sucedía en Washington.
“Durante el macarthismo, los productores reunidos en Nueva York decidieron
evitar que se les pudiera acusar de comunismo. Cuando se produce la guerra de
Irak, profesionales como Sean Penn o Susan Sarandon vieron cómo se cancelaban
algunos de sus contratos por oponerse a la invasión”, recuerda Gubern. Entre
medias, la época de los sesenta se desquitó de los horrores de la guerra y las
cazas de brujas gracias al glamour de John Fitzgerald Kennedy. La crisis
de los misiles con Cuba y su posterior asesinato terminaron de rubricar
cinematográficamente su legado con filmes que retrataron el ambiente de locura
nuclear como Punto límite
(1964) o Teléfono rojo,
volamos hacia Moscú (1964). Años después, en 2000, Trece días recrearía
la crisis con Kevin Costner y Bruce Greenwood en el papel de Kennedy. “Ronald
Reagan, sin embargo, aunque había sido actor, se convirtió en el gran
comunicador de la Casa Blanca”, apunta el experto.
El presidente Nixon, además de haber sido objeto de análisis de Oliver
Stone, se ha manifestado en los rostros de Philip Baker Hall en Secret honor (1984),
Bob Gunton en Elvis y Nixon,
¡vaya dúo! (1995), Beau Bridges en Kissinger and Nixon
(1995), Dan Hedaya en Dick (1999), y por Frank Langella en su última
aparición cinematográfica en El desafío -
Frost contra Nixon (2008).
La entrada de los Bush en Washington trajo consigo otra manera de retratar
en el cine. Desde Roger y yo
(1989), Michael Moore explota a partir del género documental la concienciación
a través de la realidad. Después llegarían Bowling for Columbine
(2002) y Fahrenheit 9/11
(2004) para alegría de la familia Bush. El último atisbo sucedió a principios
de 2008. Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos,
pronunciaba las tres palabras que le lanzarían al despacho oval de la Casa
Blanca: Yes we can (sí, podemos). En aquel momento, Hollywood y la industria
musical con sede en California reinterpretaron el mensaje en forma de canción viral
hartos de una administración republicana que les había enfangado hasta las
rodillas en la guerra y cuya política económica comenzaba a apellidarse crisis.
El tráiler de aquella película aún no se ha estrenado en
pantalla grande. Lincoln, la nueva película de Steven Spielberg, termina
diciendo: “¿Debemos parar esta sangría?” Poco tiene que ver la tarea a la que
Barack Obama y Mitt Romney se enfrentan a partir del próximo 6 de noviembre.
Por suerte el cine aún tiene tarea para perpetuar en la memoria las hazañas de
esos hombres que se sientan a gobernar el mundo desde el despacho oval.
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