El exagente Tony Mendez relata su papel en la crisis de
los rehenes de la Embajada de EE UU en Teherán en 1979, evocada por Ben Affleck
en ‘Argo’
TONI GARCÍA
Barcelona 8 NOV 2012 - 11:16 CET
La calidad de la linea telefónica no es demasiado buena, quizás porque en
la Maryland rural esas cosas no son una prioridad, pero Tony Mendez (Eureka,
1940) lo tiene claro: “Si tú me oyes y yo te oigo podemos hablar”. Mendez,
convertido ahora en una celebridad contra su voluntad (“créeme, prefería el
anonimato, soy un tipo discreto”) es el hombre que en 1979 se las ingenió para
irse a Irán, liberar a los seis
rehenes estadounidenses que se ocultaban en la Embajada canadiense en Teherán,
y volver para contarlo.
“Sí, ya sé que en la película parezco un hombre muy tranquilo y realmente
lo soy, pero en aquella ocasión no las tenía todas conmigo, nunca creí que
fueramos a salir de allí con vida. De hecho, hasta que aterrizamos en Zurich no
asimilé que lo habíamos conseguido”. De aquella misión ultrasecreta (lo fue
hasta que Clintón la desclasificó en su primer mandato en la Casa Blanca) ha
sacado Ben Affleck una película,
basada a su vez en el libro del propio Mendez (editado en
España por RBA) y titulado Argo.
Este señor de 71 años y conversación sotto voce fue reclutado con poco más
de 20 por la CIA
para ser uno de sus elementos operativos: “Respondí a un anuncio para un
trabajo en Colorado, la cosa despertó mi curiosidad y fui donde decían que
debia ír. En realidad yo me dedicaba a pintar, quería ser artista. Cuando
llegué allí un hombre me dijo que era de la Agencia Central de Inteligencia y
que si estaba interesado en hacer algún trabajo para ellos. Les dije que sí y
aquí estoy”.
El trabajo de Mendez en la organización de espionaje más poderosa del mundo
podría parecer —a priori— algo aburrida: “Yo me dedicaba a falsificar
documentos de todo tipo: pasaportes, carnets de conducir, cartas,
salvoconductos, autorizaciones diversas… pero no lo hacía desde mi despacho
porque en los años 60 y 70 para poder hacer bien ese trabajo tenías que conocer
a fondo los países que emitían esos documentos. Así que lo de agente de campo
venía ya con el puesto”.
Así fue como Mendez se vio en medio de una de las crisis con rehenes más
célebres de la historia, provocado por el regreso del exilio del Iman Jomeini
y el destierro del Sha: “Sabíamos que no había demasiadas opciones y que era
cuestión de tiempo que encontraran a los seis funcionarios que habían
conseguido escapar de nuestra embajada y refugiarse en la canadiense y pensamos
algo lo más rápido posible”. Lo que la CIA hizo es inventarse un rodaje
ficticio, aprovechando sus lazos con Hollywood: “Las relaciones de la Agencia
con Hollywood siempre han sido muy provechosas para ambos. Ellos aprenden de
nosotros y nosotros aprendemos de ellos. Por eso la CIA y Hollywood siguen
siendo íntimos aún hoy en día. En aquellos tiempos nos ayudaban con todo tipo
de cosas, empezando por el tema de los maquillajes y demás así que no fue
difícil lograr que colaboraran en la idea”.
La idea, las localizaciones en Teherán de un falso filme llamado Argo,
ha sido uno de los proyectos más descabellados de la historia de la CIA,
ayudados especialmente por John Chambers (el maquillador de El planeta de los
simios): “La película no lo cuenta tal y como sucedió pero se aproxima
bastante. Por ejemplo no cuenta que teníamos otras soluciones aún más
arriesgadas que no puedo comentar o que los rehenes no estaban en un solo
edificio de Teherán sino en dos distintos. Eso sí, Ben Affleck [que le
interpreta en la película] es más alto que yo y yo soy más guapo”, dice Mendez,
más seco que un Martini (“así es como tiene que ser cuando todo el tiempo eres
otra persona”, arguye cuando se le insinua su actitud taciturna) que a
continuación se pone —aun más— serio cuando se le pregunta si el papel de la
CIA en el mundo gracias a las nuevas tecnologías ha hecho innecesario agentes
de un perfil como el suyo. “No, la tecnología solo sirve para una cosa: generar
más información. Pero ¿qué hay que hacer después con esa información? Analizar
y descodificarla, organizarla y ordenarla, y eso tienen que hacerlo operativos
de carne y hueso. Los agentes de campo son hoy más importantes que nunca para
el espionaje”.
Mendez, retirado del mundanal ruido junto con su esposa
(Jonna Mendez, también exagente de la CIA durante 25 años) está satisfecho con
el trabajo de Ben Affleck: “Yo hubiera escogido a Tommy Lee Jones pero Ben
encaja más en la franja de edad que yo tenía en esa época. Lo que más me
sorprende es que cada vez que la he visto en un cine, cuando llega el final y
conseguimos huir la gente aplaude. Yo soy un espía: y los espías no estamos
acostumbrados a estas cosas del cine...”.
Entretenida, con ritmo, a la vieja usanza, también previsible y superficial, 'Argo' sin embargo es una prueba más del talento narrativo de Affleck. Un buen rato de cine, que es mucho, pero tampoco nada más. Saludos!!!!
ResponderEliminar