El escritor inglés plasmó en 'Homenaje a Catalunya' su experiencia personal
en el frente de Aragón y sus opiniones sobre el proceso revolucionario que
estaba iniciándose en Catalunya y que fue reprimido, entre otros, por la Unión
Soviética, según escribió. Pero la traducción de la obra permaneció duramente
censurada en España hasta 2003, como ha detallado el profesor de la Universidad
de Alcalá Alberto Lázaro.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 12/01/2014 publico.es
Cuando
George Orwell, cuyo nombre real era Eric Blair, llega a Barcelona el 26 de
diciembre de 1936, se encuentra con una situación "abrumadora y
sorprendente". Los trabajadores "habían requisado casi todos los
edificios y los habían tapizado de banderas rojas o con la bandera roja
y negra de los anarquistas, habían pintado la hoz y el martillo y las iniciales
de partidos revolucionarios en todas las paredes; habían saqueado casi todas
las iglesias y quemado las imágenes". Orwell quedó fascinado.
"Era
la primera vez que yo pisaba una ciudad donde estaban al mando los
obreros", escribe el autor de '1984' en la obra Homenaje a Cataluña, donde
muestra su experiencia personal en el frente de Aragón y sus opiniones sobre el
proceso revolucionario que estaba iniciándose en Catalunya y que en su opinión
fue reprimido por, entre otros, la Unión Soviética.
Pero lo que
más sorprendió al famoso novelista y escritor no eran ya los edificios
"requisados" sino el cambio en las relaciones humanas. "Los
camareros y los dependientes de los comercios te miraban a los ojos y te
trataban de igual a igual. Las formas de tratamiento serviles o
ceremoniosas habían desaparecido temporalmente. Nadie decía señor, ni don,
ni siquiera usted, sino que todos se llamaban camarada, se tuteaban
y se decían salud en lugar de buenos días".
Esta
sensación de que la revolución social se estaba implantando fue mantenida por
Orwell durante su estancia en el frente de Aragón junto a las milicias del
POUM, partido al que se alistó nada más llegar a Barcelona porque "en
aquel momento y en aquel ambiente parecía lo único lógico". En el frente
de batalla no había jerarquías, todo el mundo se tuteaba y todos los soldados,
del rango que fueran, cobraban lo mismo. Eso sí, puntualiza, todos obedecían
las órdenes, aunque la guerra, como tal, que se encontró en Aragón, entre enero
y abril de 1937, no era lo que él esperaba.
"Los
ingleses adquirieron la costumbre de decir que aquello no era una guerra, sino
una siniestra pantomima. Los fascistas apenas disparaban. El único
peligro era el de las balas perdidas, que (...) llegaban de varias direcciones.
Todas las víctimas de aquella guerra las causaban las balas perdidas",
señala el escritor.
La
percepción de que la revolución social se estaba implantando en Catalunya
desapareció en la primavera de 1937, sobre todo, tras los sucesos de mayo
cuando la Guardia de Asalto de la República tomó el edificio de Telefónica de
la ciudad condal, que hasta entonces y desde el inicio de la guerra había
estado controlado por los trabajadores, en su mayoría afiliados al sindicato
anarquista CNT, y tras el inicio de la feroz represión de los dirigentes del
POUM, ilegalizado el 15 de junio, que acabó con el
secuestro y posterior asesinato de Andreu Nin a manos de agentes soviéticos.
"Los
estalinistas estaban en el poder y todo el mundo sabía que los trotskistas
corrían peligro (...) No estaban deteniendo a criminales; era meramente el
reinado del terror. Yo no era culpable de nada, en concreto, pero sí de
trotskismo. El hecho de que hubiera combatido en la milicia del POUM bastaba
para enviarme a la cárcel", escribe Orwell, que ha reconocido en varias
ocasiones que su experiencia en la Guerra Civil española fue la que le hizo
"abrir los ojos" sobre la realidad de la Unión Soviética de Stalin y
su deriva totalitarista.
Su
experiencia en el frente de Aragón con la milicia del POUM, primero, y las
Brigadas Internacionales, después; y en Barcelona el invierno de 1936/37 y el
mes de mayo de 1937 llevaron al autor a señalar que "lo que había sucedido
en España no era sólo una Guerra Civil, sino el inicio de una revolución".
"Sólo
era el comienzo de una revolución, no una revolución completa. Incluso cuando
los trabajadores, sin duda en Catalunya y posiblemente en todas partes,
tuvieron el poder para hacerlo, no derrocaron ni reemplazaron el Gobierno.
Es evidente que no podían hacerlo con Franco a la puerta y con parte de la
clase media de su lado. El país atravesaba una etapa de transición que podía
derivar hacia el socialismo o hacia una república convencional", escribe
el autor.
Bajo su
punto de vista, la Guerra Civil española y el conflicto interno que se vivió en
el bando republicano fue silenciado por la prensa internacional. "Otra
de las enseñanzas que me llevo de esta guerra es que tanto la prensa de
derechas, como la prensa de izquierdas, mienten por igual", llega a
escribir. "La prensa antifascista europea ha tratado de ocultar [el
aspecto revolucionario], reduciéndolo todo a una cuestión de fascismo contra
democracia y pasando por alto en lo posible el aspecto revolucionario. En
Inglaterra, donde la prensa está más centralizada y la opinión pública es más
fácil de manipular que en ninguna otra parte, sólo se ha dado publicidad a dos
versiones de la guerra de España: la versión de la derecha de unos patriotas
cristianos enfrentados a unos bolcheviques con las manos manchadas de sangre, y
la de la izquierda de unos caballerosos republicanos aplastando una revuelta
militar", explica.
Problemas
para su publicación
La obra Homenaje
a Cataluña de George Orwell tuvo serios problemas para ver la luz debido a
la feroz crítica al stalinismo. De hecho, el libro pondrá en aprietas la
relación de Orwell con su editorial habitual, que se negó a publicar la obra, y
que finalmente salió a la venta con la pequeña editorial Secker & Warburg.
"La 'verdad' que quería contar Orwell en su libro sobre España resultaba
excesivamente incómoda para un editor que se sentía, como tantos otros,
compañero de viaje del Partido Comunista", escribe Miquel Berga, doctor en
Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona y especializado en
escritores ingles y la Guerra Civil española.
No obstante,
la publicación de la obra fue un fiasco editorial. Los 1.500 ejemplares de la
primera edición aún no se habían agotado a la muerte de Orwell en 1950. La
editorial tardó 14 años en recuperar el avance de 150 libros que había pagado
al autor. Sin embargo, en 1975, las ventas ya eran millonarias, tal y como
recoge Berga.
En España,
la publicación del libro de Orwell tuvo que esperar más de treinta años. La
primera edición, publicada en 1970 en catalán y en castellano, fue duramente
censurada y hasta 2003 no se público el libro tal y como lo escribió el
escritor inglés. Alberto Lázaro, profesor de la Universidad de Alcalá, ha hecho
un estudio meticuloso de la censura franquista en el libro de Orwell. Lázaro
resume en una tabla comparativa lo escrito por Orwell y lo publicado en el
régimen franquista.
Así, la obra
publicada, vigente hasta 2003, no podía hablar de "fascistas" sino
de "franquistas o nacionales"; la "bandera nacional
catalana" debía ser "la bandera catalana"; lo que Orwell
llamaba el alzamiento del pueblo español fuese sustituido por "la
izquierda española"; o que cuando el autor decía que valía la pena luchar
por el Gobierno "contra el fascismo más crudo y desarrollado de Franco y
Hitler" se le hiciese decir simplemente "contra el fascismo". En
otros casos, sin embargo, se optó por la eliminación de un párrafo entero, como
uno en el que Orwell afirma que Franco "está vinculado a los
latifundistas feudales y defendía la vetusta reacción militar
eclesiástica".
Citas de
Orwell sobre la Guerra Civil:
Sobre España
y españoles
"Prefería
ser extranjero en España que en cualquier otro país. ¡Qué fácil es hacer amigos
en España! Al cabo de un día o dos, ya había veinte milicianos que me llamaban
por mi nombre de pila, me enseñaban toda clase de trucos y me abrumaban con su
hospitalidad".
"A los
españoles se les dan bien muchas cosas, pero no combatir. A todos los
extranjeros les horroriza su ineficacia y, sobre todo, su desesperante falta de
puntualidad. Lo quiera o no, un extranjero siempre acabará aprendiendo la
palabra mañana. Siempre que es humanamente posible, los asuntos de hoy se
posponen a mañana. Tan evidente es que los propios españoles bromean con ello.
En España, desde una batalla a una comida, nunca ocurre a la hora
acordada".
Sobre la
preparación de la milicia del POUM y el material bélico
"La
supuesta instrucción consistía solo en estúpidos y anticuados ejercicios de
desfile: variación derecha, variación izquierda, media vuelta, en columna de
tres y todos sinsentidos que habría aprendido a los quince años. Era un modo
insensato de entrar a un ejército de guerrilleros. Es evidente que, si solo se
dispone de unos días para adiestrar a un soldado, es imprescindible enseñarle
lo más necesario: a ponerse a cubierto, a avanzar por terreno despoblado, a
montar guardias y construir un parapeto y, sobre todo a utilizar armas. Sin
embargo, aquella turba de muchachos entusiastas a quienes iban a enviar al
frente al cabo de unos días no aprendía a disparar un fusil o a quitar el
seguro de una granada. En aquel momento, no caí en la cuenta de que
sencillamente no tenían armas. En la milicia del POUM, la falta de fusiles eran
tan desesperante que las tropas recién llegadas al frente tenían que utilizar
los de los soldados a quienes habían ido a relevar".
"Los
proyectiles eran viejísimos; no recuerdo quién encontró una espoleta con la
fecha impresa y era de 1917. Los cañones fascistas eran del mismo fabricante
que los nuestros, y los obuses que no llegaban a estallar se reparaban y se
volvían a utilizar contra ellos. Se contaba que había un proyectil, que tenía
mote propio, que iba de un lado al otro sin explotar nunca".
Enfrentamiento
en la Telefónica a favor de los anarquistas
"En
cuanto supe lo que ocurría me sentí aliviado. La cosa estaba clara. De un lado
estaba la CNT, del otro la Policía. No siento especial simpatía por el
"obrero" idealizado por los comunistas burgueses, pero cuando veo a
un obrero de carne y hueso enfrentado a su enemigo natural, el policía, no
necesito preguntarme de qué lado estoy".
Barcelona,
en la primavera de 1937
"La
indiferencia generalizada por la guerra me pareció sorprendente y repulsiva.
Horrorizaba a los que llegaban a Barcelona procedentes de Madrid o incluso de
Valencia. En parte se debía a lo lejos que estaba del frente. (...) Nadie
quería perder la guerra, pero la mayoría quería que acabara cuanto antes. Se
notaba en todas partes. Fueras a donde fueses te recibían con la misma
observación: '¡Qué guerra tan terrible! ¿Cuándo acabará?' A la gente con
conciencia política le preocupaban más las rencillas internas entre los
anarquistas y los comunistas que la lucha contra Franco.
Herido en el
frente
Apenas
llevaba diez días en el frente cuando me hirieron. Recibir un balazo es una
experiencia interesante, y creo que la pena describirla con detalle. (...) Es
muy difícil decir lo que sentí, aunque lo recuerda de manera muy vívida. A
grandes rasgos, tuve la sensación de encontrarme en el centro de una explosión.
Creí oír una detonación muy fuerte, vi una luz muy intensa y sentí una tremenda
sacudida, aunque no me dolió: sólo fue una una sacudida muy violenta, como una
descarga eléctrica, acompañada de una debilidad terrible, como si me hubieran
golpeado y no tenía fuerzas para hacer nada. (...)
"Enseguida
supe que me había dado. (...) Justo después se me doblaron las rodillas. Caí y
me golpeé la cabeza contra el suelo, pero por suerte no me dolió. (...) Cuando
me incorporaron, me salió un chorro de sangre de la boca y oí decir a un
español que tenía detrás que la bala me había atravesado limpiamente el cuello.
Noté que el alcohol, que en condiciones normales me habría escocido como un
demonio, me producía un frescor agradable en la garganta. (...) Di por hecho
que estaba listo. Nunca había oído hablar de hombre o animal al que hubieran
disparado en el cuello y que hubiese sobrevivido."
"Debieron
pasaron dos minutos en los que pensé que me habían matado. Y eso también fue
interesante; me refiero a que es interesante saber en qué piensa uno en una
ocasión así. Aunque parezca un tópico en lo primero que pensé fue en mi mujer.
Lo siguiente que sentí fue una violenta rabia por tener que dejar este mundo,
en el que, a pesar de todo, me encuentro muy bien. Tuve tiempo de sentirlo de
forma muy vívida".
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