Su documental 'La guerra contra las mujeres' está
preseleccionado en tres candidaturas para los Goya; el 7 de enero se conocerán
las nominaciones.
El periodista pasó tres años entrevistando a decenas de
mujeres víctimas de violaciones y otros abusos en guerras de países como Congo,
Ruanda o Bosnia.
"Fui a verlas una y otra vez. Al principio, sin cámara.
Les expliqué cuál era mi idea. Lo fascinante de esto es que el 99% accedió",
explica Hernán Zin.
MIRENTXU MARIÑO
26.12.2013 - 20minutos.es
El periodista Hernán Zin,
autor del blog Viaje a la guerra en 20minutos,
ha viajado por medio mundo contando historias de conflictos y países en situación
de crisis extrema. En esta ocasión, ha dado un paso más y ha decidido abordar
en un documental la experiencia de las mujeres que han sufrido abusos sexuales
en un contexto de guerra.
El reportero y escritor pasó tres años entrevistando
a víctimas en lugares como Congo, Ruanda o Bosnia, entre otros. Un
trabajo muy duro y exhaustivo que opta a tres candidaturas a los premios Goya de 2014
en la primera criba de estos galardones: mejor película, mejor película
documental y mejor canción original (César debe morir, con Carlos Jean y
Bebe). El próximo 7 de enero se desvelarán las nominaciones definitivas.
¿Cómo se afronta un proyecto tan duro como este
documental?
Como una enorme responsabilidad.
No fue fácil para estas mujeres mirar al pasado y rememorar el horror padecido.
Así que como narrador, como encargado de gestionar y difundir sus testimonios,
sentí una grandísima responsabilidad (como la que quizás no había sentido desde
la investigación que hice en 2002 en Camboya y que dio pie al libro Helado
y patatas fritas). Sentí que debía gestionar su testimonio con
mucha eficacia, para que llegue al mayor número de espectadores posibles, con
muchísimo respeto y delicadeza, y con mucha verdad. Quizá por esto, al final
opté por dejar que el peso de la narración cayera sobre ellas.
También es un proyecto muy ambicioso en cuanto a
recursos, tiempo... ¿se puso límites?
La verdad es
que he tenido una enorme fortuna en este sentido. He podido rodar durante tres
años en diez países. He podido editar el material durante dos años, dejando que
las historias reposaran. Siempre tuvimos claro en el equipo de producción que
era lo mínimo que se merecían estas mujeres. Un trabajo pausado, exhaustivo.
¿Con cuantas mujeres ha hablado desde que hizo el
primer viaje?
Han sido más de cincuenta víctimas
las que entrevisté en Congo, Ruanda, Sudán, Kenia, Bosnia, Uganda, etc. Al
final, no todos los testimonios entraron. A muchas de ellas, como Jane, las
volví a visitar una y otra vez a lo largo de los años. La idea era mostrar que
las consecuencias de la violación no duran un día sino que son para siempre.
¿Cómo se consigue que cuenten sus experiencias a un
desconocido? ¿Tuvo ayuda?
Fui a verlas una y
otra vez. Al principio, sin cámara. Les expliqué cuál era mi idea. Por qué me
parecía importante que miraran a cámara, que no ocultaran sus rostros. Lo
fascinante de esto es que el 99% accedió, creyó en el proyecto, en su lógica:
son los violadores los que se tienen que esconder, no las víctimas. El silencio
de las víctimas es el que les da impunidad para que sigan violando. Mi conclusión
es que son mujeres muy valientes, fuertes. Aunque el documental es duro, lo
cierto es que ellas son admirables y dejan al espectador un gran ejemplo de
vida, de tesón ante la adversidad. Me siento privilegiado de haberlas conocido.
¿Es aún un tabú hablar de los abusos sexuales a
mujeres y niñas en conflictos?
Lo ha sido durante
siglos. Por eso, la violación como arma de guerra ha sido una herramienta tan
popular en los conflictos armados. Pero, como cuenta el documental, a raíz de
Ruanda y Bosnia, la historia ha empezado a cambiar. Los tribunales penales
internacionales para estos conflictos han dictaminado resoluciones históricas:
primero, diciendo que la violación es un crimen de guerra. Después, que es un
crimen contra la humanidad. En menos de una década se ha avanzado muchísimo. Y
la idea del documental es contribuir en este sentido. Aportar al debate la voz
de las víctimas.
¿Qué historia le ha impresionado más?
Las de las dos protagonistas: Jane y Leila. Jane, porque
sufrió una violación tan brutal por parte de soldados en el Congo que ha tenido
que padecer ocho operaciones en su aparato reproductor; y Leila porque fue
violada por decenas de soldados serbios durante tres años. Ambas, a pesar de
todo, siguen adelante con sus vidas, luchando, sonriendo, con pasión, con
valentía. Son seres humanos ejemplares, de los que se tendría que hablar mucho
más en los medios.
Supongo que, aunque el documental está centrado en las
mujeres, habló con hombres también.
Está la historia de Pai Pai, que es un
soldado que ha violado a decenas de mujeres. Y también el doctor Denis Mukwege,
que opera a las mujeres víctimas de violaciones en el Congo. Solo ellos. Los
demás, mujeres. Ellas llevan el peso de la narración.
¿Existe una sensación generalizada de impunidad
respecto a estos delitos?
Muy grande. En la última
década ha comenzado a cambiar con varias condenadas de las cortes penales para
Ruanda y para la Antigua Yugoslavia, y con las resoluciones de la ONU 1325 y
1820. El documental intenta romper el silencio y ayudar en este sentido a que
se hable del tema y se avance contra la impunidad.
India y Egipto, entre otros lugares, han
protagonizado titulares relacionados con abusos a mujeres y niñas en los últimos
meses. ¿Cuál es la línea roja entre un hecho aislado y una práctica habitual?
La guerra contra las mujeres se centra en la
violación como arma de guerra, como estrategia militar. En India, país en el
que he vivido, hay un machismo feroz, como el que nunca he visto en otra parte
del mundo. Es una cuestión social muy arraigada. En febrero estrenamos con Jon Sistiaga en Canal Plus un documental
que hicimos en India sobre las violaciones y la condición de la mujer.
Os lo recomiendo. Allí se ven muy claras las diferencias entre ambos fenómenos.
¿Se ven muy lejanos desde Occidente este tipo de
abusos masivos?
Yo creo que no es uno de esos
temas que nos tocan muy lejos. No, creo que es algo con lo que todos podemos
empatizar. De hecho, es uno de los trabajos que he hecho que mayor repercusión
ha tenido. Creo que tras la emisión en La 2 de TVE, muchos
espectadores se imaginaron en el lugar de esas mujeres. Y si la parte africana
nos quedaba un poco más lejos, la sección de Bosnia sirvió de puente. Por eso
arranco con la narración con Leila.
¿Qué papel juegan los medios de comunicación en
esto?
Hace falta hablar más del tema. Más
análisis en profundidad, más reportaje. Hasta ahora también la prensa ha tenido
ciertos pudores al tratar esta cuestión. Y el silencio nunca ayuda. Tras el
silencio se parapetan los agresores.
¿Es La guerra contra las mujeres un
testimonio, una denuncia o una forma de lucha contra estos crímenes?
En la primera parte, Romper el silencio es un
documental testimonial, en el que varias mujeres cuentan lo sufrido. En la
tercera parte El fin de la impunidad es un documental de denuncia sobre
la pasividad del mundo ante estos crímenes. Y ojalá se convierta en una
herramienta para luchar contra estos crímenes. Ya eso no está en nuestras
manos.
La película está preseleccionada a
los Goya en tres categorías, ¿qué espera de los premios?
Ojalá los Goya nos ayuden a llevar la voz de estas
mujeres lo más lejos posible. Es lo que más me importa. Seguir viajando, seguir
contando historias es para mí el gran premio que la vida me regala todos los días.
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