Tras el asesinato de sus padres, hermanos, maridos e hijos, las mujeres
bosnias de Srebrenica se las han arreglado para seguir adelante sin apenas
ayuda, en una región alfombrada con miles de minas antipersona.
ALEJANDRO LÓPEZ DE MIGUEL Kamenice (Bosnia-Herzegovina) 20/01/2014
publico.es
El genocidio
de Srebrenica es probablemente uno de los episodios más oscuros de la guerra
de Bosnia. Sucedió en un escenario en el que se concentraron todos los
elementos necesarios para que se produjera la catástrofe: el sanguinario
general Ratko Mladic y sus tropas, el grupo paramilitar serbio los
escorpiones, y una ciudad teóricamente protegida por los cascos azules de
la ONU. En ella fueron asesinados entre 8.000 y 10.000 hombres, en su
mayoría musulmanes bosnios, cuyo destino compartieron también varios ancianos,
niños y mujeres.
"Durante
la guerra, mi abuela perdió a su marido y a sus tres hijos. Mucha gente murió
en mi pueblo y en el área que lo rodea", confiesa a Público Meldina
Omerovic, de 16 años. "Fue la primera mujer en volver al pueblo.
Vivió en una casa de madera sola, hasta que los supervivientes comenzaron a
regresar", asegura. "No fue fácil vivir sola en la aldea,
porque por entonces la guerra aún no había terminado. Fue muy duro sobrevivir
para las mujeres que sufrieron el asesinato de sus maridos, que además tenían
que salvar a sus hijos", recuerda.
Como la
abuela y la madre de Meldina, miles de mujeres bosnias se vieron
brutalmente separadas de sus hijos, maridos y hermanos, desprovistas de sus
posesiones y expulsadas de sus hogares, en el marco de la brutal guerra en
el corazón de una Europa que se creía invulnerable, y que permaneció impasible
durante años, ajena al sufrimiento de los serbios, croatas y musulmanes —de
trayectoria familiar, no necesariamente de confesión— que poblaban
Bosnia-Herzegovina.
"Todo
fue destruido por la guerra. Llevó mucho tiempo construir nuevas casas,
carreteras colegios y hospitales. Nosotros volvimos en 2001. Entonces sólo
diez personas vivían en este pueblo, pero a lo largo de los años han ido
estableciéndose aquí otras", asegura Meldina. Sus padres fueron expulsados
de sus pueblos y obligados a establecerse en otros lugares, durante una guerra que
hoy suena remota, olvidada, aunque tuviera lugar a mediados de la década de los
90.
16 años han
pasado desde que el pueblo de Kamenice sufriera en carne propia las
consecuencias del conflicto en Bosnia (1992-1995), durante la desintegración de
la antigua Yugoslavia. A apenas ocho kilómetros de distancia, el enclave
escogido por Mladic para lo que muchos consideran una verdadera
limpieza étnica que los cascos azules holandeses no evitaron,
aunque hasta 2013
no se hayan enfrentado a una sola condena por permanecer impasibles durante la
masacre.
Según los
últimos cálculos, y aunque algunas organizaciones como las Madres de
Srebrenica elevan hasta 10.000 el número de fallecidos, 8.373
personas fueron asesinadas en el pueblo bosnio. Y la cifra sigue creciendo.
18 años después, equipos de forenses continúan abriendo fosas comunes,
identificando cuerpos, sumando víctimas a la lista que plasma con miles de
nombres y apellidos el horror que asoló Bosnia-Herzegovina.
Los dos
máximos responsables del genocidio no fueron capturados hasta finales de
la década del 2000 y principios de 2010, tras varios años de presión. El
expresidente de la República Srpska—zona de mayoría serbia en Bosnia—, Radovan Karadzic
(2008) y el jefe del Ejército, el general
Ratko Mladic (2011) permanecen en prisión preventiva, a la espera de
una condena . El Supremo Holandés ha reconocido parte de la responsabilidad de
los cascos azules, pero las heridas de Bosnia están aún muy lejos de
cerrarse, por no hablar de que sus tierras siguen alfombradas por cientos de
miles de minas antipersona, que siguen mutilando y matando a sus habitantes
cada año —sólo en 2012 fueron decenas los heridos y mutilados por los
explosivos—.
Y, aún en el
caso de que el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia
(TPIY) fuese capaz de juzgar a los mayores responsables de la guerra de los
110.000 muertos, aún quedaría mucho trabajo por hacer para con los
Bosnios. La abuela de Meldina perdió a su marido y a sus hijos. Su prima
Meva Omérovic perdió a su padre, y hoy tiene que arreglárselas para sobrevivir
junto a su madre con apenas 150 euros de ayuda del Gobierno.
"Después
de la guerra, las viudas recibieron una compensación económica como ayuda para
sobrevivir", afirma Meldina. Preguntada por si es esta ayuda
suficiente, y por cómo han progresado estas mujeres, supervivientes de una
guerra, Meldina se muestra rotunda: "La ayuda del Estado no es
suficiente, pero ha facilitado sus condiciones de vida. Con el paso del tiempo,
algunas han permanecido en ciudades, pero otras han vuelto a los pueblos y
abierto escuelas, tiendas, granjas... Han vuelto a progresar", sostiene la
joven.
A un par de
años de acabar la escuela secundaria, Meldina tiene varias ideas claras sobre
su futuro: "Me gustaría estudiar Inglés para ser traductora, o tal vez
Economía, es la modalidad de Secundaria que estoy cursando. Básicamente, no
veo mi futuro en este pueblo, y quiero continuar educándome en una ciudad
mayor, o quizás incluso en otro país. Este es mi sueño", defiende,
consciente de la diferencia de posibilidades para establecerse en otros países
entre quienes portan un pasaporte de la UE y uno bosnio.
Mayoría
femenina en Kamenice
En
el pueblo de Kamenice viven hoy 84 personas: 45 son mujeres, y 39 son hombres,
pero muchos son muy jóvenes como para haber sido testigos de la guerra que
devastó Bosnia-Herzegovina, y que, como le ocurrió a la abuela de Meldina,
obligó a desplazarse para sobrevivir a cientos de miles de personas, que hoy
siguen luchando contra el contexto social, político y económico de su país para
asegurarse un futuro.
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