Las estepeñas han sido clave en el
surgimiento y consolidación de una de las industrias más singulares de
Andalucía.
Desde las clarisas hasta las
trabajadoras actuales, las mantecaeras han mantenido vivo un producto
tradicional que regresa cada Navidad.
Miguel Ángel Parra 21/12/2013 – eldiario.es
Con manteca de cerdo, harina, azúcar,
canela y ajonjolí se hace el tradicional mantecado de Estepa. Aunque hay
variantes. Sin embargo, el ingrediente imprescindible para elaborar este
tradicional dulce sigue siendo la mujer de Estepa. De hecho, el 85% de las
personas que trabajaban en esta industria son mujeres. Se les llama las mantecaeras.
Hace más de 400 años, el mantecado
empezó a elaborarse sólo para autoconsumo y siempre en el ámbito doméstico, y
su preparación era completamente manual. Ellas eran las que se encargaban de la
matanza, obtenían la manteca de cerdo y las que hacían los mantecados. No había
mujer en Estepa que no supiera hacer mantecados y la receta fue pasando de
madres a hijas hasta hoy.
Remedios Fernández tiene 53 años y
empezó a trabajar en el mantecao a los 13. Los cuatro últimos meses de
los últimos cuarenta años los ha pasado liando mantecados. Su sitio era junto a
la máquina de los moños, llamada así por la forma del envoltorio. “La campaña
comienza en septiembre y acaba en diciembre y ese dinero es una ayuda extra que
viene muy bien en casa, con mi marido enfermo y mi hijo viviendo en
Inglaterra”, asegura, mientras recuerda el ambiente cordial que durante toda su
vida ha habido entre las mujeres que trabajaban en las fábricas.
Fue una estepeña como ellas, Filomena
Micaela Ruiz Téllez, apodada La Colchona, la artífice del arranque de esta
industria local a mediados del siglo XIX, aunque los mantecados venían
haciéndose en el pueblo desde los siglos XVI y XVII, según algunos estudios. De
hecho, las monjas clarisas de la localidad se dedicaron a hacer dulces desde la
fundación de su convento, en 1599.
Cuando La Colchona vio la demanda que
tenían los mantecados, empezó a enviarlos con su marido, un transportista
local. Pero vio que estos dulces se desmoronaban al abrirlos y se ponían duros
muy pronto, así que empezó a emplear harina reseca para conseguir que quedaran
crujientes por fuera pero tiernos por dentro, alargando así su conservación.
En 1870, Filomena y su marido montaron
el primer obrador artesanal de Estepa, que llevaba su nombre; una empresa que
aún hoy perdura en la localidad. Desde ese momento, surgen en Estepa
innumerables hornos y pequeños obradores dedicados a la fabricación,
comercialización y distribución del mantecado y, en todos ellos, se emplea a
mujeres. Al ser empresas familiares, ellas trabajaban juntas en las casas de
los dueños. “Allí estaban las madres, las hijas, las tías, las sobrinas… Todas
las mujeres del pueblo”, recuerda Remedios.
Además, muchas jóvenes llegaban a
Estepa en busca de trabajo y muchas encontraban novio en el pueblo, por lo que
acababan estableciéndose allí. “Venían de todos los pueblos de la comarca y las
llamaban las suecas del invierno, porque les quitaban los novios a la mozas”,
recuerda Remedios, cuyo marido ha trabajado más de 30 años resecando harina,
igual que hacía La Colchona.
Rodeadas de un ambiente de
compañerismo, las mujeres estepeñas estaban poniendo, sin saberlo, los pilares
de una industria que hoy genera millonarios ingresos a la localidad. “Estaban
las del hacer, que hacían la masa; las del liao, que envolvían el
mantecado en el papel; las del envase, que lo metían en cajas; las maestras,
que supervisaban el trabajo… Sólo los del amasijo, que amasaban el dulce, los
horneros y los de los paquetes, que cargaban las cajas, eran hombres”, cuenta
Remedios. El resto, mujeres que trabajaron a destajo, sin convenios ni horas
extras, realizando, con esmero y dedicación, un trabajo que, a principios del
siglo XX, convirtió a Estepa en un modelo de industria en la provincia de
Sevilla, en una zona dedicada mayoritariamente a la agricultura.
La mecanización del proceso, la
industrialización del sector y la legislación laboral contribuyeron a mejorar
notablemente la situación de las mantecaeras de Estepa, cuyas vidas
giraban completamente en torno a esta actividad. Hasta el punto de que las
estepeñas planificaban sus bodas y embarazos en función de la temporada, según
el libro Las 'mantecaeras' de Estepa. Un trabajo antropológico
sobre una industria local , de Anastasia Téllez.
40 millones de euros de facturación
previstos
En el último
siglo y medio, el mantecado se ha convertido en un fuerte motor de empleo y
generador de riqueza en Estepa, responsable del 90% de la producción nacional
de este tradicional dulce. Según datos del Consejo Regular de la Indicación Geográfica
Protegida Mantecados de Estepa, en esta campaña se prevé una facturación de 40
millones de euros, cuyo valor añadido se quedará prácticamente por completo en
la localidad debido a que los 2.000 empleos directos y 2.500 indirectos que
genera el mantecao en Estepa están en el pueblo. Toda una industria que
producirá 17 millones de toneladas de productos, entre mantecados, polvorones,
roscos, alfajores y otras variantes. Todos ellos cocinados, envueltos o
empaquetados, aún hoy, por manos de mujer.
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