Asia toma la delantera a Occidente en la explotación de recursos naturales afganos valorados en más de dos billones de euros
RICARDO MARTÍNEZ DE RITUERTO Bruselas 31 OCT 2011
Una veintena de países y organizaciones se reúnen el miércoles en Estambul (Turquía) para participar en una enésima conferencia internacional sobre Afganistán, esta vez bajo el lema “Seguridad y cooperación en el corazón de Asia”. Como meta, ver qué hacer entre todos para estabilizar el país, eterna manzana de la discordia entre ambiciosos vecinos, y ver cómo crear un marco de relaciones que permita explotar las codiciadas materias primas que atesora.
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido), India, Pakistán y la UE, entre otros, asistirán a la cita, en la que el presidente Hamid Karzi anunciará la relación de provincias y distritos, que tras los siete de julio, pasarán próximamente a ser controlados en exclusiva por las fuerzas de seguridad afganas. El objetivo último es que todo el país esté bajo la tutela de Kabul a finales de 2014, cuando se retiren los últimos soldados de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF).
A la espera de que caiga ese telón, en Afganistán se comienza a levantar otro, el del tesoro. “Afganistán está, literalmente, sentado en un banco de oro”, dice una fuente europea perfecta conocedora de la situación en el país asiático. Oculto a la vista de todos, pero bien presentes bajo tierra, hay oro, mineral de hierro, cobre, litio, minerales estratégicos varios, piedras preciosas… riquezas estimadas en tres billones de dólares (2,11 billones de euros), sin contar los que puedan proporcionar el gas y el petróleo, prácticamente inexplorados. en los que tienen puesto el foco grandes corporaciones extractivas de todo el mundo y sus asociados, desde bancos a fabricantes de equipo pesado pasando por firmas de tecnología punta o compañías de seguridad.
El futuro de un Afganistán más o menos estable y prooccidental se teje con muchos hilos (políticos, de seguridad, de desarrollo económico e institucional, de relaciones con los vecinos, como las se busca consolidar en Estambul) y uno de ellos es el de la inversión.
China e India ya están moviendo sus peones y son los primeros países en meter la cuchara en el descomunal pastel de los tres billones, sin haber gastado un céntimo en operaciones militares de estabilización o de lucha contra el terrorismo (Estados Unidos, a razón de 100.000 millones de dólares al año). Una compañía india se llevará en este noviembre, salvo sorpresa mayúscula, una magna concesión de explotación de mineral de hierro y Pekín tendrá luz verde a partir de diciembre para explotar un yacimiento de gas y petróleo. China también tiene un pacto para trabajar en una mina de cobre.
Occidente mira con preocupación esos movimientos y trata de preparar el terreno. Tres ministros afganos (Finanzas, Economía y Minas) fueron invitados estelares a una conferencia internacional organizada la semana pasada en Bruselas por Euromines, ente que representa a decenas de compañías del sector de la extracción. Entre los presentes, llegados de una veintena de países (incluidas superpotencias de la minería como Estados Unidos, Canadá, Australia y Suráfrica), había delegados de más de 40 compañías (Anglo-American, Lafarge Group, Caterpillar, General Electric, Siemens, Ernest& Young, HSBC, DynCorp y otras).
A los ministros se les presentó una relación de nueve áreas claves a mejorar (con la seguridad como número uno, seguida de transparencia, Estado de derecho, certidumbre legal, fiscalidad…), propuesta que aceptaron y enmarcaron en los planes de su Gobierno para hacer atractiva la inversión a los occidentales.
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