mércores, 29 de xuño de 2011

Antonio López, un pintor en construcción


El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inaugura el martes una extensa retrospectiva del artista que incluirá algunas obras en proceso de creación, como sus vistas de la Gran Vía
PEIO H. RIAÑO MADRID 24/06/2011
Cuando Antonio López llamó al modelo, él ya no estaba allí. Hace 25 años, el pintor manchego trabajaba sobre dos esculturas, una mujer de pie y un hombre yacente. La mujer vive desde hace tiempo en el Museo Reina Sofía, pero el hombre acaba de nacer. Esta semana ha perfilado y pulido la imponente pieza de bronce en la fundición donde le ayudan con los puntos de soldadura. Ha sido uno de los partos más largos que se recuerdan. La figura estuvo muchos años en su taller hasta que vino alguien y se interesó por ella. Era el empujón que necesitaba la criatura.
Lo primero que hizo fue averiguar si su agenda telefónica tenía el número del modelo en el que se inspiró para hacer la escultura. También dudaba de que aún fuera el mismo que apuntó en su día. La sorpresa fue doble cuando le contestó la mujer del modelo, pero para informarle de que su marido había fallecido unas semanas antes. "Busqué otro modelo que se parecía y lo acabé. Aquel hombre tenía una constitución muy fuerte. Si hubiera vivido me habría valido para ciertas partes como las manos y las uñas", cuenta en la cocina de su taller el pintor.
La última tarde que pasó junto a su escultura estuvo patinándola, dándole el tono oscuro. Ha afinado tanto la capa de pátina que se transparenta el bronce. Antonio se acerca a la escultura, la mira de cerca, la acaricia, parece hablarle al oído, ultima la expresión de esa piel artificial con una herra-mienta parecida al torno de un dentista o de un joyero. "Son muelas gordas que comen el bronce, para afinar y reforzarel gesto", explica mientras señala sus ojos. "Las patas de gallo", dice. "Es un instrumento muy fino: es como operarse los ojos", habla y señala su cara. Su rostro fino también tiene algo escultórico.
"Es de esas cosas que dejas abandonadas, no porque no te guste, sino porque surgen otras cosas con más interés para uno", explica sobre el motivo por el que no finalizó en su día la pieza. El tiempo avanza sobre las obras que parecen paradas, la espera de la vida también cuenta en cada una de las creaciones de Antonio López. El tiempo siempre presente y cambiante.
Cuando el próximo martes el Museo Thyssen-Bornemisza abra las puertas de la exposición retrospectiva de Antonio López olerá a pintura fresca. Estos días, el pintor, de 75 años, corre del taller a la fundición y de ahí a la sala de exposiciones a supervisar el montaje. Aunque la figura del hombre yacente contará con la pátina lista, el pintor tendrá pendiente la serie de las siete vistas en un viaje único por la Gran Vía, desde las siete de la mañana hasta el atardecer. A pesar de eso, ha decidido presentar estos paisajes al espectador en pleno proceso de construcción, el pintor al desnudo: a unas se les ve el dibujo sobre el lienzo, otras apuntan las formas, algunas van más avanzadas y todas con la dura luz de agosto esbozada.
Su hija María López cuenta en el texto del catálogo cómo es esa transformación de algo que parecía olvidado: "Es el tiempo presente su verdadero motor y lo que le mueve a transformar y revisar tantas veces una misma obra".
La muerte del arte
Si una pintura o una escultura en las manos de Antonio López es un ser vivo pendiente de la última transformación, ¿cuándo muere la obra de arte? "El arte muere de una forma biológica: cuando tú te desenganchas de ella. Sólo entonces habrá finalizado completamente y no habrá manera de revivirla. Muere cuando muere para ti. Me pasó con La terraza de Lucio, que una vez pintada la volví a ver y había cambiado el hechizo, así que tuve que cambiarla. Haces lo que haga falta, puedes continuar. Si realmente tienes un interés por algo, tiene una capacidad de desarrollo enorme e incontrolable. Esto me ha pasado media docena de veces, quiere decir que el tiempo no ha matado el germen de ese trabajo, que sigue despierto y se reanuda por el contacto con esa pieza", resume.
La exposición de Antonio López en el Thyssen es, en realidad, dos en una. La división en dos salas acentúa el efecto que causa reconocer al pintor de los paisajes monumentales, en la planta superior, y recordar, en las salas inferiores, las tripas de lo íntimo de sus orígenes. Arriba, lo brillante y espectacular, abajo, el pequeño corazón.
En la parte más espectacular, López enseña sus trabajos agrupados por obsesiones, desde la memoria y el desnudo a la naturaleza, pasando por el dibujo, la pintura y la escultura. Es el mundo reflejado, el que compartimos todos. En la intimidad de la sala inferior, el artista enseña el mundo inventado, el que solo puede ver él. La verdadera retrospectiva es esta última, que repasa cronológicamente desde sus inicios a sus últimas acciones, sus 58 años de creación.
Reconoce el artista que al principio había pensado en una exposición no demasiado amplia, él prefería sólo cosas recientes: "Si era de trabajos recientes, no iba a ser muy larga". Pero quedó muy corta, así que añadieron la línea retrospectiva desde sus inicios. "Al final han quedado dos exposiciones muy diferentes, pero la suma de las dos es un pintor", explica. Además, se han incluido dos esculturas monumentales, una copia de la impactante La mujer de Coslada, en el hall del museo.
"Arriba está lo que tiene una dimensión mayor, es como si se reúnen las novelas de un escritor que más páginas tienen. El cuadro de la vista desde la Asamblea posiblemente sea de los paisajes más grandes que se han hecho del natural. No creo que los temas cambien del espacio de arriba al espacio de abajo, cambia el formato Si todo estuviera reunido en la misma sala no notarías la transición entre unas obras y otras", asegura.
Sin embargo, el camino de Antonio López hacia la realidad objetiva le distanció de sus primeras obras. Poco a poco fue acercándose a la dureza de las cosas reales, a la visión despellejada de la realidad. Pero tardó en aceptarlo, porque temía quedarse desprotegido. No fue un solo paso, hubo muchos entre la visión de la plaza de Atocha con una pareja copulando, hasta la Gran Vía. Apenas 20 minutos andando, toda una vida para llegar de un lado a otro.
Un paisaje puede ser cruel. "Hombre, de eso no se puede dudar", exclama. "Lo puedes hacer con una figura humana o con un tomate. El tomate te puede asustar o apetecer comértelo. Depende de cómo lo pintes. En el caso de la vista de Vallecas sentía en aquellos días la ciudad como algo amenazante y peligroso. Las miserias y las grandezas del hombre están ahí: no quise exagerarlo, pero tampoco dulcificarlo y hacer una gran postal de la ciudad. No quería ser complaciente".
Por eso admira la inteligencia y la bondad, como le pasaba a Pío Baroja. El escritor vasco salió en varias ocasiones a lo largo de la charla. "Decir que me ha movido el amor me parece una cursilada, pero si hay algo que me ha movido tiene que ver con lo amoroso. Es decir, yo no podría hacer Pulp Fiction. Por eso me gusta tanto Velázquez, porque sabe mirar muy bien y no califica. Prefiero a Galdós que a Clarín, prefiero Fortunata y Jacinta que La regenta, porque en la primera pasan cosas muy graves pero Galdós no lo dice. No se permite hacer juicio sobre sus personajes".
El arte es hacer
El tiempo pasa y el proceso no acaba nunca. En una exposición tan extensa como esta, con cerca de 130 piezas, que haya obra inacabada plantea la posibilidad de conocer los cimientos. "No es una lección, es una declaración. Es como explicar a un niño en qué consiste el acto amoroso, hay cosas que es bueno saberlas. Es un hecho natural: el arte es más una experiencia que un producto". Es decir, para Antonio López el cuadro acabado es un desecho. "Bueno, es la parte más falsa, más maquillada. Al hombre le gusta ver cosas bonitas y acabadas. Un cuadro es otra cosa", suelta con su vehemencia contenida característica.
Los grandes prejuicios que se han escrito sobre Antonio López están señalados en uno de los textos introductorios del catálogo, en el que se habla del "realismo elevado a un extremo propio" o "es mucho más que un artista hiperrea-lista". Frases con miedo al hiperrealismo, como si hubiera que legitimarlo: "Es una pena que la palabra hiperrealismo acabe dando miedo. ¿Quién tiene la culpa de eso? Es la arrogancia del conocimiento tendencioso, es confiar demasiado en las apariencias. ¿De dónde vendrá eso? La verdad debería haber tenido más prestigio, porque el hombre sabe simular con mucha facilidad. Hay personas que no admiten bien la verdad, no todo el mundo puede con esa neutralidad de la verdad".
Antonio López se retrata a sí mismo a partir de sus referentes
Cocina
"Si la casa tiene un corazón, la cocina es un órgano vital para el hombre. No es exactamente el estómago. La cocina y el dormitorio las siento juntas". [Su hija María recuerda cómo era en la cocina donde ella y su hermana comían y cenaban, y donde durante mucho tiempo ha visto a su padre pintar la ropa en remojo dentro del pilón y de la nevera abierta. "Cuando pintó el conejo desollado, tenía que congelarlo y sacarlo en cada sesión. Me encantaba verlo, al principio tan blanquecino y luego tomando color a medida que se derretía"].
Gran Vía
"Es un lugar inhóspito, inhabitable, onírico y misterioso. Quizás siento la Gran Vía como la parte que pertenece al lado más oscuro del hombre: no sabes por qué el hombre ha hecho esas cosas, pero necesita hacerlo para colmar sus ambiciones. Porque la Gran Vía no representa solamente todo lo que representa como arquitectura, sino como aspiración. Hay en esa calle algo que va mucho más allá de lo que es necesario para el hombre, que es el resto de Madrid. La Gran Vía es justamente el excedente de todo lo imprescindible para la vida, pero que también es necesaria, como lo son los sueños".
Luz
"El hombre tiene la posibilidad de desvelar cómo es el mundo. La luz está creada para todas las criaturas, incluso para las plantas". 
Mari [María Moreno, su mujer] "Es la perpetuación de la especie. Pero sobre todo, la nobleza, la belleza y la dignidad, formada a partir de la bondad. Mari es una persona bondadosa, algo que no soy yo pero a lo que aspiro".
Membrillo
"He oído decir que es la fruta de la inteligencia y la verdad es que no lo podría decir de otras cosas. Tiene una presencia ética y estética. No tiene que ver con las necesidades fisiológicas del hombre, sino con la belleza, la paciencia, con grandes virtudes".
Naturaleza
"Entre las conquistas del ser moderno está la consideración y el respeto por la naturaleza. Ahora se ama la naturaleza como a uno mismo y ya no se pone al hombre por delante. La naturaleza en la que me fijo retrata la parte hermosa del mundo, son las cosas que nos han mejorado la vida y que nos han alimentado. No elijo plantas agresivas, como un cactus. Necesito acercarme a cosas hermosas para poder continuar".
Paciencia
"Está en relación con lo que te importa e interesa. La paciencia del gato agazapado a la espera de la caza de un pájaro, esa es la definición perfecta de paciencia. La paciencia es el interés. Si algo no te importa no puedes tener paciencia; si se trata de tu hijo tienes mucha paciencia. La paciencia también es un hechizo. Y estoy hechizado delante de las cosas, no solo delante del cuadro".
Tomelloso
"Como Gustave Flaubert decía: ‘Madame Bovary soy yo', pues yo podría decir que Tomelloso soy yo [risas]. Bueno, esto es una broma. Es un poco impúdico tratar de definir lo que es Tomelloso para mí".
Velázquez (y Vermeer)
"Son cabezas maravillosas, criaturas que nacen para decir lo que otras personas verdaderamente necesitan contemplar. Son personas providenciales. Tenía que haber más, puesto que son tan necesarias. Pero por algún maleficio hay muy pocas que tengan esa pureza, esa clarividencia, esa capacidad de libertad, esa independencia de mirada y de criterio, esa inteligencia".  

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