xoves, 30 de xuño de 2011

"Nos vamos de Afganistán para no volver nunca más"


Miles de familias huyen de la guerra por miedo a morir en un atentado o en un bombardeo de la OTAN
ANTONIO PAMPLIEGA 25/06/2011
Tuvimos que huir por culpa de los bombardeos de la OTAN. Una noche está-bamos celebrando una boda en la aldea y habíamos alquilado un generador para tener luz y los soldados pensaron que se trataba de una base de los talibanes y nos bombardearon. Mataron a 18 mujeres y a diez niños", afirma el afgano Taj Mohamed, responsable de un campo de desplazados a las afueras de Kabul.
Mohamed, como la mayoría de las 900 familias que malviven en el campode Charah-e-Qambar, procede de la provincia afgana de Helmand, dondela guerra no da tregua. Pero las tropasde la OTAN no son las únicas responsables del éxodo masivo de Helmand."Los talibanes van casa por casa reclutando a un hombre de cada familia para que se unan a ellos; los que se niegan son ejecutados en público para que sirvan de ejemplo al resto de los aldeanos", confirma Rahmatullah,que tuvo que huir de su aldea para no unirse a la insurgencia.
Para los que llegan a este campo de desplazados no hay vuelta atrás; la insurgencia sentencia a muerte a los que regresan. "Hace dos semanas, una familia de este campo decidió regresar a su casa, pero cuando los talibanes se enteraron, los mataron a todos acusándoles de ser espías de [el presidente Hamid] Karzai", explica Mohamed.
Los desplazados viven en casas de barro y paja, coronadas con plásticos donde se puede leer el nombre de algunos organismos internacionales que han distribuido ayuda (Acnur, Unicef, WFP, Usaid). En las calles de Charah-e-Qambar, el agua estancada se torna de un verde oscuro mientras se entremezcla con los desechos humanos de sus habitantes, que se ven obligados a hacer sus necesidades en plena calle ante la inexistencia de baños o letrinas.
Otros desplazados afganos, si pueden pagárselo, deciden abandonar el país, como es el caso de Mohamed Mosawer y su familia, que llevan tres días esperando en un pequeño piso de Kabul junto a otras cinco familias más 35 personas en total para poder cruzar la frontera con Pakistán de manera ilegal.
"No nos queda nada"
"No nos queda nada. Nos vamos para no volver nunca más. Afganistán es mi hogar pero mi familia es mucho más importante", se lamenta Mosawer. "Ahora toda nuestra vida está ahí", dice señalando unas abultadas y quebradizas bolsas de plástico que reposan apoyadas en una de las esquinas de la pequeña habitación,, donde también están su mujer y sus cuatro hijos. "En Peshawar me espera mi hermano; trabajaré con él en la construcción. Nunca debí regresar", comenta este afgano que, como muchos de sus compatriotas, decidió volver a su hogar tras la caída del régimen del mulá Omar.
"Vinimos cargados de esperanza e ilusionados pensando que Afganistán volvería a ser un país en paz. Pero, después de diez años, tengo miedo a que un suicida o un bombardeo nos mate", comenta a este hombre que ha perdido toda esperanza de ver a su país algún en paz. "La guerraforma parte de nuestra cultura siempre ha sido así y siempre lo será", sentencia este afgano de etnia pastún, que huye de Helmand, la provincia más beligerante del país.
Mosawer ha tenido que desembolsar una cantidad ingente de dinero cerca de 1.500 euros por persona para poder pagar a un traficante de personas que los conducirá hasta las zonas tribales de Pakistán, donde podrán empezar una nueva vida. "Vendimos lo poco que teníamos para pagar el viaje e incluso mi hermano nos ha tenido que prestar dinero", confirma.
Empresa arriesgada
A pesar de que la frontera paquistaní se encuentra a sólo 300 kilómetros de Kabul, el viaje es una empresa arriesgada y muchos saben que se juegan la vida. Artefactos explosivos improvisados (IED, en sus siglas en inglés) colocados por la insurgencia, bandidos que asaltan a los vehículos para robar, controles en la carretera de las Fuerzas de Seguridad afganas o incluso un ataque de los talibanes son algunos de los riesgos a los que se enfrentan este grupo de personas.
"Sólo nos han dicho que viajaremos de noche para evitar los controles y para minimizar posibles asaltos de ladrones durante el camino", finaliza Mosawer. La desesperación que embarga a millones de afganos es tal que algunos no dudan en arriesgar su propia vida y la de sus familias con tal de escapar de las fauces de la guerra.
Durante su historia más reciente, millones de afganos se han visto obligados a abandonar el país por temor a los conflictos bélicos que lo azotan desde hace tres décadas. Entre 1979 y 2001, la invasión soviética de Afganistán, primero, y las luchas internas por el poder y el régimen talibán, después, forzaron a una tercera parte de la población a abandonar el país para refugiarse en Pakistán, Irán, Europa e incluso Estados Unidos.
Pobreza endémica
Tras la caída de los talibanes, cerca de cuatro millones de afganos decidieron regresar al país. Sin embargo, la pobreza endémica que se ha instalado en Afganistán, unida al recrudecimiento de la guerra y a la inseguridad que se vive en todo el país ha hecho que se produzca el efecto contrario.
Según estima el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), desde 2007 la tendencia ha vuelto a cambiar y se están produciendo movimientos migratorios hacia los países limítrofes con Afganistán.
Para ser una guerra que, según los líderes occidentales, debía traer la paz, la libertad y la prosperidad al pueblo afgano, en estos diez años sólo le ha proporcionado sufrimiento, pobreza y fantasmas.

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