Un libro revisa las películas propagandísticas del Ejército rebelde durante la Guerra Civil. El objetivo de los filmes era convertir a Franco en un líder carismático
CARLOS PRIETO Madrid 13/06/2011 05:50
Salamanca, 1 de marzo de 1937. Presentación de las cartas credenciales del embajador alemán Wilhelm Faupel en presencia de Francisco Franco. Los estadistas saludan desde el balcón a una multitud enfervorizada que agita banderas nazis. Suenan los himnos alemán y español... El Departamento Nacional de Cinematografía (DNC) incluyó las imágenes del evento en un cortometraje propagandístico que arrancaba con las floridas palabras del escritor José María Pemán: "Ayer, uno de marzo -un mediodía de largo viento frío y nubes altas-, había otra vez Imperio en la Plaza Mayor de Salamanca. Imperio en los tres arcos del fondo que parecen abiertos sobre tres largos caminos floridos de esperanza: el uno para Dios, para la Patria el otro, y el tercero, alfombrado de violetas de oro y rosas en flor, para el Monarca...".
Estas imágenes pueden verse en el DVD incluido en el ensayo El pasado es el destino. Propaganda y cine del bando nacional en la Guerra Civil (Cátedra/Filmoteca Española) de los historiadores Rafael R. Tranche y Vicente Sánchez-Biosca, que se sumergen en las tripas del DNC, órgano cinematográfico encargado de la propaganda nacional. Una máquina de fabricar realidad al servicio de una ideología. "Estas películas de propaganda poseen la fuerza de la expresión directa y sin disimulo. Ver esas imágenes en la actualidad constituye una experiencia de sorpresa ante una realidad que fue la nuestra y ha caído en el olvido. Contemplar las declaraciones ante la cámara de Franco pronunciándose por un Estado totalitario, junto a una iconografía nazi (como en Franco en Salamanca, 1937) o seguir las tomas de las ciudades, la retirada de los exiliados, la denuncia de las torturas perpetradas en las checas... son una manera de desnudar el discurso político presentándolo bajo una forma violenta que revela el tono de aquellos tiempos", explica Sánchez-Biosca.
En enero de 1938 se formó el primer gobierno franquista. El afán por construir un Estado se plasmaría con iniciativas como la creación del DNC, en abril de 1938. Su situación dentro del organigrama gubernamental da una idea precisa de qué se esperaba de él: dependería del Ministerio del Interior de Ramón Serrano Suñer, que controlaba todas las actividades propagandísticas a través de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda.
El DNC se creó con el objeto de "utilizar la gran influencia social del cine para dirigir las masas de opinión por los cauces que interesen al Estado", según un informe oficial publicado en 1939. "El cine nacional no nacía en este momento. Sin embargo, los objetivos que se proponía este nuevo organismo eran taxativos y ambiciosos: ejercer el control de la producción nacional para preservar los ‘valores espirituales de nuestra Patria', articular la iniciativa privada y atribuirse la producción de Noticiarios y Documentales políticos", se dice en el libro.
Duelo detrás de la cámara
Los cineastas y los operadores del DNC provenían del mundo del cine. Eran profesionales que "componían bien sus tomas, trabajaban bien la luz" y utilizaban los últimos métodos de montaje político. "Joaquín Reig constituye una pieza clave; él hace en Berlín lo mismo que la plana mayor de la propaganda anticomunista estaba haciendo en Alemania y otros lugares: utilizar los planos del enemigo para la contrapropaganda", aclara Sánchez-Biosca. Con todo, según el historiador, el DNC no logró igualar "la vitalidad de los reportajes republicanos, el directo de los filmes anarquistas, la concepción de reporteros que poseían los cineastas soviéticos que rodaron entre agosto de 1936 y 1937, Roman Karmen y Boris Makaseiev".
El DNC venía a centralizar esfuerzos en un terreno, la propaganda visual para las masas, que hasta entonces había sido practicado casi en exclusiva por uno de los tentáculos políticos del movimiento nacional: la Falange. "El núcleo del DNC surge de la maduración de los métodos propagandísticos de Falange", razona Tranche.
El DNC se aprovechó, por tanto, de la predilección falangista por "los ceremoniales, las liturgias y otros rituales donde la puesta en escena, a medio camino entre lo religioso y lo militar, determina el sentido de acto y es capaz de electrizar al auditorio", se cuenta en El pasado es el destino. Todo con un objetivo estético-político muy claro: "La voluntad de construir el ‘vínculo entre el líder y la masa' en mítines y concentraciones" con una planificación escenográfica que "remite directamente al nazismo" de Leni Riefenstahl, según los historiadores.
La propaganda nacional basculó, pues, entre dos polos aparentemente antagónicos: muerte y euforia, funeral y celebración, como si tratara de aglutinar en un solo fotograma el espíritu del grito de guerra de Millán Astray: ¡Viva la muerte! "Numerosas noticias y documentales rebosan de ese espíritu ceremonial, litúrgico, que Falange dio al culto a los muertos, pero no invadió menos las celebraciones eufóricas de la victoria, los desfiles militares, las misas de campaña y otras prácticas religioso-políticas", se lee en el ensayo.
Los dos polos se exacerbaron a la hora de retratar a los grandes líderes del movimiento: Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, cuya muerte en 1936 no fue reconocida por el bando nacional hasta 1938. "El contraste entre el culto debido a estos dos líderes es revelador de las fuentes de las que bebía la España del bando nacional: cristología para José Antonio, culto al difunto fundador que, según se advierte en un documental ejemplar (¡Presente!, 1939) se transforma en mártir y profeta. El fundador de Falange no podía molestar materialmente a Franco, pero el universo simbólico y de representaciones carismáticas sí se vio repartido entre esas dos figuras: duelo para José Antonio, ritual de santificación; para Franco, en cambio, presencia omnímoda como militar, Jefe de Estado, sucesor de José Antonio... y también padre y cristiano ejemplar", razona Sánchez-Biosca.
Retórica inflamada
Los autores aclaran que el culto a José Antonio "revistió una forma mórbida" en la que el "agitador se fue retirando del imaginario vencido por el fulgor doliente del mártir", en una "representación del duelo sin precedentes de un patetismo desatado". La muerte convirtió a José Antonio en una víctima de la retórica más desaforada, como se ve en Juventudes de España (Edgar Neville, 1939), "un documental sellado por una tendencia filonazi", en el que un grupo de jóvenes que hacen deporte en un campo sevillano escuchan embelesados las palabras de Raimundo Fernández, secretario general del Movimiento, sobre el mártir Primo de Rivera. "Como los elegidos de los dioses. Como Sigfrido, te enfrentaste con el dragón; como Amadís, luchaste por afán por la dama de tus desvelos para librarla de brujas; como Garcilaso, hiciste poesía y caíste por el Imperio, sin casco ni coraza, a cara descubierta...".
Respecto a Franco, uno de los principales retos del DNC fue convertir a un militar con graves carencias cinematográficas en un líder carismático para las masas. O la transformación del españolito gris medio en un estratega, ideólogo, estadista y guerrero de ensueño. Un texto de esa época de Fernández Cuesta, reproducido en El pasado es el destino, da idea de hasta dónde tenía que llegar la propaganda cinematográfica para propulsar la figura de Francisco Franco. "Es el hombre señalado por el dedo de la Providencia para salvar a su pueblo. Figura más que jurídica, histórica, filosófica, que escapa de los límites de la ciencia política para entrar en el de superhombre de Nietzsche". Propaganda cuesta abajo y sin frenos, pues.
"La construcción del líder Franco es muy compleja. El cine no puede analizarse separadamente de cuanto sucede en otros ámbitos de la imagen: las fotografías de Jalón Ángel, las esculturas, la prensa ilustrada, la pintura... El cine contribuye con un seguimiento a Franco en actos oficiales, en los que se encuentra a gusto porque el protocolo está codificado (conmemoraciones, desfiles, misas...). En otros casos, Franco actúa en declaraciones ante la cámara como jefe del Estado. Estas son escasas, pero muy significativas, porque se pone a prueba la escenografía (fondos de decorado, uniforme, medallas, fajines, etc.). Los dirigentes del DNC aspiran a hacer de Franco un líder fascista que se sume entre la masa, lo que se dio en llamar ‘baño de masas'. Y ahí se comprueba la escasa ductilidad del personaje para actuar en directo ante sus súbditos. A eso habría que añadir la voz de Franco, aflautada y poco estimulante para actos de este tipo", razona Sánchez-Biosca.
Los historiadores, autores de NO-DO. El tiempo y la memoria (Cátedra, 2006), creen que el DNC, marginado tras la guerra, "representa el periodo dorado de la propaganda de choque" que "no rehuía ningún tema espinoso". Pero tras la crisis de Falange (1941-1942), el franquismo "optó por la prudencia" propagandística debido a la desfavorable coyuntura internacional creada por el comienzo del hundimiento bélico del Tercer Reich. "En este contexto es más útil un noticiario del entretenimiento, la banalidad, la revista, aunque esté fuertemente marcado por la ideología fundadora, que la propaganda. NO-DO, a comienzos de 1943, encarna la entrada del régimen en ese mundo de la propaganda pasiva, de la desmovilización y la evasiva ante los temas políticos". De la propaganda a tumba abierta al entretenimiento propagandístico. Renovarse o morir.
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