Algunas obras no se han representado porque los ayuntamientos temían molestar a los verdugos del franquismo
JORGE GARCÍA - Público - 04/01/2010
Cuando el 31 de octubre de 2007 el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de Memoria Histórica, las víctimas de la Guerra Civil y las asociaciones que impulsaban los proyectos de recuperación y reparación de la memoria pensaron que habían dado un paso definitivo para dejar atrás el anonimato y el olvido al que la impunidad del franquismo les había relegado durante 40 años de dictadura. Sin embargo, después de dos años, la Ley no ha colmado las expectativas y el teatro, sin más, se ha olvidado de la memoria histórica.
Pocas, o casi ninguna, son las obras que retratan la España de la II República, la Guerra Civil, el franquismo o la represión atroz perpetrada durante la dictadura. Víctor Boira, autor e intérprete de La habitación 42, que narra cómo un hombre enterrado en una fosa común espera ser exhumado para poder reunirse con sus familiares, cree que el problema es que "el humor es lo que vende y es la forma en que los teatros intentan hacer caja, no buscan implicarse en temas sociales".
Marcos Ana, poeta español, víctima directa de la dictadura estuvo encarcelado en Burgos en los años sesenta y autor de la pieza dramática Sino sangriento mientras estaba en la prisión burgalesa, suscribe por completo la opinión de Boira y no tiene ningún duda de que "los teatros no son más que un negocio". Aun así, no todos los males de los textos pasan por el dinero. Ana afirma claramente que "unir memoria y teatro es la asignatura pendiente de la cultura española".
Pero los inconvenientes se acumulan para quienes intentan dar a conocer sus obras. "Es imposible acceder al circuito de grandes teatros. Puede haber obras puntuales, pero siempre tenemos que acudir a salas independientes", sentencia Boira. A pesar de estas trabas, él no se arrepiente de haberse embarcado en esta aventura: "A veces dicen que se está removiendo la mierda o que es una tontería. Para mí es algo más social que político, el teatro me ha facilitado la forma de expresarlo".
José María Pedreño, presidente de la Federación Estatal del Foro por la Memoria, señala a los creadores teatrales como responsables de la desmemoria de las artes escénicas. "Los autores no tienen interés en implicarse en estos procesos. Además, las pocas obras que existen casi siempre las representan aficionados y ocasionalmente, como es el caso de Carpio de Tajo o La taberna de Cadalso".
Falta de liderazgo
"No basta con escribir piezas fáciles, la Guerra Civil o la II República son temáticas inexploradas en el teatro español", explica Javier Yagüe, director de la sala Cuarta Pared, en Madrid, al referirse a una de las graves carencias para aproximar la memoria histórica al gran público. "Hace falta mayor liderazgo cultural", subraya. La solución, y a la vez reto, para salir de esta situación, según él, radica en "contar la historia mediante técnicas y formas más contemporáneas, no como un documento arqueológico".
Una de las obras con mayor reconocimiento y más representadas en España, Soliloquio de grillos, de Juan Copete, también es incapaz de adentrarse en las programaciones de las grandes salas y, en algunas ocasiones, hasta en los pueblos. Ana Trinidad, actriz de la compañía Tricliniu Teatro y una de las protagonistas del drama, cuenta con incredulidad cómo, a día de hoy, hay municipios que no consiguen superar el miedo que los atenaza y deshacerse de la mordaza con la que llevan conviviendo tantos años. "Los ayuntamientos temen que se represente porque creen que los verdugos estarían molestos".
La actriz afirma que "la obra tiene un argumento duro" y que "es complicado montar espectáculos sobre memoria histórica". No obstante, esta justificación es insuficiente para Trinidad: "Los ayuntamientos no se atreven a mostrar lo que pasó, hay mucha desinformación sobre los textos y lo único que queremos es homenajear a todos los fusilados que están en las cunetas".
Sin politizar
A pesar de que la memoria histórica está muy politizada, las artes escénicas se mantienen al margen de esas disputas. "Las obras no son ni de izquierdas ni de derechas, sólo hacemos teatro", apunta Trinidad. También lamenta el conformismo y la falta de compromiso de la escena española porque "la realidad es dura, siempre más que la ficción; el público quiere reírse y no pensar".
Una de las soluciones para corregir el déficit historiográfico del teatro español es, en palabras de Pedreño, dotar de un mayor realismo a las obras que se lleven a los escenarios. "Hace falta más realismo, en grandes cantidades. En EEUU sí se elabora una cultura seria sobre la memoria", añade.
Los pocos intentos por conservar la memoria histórica encuentran escaso eco. Como confirma Yagüe, "se están incorporando autores jóvenes y hay que darles una oportunidad, aunque muchos textos no se representan o, directamente, no se publican". La desmemoria del teatro español está prolongando el olvido que durante décadas presidió la cultura española. Bajar el telón y olvidar podría ser lo más injusto.
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