JOSÉ MARÍA RIDAO- El País- 27/01/2010
Con La nación y la muerte, la profesora israelí Idith Zertal consigue lo que tal vez ningún otro ensayo sobre el conflicto de Oriente Próximo había logrado hasta ahora: interpretarlo como una experiencia de valor universal, de la que extraer conclusiones capaces de iluminar los riesgos potenciales de las relaciones de una sociedad con su pasado o con lo que sus dirigentes deciden consagrar como tal. Como bien señala Shlomo Ben Ami en el prólogo a la traducción española, publicada por la editorial Gredos, Zertal adopta una perspectiva infrecuente al tratar del Holocausto y su banalización: no la de criticar a quienes comparan cualquier tragedia con el exterminio de los judíos, sino la de desvelar las razones de su aparición en escena cada vez que el país se ha enfrentado a "problemas políticos y de seguridad cuyos costes y consecuencias, hasta ese momento, no ha querido asumir o afrontar". De ahí la paradoja, señalada por Zertal, de que al mismo tiempo que Israel insiste con toda razón en el carácter único del Holocausto, "el uso sistemático y descontextualizado" que han realizado sus Gobiernos y clases dirigentes sea "uno de los principales ejemplos de devaluación de la extraordinaria relevancia y magnitud de la Shoah".
A partir de esa constatación, Zertal traza un minucioso recorrido a través de las distintas funciones que el discurso político ha asignado al intento de exterminar a los judíos en los campos de Centroeuropa, empezando por la creación misma de Israel, a tenor de las intervenciones públicas de Ben Gurión en el momento de la fundación del Estado. Esas funciones han contribuido, por una parte, a interpretar la historia de los judíos como una sucesión de episodios que, desde los tiempos más remotos, prefiguraban la formulación de la utopía sionista a finales del siglo XIX y su realización en 1948. Pero han contribuido, por otra, a lo que Shlomo Ben Ami define en su prólogo como "la base ideológica de una sociedad de víctimas con inmunidad moral en su confrontación con el mundo árabe y con el mundo en general".
Este doble aspecto en el uso que los discursos políticos hacen de la Shoah ha dado lugar a conflictos de naturaleza simbólica en Israel, vinculados a la necesidad de definir un ser nacional. Zertal se detiene, entre otros, en la polémica en torno a la crónica de Hannah Arendt sobre el juicio a Eichmann y su expresión "la banalidad del mal", una de cuyas consecuencias fue que la filósofa no volvió a recibir invitaciones para impartir conferencias en Israel. Zertal analiza, además, las consecuencias estrictamente políticas, como las conexiones entre las referencias políticas a la Shoah y el desarrollo del programa nuclear israelí o las implacables reacciones a la Intifada.
La nación y la muerte puede ser leído, desde luego, como un ensayo que permite comprender la ideología detrás de las posiciones israelíes en el conflicto con los palestinos. Pero puede ser leído también, y ahí radica su excepcional valor y su carácter imprescindible, como una reflexión que trasciende los límites de su objeto, y que alerta sobre los usos y abusos políticos de la memoria. En esto Israel sólo sería un ejemplo extremo.
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