La Audiencia Nacional juzgó esta semana al último comando de una banda desarticulada, pero que todavía cuenta con una gran fuerza ideológica
ANTONINO GARCÍA- Xornal- 24/01/2010
"Si te dicen que caí, ya sabes mi paradero, aunque no sea minero, borracho y dinamitero, el primero es el día de octubre señalado, tú en tu cárcel y yo en la mía, seguimos organizados. Fuimos un grupo vigués. Y volveremos a ser hoy lo que fuimos ayer”. Julián Hérnandez y Siniestro Total convertirían en 1988 este tema de su álbum Me gusta como andas en un homenaje a la lucha obrera en la que los Grapo ocupaban la rama más radical. Han pasado más de veinte años y la historia se resiste a cerrar una etapa que esta misma semana ha vuelto a la actualidad. “La situación de la banda es prácticamente la misma que hace ocho años”, aseguran fuentes policiales. Mil veces los han desarticulado y mil veces han renacido. Muy lejos de convertirse en el río Guadiana que algunos apodaron, los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre siguen manteniendo una base política e ideológica estable. Quizás ya no haya un comando operativo ni revolucionarios dispuestos a coger la pistola, pero la Policía nunca los da por desaparecidos debido a su tremendo potencial para captar adeptos, especialmente en Galicia, donde nacieron y donde siguen manteniendo muchos simpatizantes.
El nacimiento de los Grapo se remonta a los últimos años de la década de los 60 y primeros de los 70, cuando en los astilleros vigueses comenzaba a germinar el movimiento obrero. De barrios como los de Teis –en concreto apuntan a Rorís–, O Calvario y Sárdoma surgieron las primeras voces contra el sistema establecido. La dictadura franquista languidecía y las voces que propugnaban la lucha armada empezaban a organizarse. “En el año 72, durante las grandes manifestaciones obreras en Vigo, comenzó a moverse la clase trabajadora. Algunos miembros del Partido Comunista decidieron optar por la vía armada y se escindieron”, asegura uno de los históricos afiliados al PCE y que posteriormente fue cabeza visible en el movimiento vecinal. No fue la metalurgia gallega la única, también en Asturias y Andalucía se dieron casos similares y todos acabaron por fusionarse, pero sí que se puede considerar a Vigo como uno de los reductos en los que los grupos revolucionarios siempre encontraron apoyo.
El controvertido Pío Moa (Vigo, 1948) se autodenomina uno de los fundadores de una banda que se convirtió en el brazo armado del Partido Comunista de España (reconstituido). Expulsado en 1977 tras participar en varias acciones terroristas en las que falleció un policía, Moa logró salir bien parado gracias a la amnistía de 1983 que permitió su reinserción. Su posterior giro ideológico hacia líneas muy conservadoras lo ha convertido en uno de los escritores más leídos en los últimos tiempos, pero también su posición es entendida por la izquierda más radical como simple afán de protagonismo.Lo cierto es que astilleros como Vulcano o Ascón vieron nacer a las facciones comunistas más radicales que protagonizarían un rosario de atentados por toda la geografía nacional. El juicio celebrado esta semana en la Audiencia Nacional por el asalto a un furgón blindado en Vigo en el que murieron dos vigilantes ha puesto de manifiesto que algunos de sus históricos líderes han dejado de pertenecer a la banda.
Fernando Silva Sande (Carnota, A Coruña, 1954), sin duda el grapo con el currículo más sangriento, fue públicamente repudiado por sus ex camaradas en la vista oral. Los testimonios de Marcos Martín Ponce, Mónica Refojos y Manuel Martínez Pérez Arenas, dejan claro que el hombre más escurridizo de cuantos haya tenido la banda, también acostumbraba a ir por libre. “La masacre de Vigo”, como la denominó Ponce ante el tribunal, supuso su expulsión, pero éste no anunciaría su salida hasta hace unos meses cuando en otro juicio aseguró que ya no pertenecía a los Grapo.
Con 41 causas abiertas en la Audiencia Nacional, de las que se han derivado cinco condenas que suman un total de 158 años de cárcel, Silva Sande se desvinculó el pasado mes de diciembre de la banda. “Hay que tener bastante fanatismo y ser bastante cretino para militar ahí. No soy inocente, porque he sido lo bastante gilipollas para militar en una organización terrorista”, espetó al tribunal.
Galicia continúa estrechamente ligada a la evolución de los Grapo y un total de 13 de los cerca de 50 presos de la banda son gallegos. Desde el propio Sande hasta los hermanos coruñeses Cela Seoane o la misma Mónica Refojos cumplen condenas en cárceles españolas. Lejos han quedado las huelgas de hambre que a principios de los 80 intentaban forzar al presidente Felipe González a amnistiar a los presos. De aquella época y sus consecuencias continúa Chano Rodríguez, campeón paralímpico de natación, en silla de ruedas. También el vigués José Luis Fernández, con una paraplejia por un disparo recibido por la Policía en 1980, sigue dejándose ver en los movimientos de oposición al Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM). El conocido como El Che fue el último detenido en Vigo por su supuesta vinculación con los Grapo. Hace ahora dos años, la Guardia Civil entró en su casa, en el barrio de Miraflores, y se lo llevó junto a un gran volumen de libros. Luis, como es conocido en Sárdoma, no niega que presta apoyo a los presos y de hecho pertenece a la organización Socorro Rojo Internacional, pero asegura que no tiene ninguna vinculación con la banda.
“El sindicalismo obrero sigue teniendo mucha fuerza en Vigo y de sus ramas más radicales se nutren este tipo de organizaciones”, señalan fuentes policiales. La posibilidad de que el Grapo lleve a cabo ahora mismo acciones armadas es remota y las fuerzas de seguridad se centran en la nueva hornada de independentistas gallegos que desde hace años practican la conocida como violencia de baja intensidad. Artefactos explosivos caseros de escasa potencia han sido colocados en los últimos tiempos en entidades bancarias o intereses urbanísticos.
A día de hoy todavía se pueden observar por las calles de Vigo numerosas pintadas a favor de la liberación de los presos, especialmente del camarada Arenas, considerado por sus compañeros como una víctima de la represión política. El histórico secretario del Partido Comunista de España (reconstituido) fue señalado en el juicio celebrado esta semana como el líder de los Grapo y el que dio la orden para atentar en Vigo. Los peritos de la Guardia Civil, quienes lo calificaron como “una especie de caudillo”, se convertirán en pieza fundamental para mantener en prisión a Arenas y quién sabe si por fin se callarán las armas de un grupo que ya nunca será lo que fue ayer.
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