Un estudio sociológico de Rosario Hernández Catalán denuncia cómo afecta la desigualdad laboral a sus coetáneas
MAGDA BANDERA - Público - 22/02/2010
La doble jornada de las jóvenes españolas está menos relacionada con trabajar dentro y fuera del hogar que con tener que trabajar y formarse hasta el infinito, explica Rosario Hernández Catalán (La Felguera, Asturias, 1979), autora de Pero este trabajo yo para qué lo hago, editado por la Federación Mujeres Jóvenes y subvencionado por el Injuve.
Esta realidad no es distinta a la de sus coetáneos masculinos, que también se pasan el día rastreando trabajo en la Red, cursando másters o idiomas. Sin embargo, su estudio sociológico subraya algunas diferencias y analiza el desgaste de asumir que hay trabajos muy feminizados, en los que la brecha salarial es sangrante.
Según un estudio de UGT, hecho público con motivo del Día Europeo de la Igualdad Salarial, que se celebra hoy, en los sectores social y sanitario las mujeres cobran menos del 65% que sus compañeros.
Hernández Catalán también destaca los problemas de salud que se derivan de exigir a las trabajadoras un plus de buena presencia. Además, denuncia que las autónomas, un sector en auge por el aumento de las subcontratas, lo tienen más difícil para encontrar clientes porque cuentan con menos redes sociales. Por último, su maternidad sigue siendo vista de distinto modo a la paternidad.
Estas afirmaciones se basan en un estudio cualitativo centrado en 25 mujeres de 23 a 37 años, tras consultar a académicas, camareras, cocineras, limpiadoras, teleoperadoras e incluso prostitutas. Los testimonios coinciden con un informe de la empresa Randstad, que muestra que a pesar de que las mujeres han resistido mucho mejor en el mercado laboral durante la crisis, el paro afecta en mayor medida a las jóvenes.
"Con el Plan E del Gobierno y la inyección de ayudas a los ayuntamientos, los empleos generados han favorecido a los varones", recuerda el informe. Asimismo, expone que "la nueva dicotomía para las mujeres ya no está en elegir entre empleo y familia, sino entre la proyección profesional a largo plazo y la maternidad".
No obstante, lo que más preocupa a Hernández Catalán son "los malestares ocultos que sufren las jóvenes precarias", a menudo relacionados con trabajos asociados a su sexo. "Muchas se autoinculpan, creen que no valen, cuando el que no vale es el sistema", señala. Por suerte, algunas intuyen que no es culpa de ellas que les sea casi imposible alcanzar puestos de responsabilidad en sus empresas. También reconocen cómo les afectan algunas "prácticas totalizadoras e infantilizadoras, como la de pedir permiso para ir al servicio", algo frecuente entre las dependientas.
Sonrisas perfectas
La autora del estudio dedica varios capítulos a visibilizar las enfermedades de las trabajadoras del sector servicios: "Anorexias, fibromialgias, bulimias, úlceras, insomnio, depresión, adicción a drogas legales e ilegales... Un ejemplo muy evidente: el consumo de cocaína en la hostelería para soportar jornadas enormes y nocturnas, para servir con la sonrisa y la charla siempre dispuesta. Es el cansancio de la comparecencia de las jóvenes, guapas y simpáticas dependientas, monitoras... Eso deja muchas huellas en la psique que luego medicalizamos".
Violencia laboral
"Casos en los que el jefe se comporta como un maltratador de manual. Es mobbing con todas las características de la violencia machista: luna de miel, ninguneos, chantaje emocional, control del dinero, broncas, paternalismos...", concluye Henández Catalán, a partir de los testimonios de las entrevistadas. Es frecuente sufrir "bromas hirientes, desprecios y control total de la comunicación, aguantar que rompa objetos y que desprecie su trabajo. Hombres que en público son majísimos descargan con las trabajadoras el mal humor que se tragan ante la clientela. Se dan situaciones que en un test de prevención de violencia de género darían la máxima puntuación. El sentimiento de propiedad que tradicionalmente ha sentido el hombre hacia su mujer se repite ahora en el jefe hacia su empleada. La autoestima laboral queda así por los suelos".
Amas de casa
"Cuando no tienen trabajo asalariado y asumen por completo las tareas del hogar muchas mujeres sufren un doble daño psicológico: por un lado, el miedo a no volver a acceder al mercado laboral, sobre todo si tienen criaturas. Por el otro, el daño provocado por una sociedad patriarcal que considera que criar y gestionar un hogar es algo ridículo, de marujas", explica Hernández Catalán.
"Y entonces la joven sobradamente preparada se siente morir en el hogar; siente que pierde algo muy importante: la ciudadanía social y económica. Pero sucede también que algunas entrevistadas querían ser amas de casa, al menos durante una temporada, y no podían porque los gastos de una pareja actual (hipoteca, móviles, ocio...) son tantos que con el sueldo de una persona no basta".
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