Entre 1939 y 1945, con los pasos pirenaicos fuertemente vigilados por los alemanes, miles de personas intentaron huir de los nazis cruzando las montañas hacia España, desde simples fugitivos a espías o traidores. Lo cuenta Josep Calvet en Las montañas de la libertad (Alianza)
JOSEP CALVET- El País- 14/02/2010
Las montañas que limitan Francia y Andorra con España eran el paso natural para todos aquellos que pretendían entrar en este último país. Durante la Guerra Civil española, la inmediata posguerra y la II Guerra Mundial fueron sometidas a una vigilancia permanente con el objetivo de controlar tanto la llegada como la partida de personas. (...)
Durante los dos primeros años de guerra mundial, pasar a España fue relativamente fácil, a pesar de que, en un momento determinado, se acordó devolver a los detenidos a su país de procedencia. La situación cambia de forma radical en noviembre de 1942, cuando los alemanes ocupan la Francia libre y se establecen a lo largo de toda la frontera con España. Inmediatamente se ordena el despliegue de aduaneros y militares a fin de impermeabilizar los pasos fronterizos. (...)
Cruzar la frontera no estaba exento de problemas. A la dificultad derivada de la orografía de la propia cordillera, que ya de por sí constituía un primer escollo, debemos añadir otros factores que contribuirían a que el paso de territorio francés a territorio español, a pesar de la contigüidad entre ambos, se convirtiera en una acción arriesgada y a menudo letal: desde las inclemencias meteorológicas hasta las dificultades de completar el camino, la actuación de pasadores sin escrúpulos o la posibilidad de una rápida detención y una posterior repatriación al país de salida. Todo un conjunto de elementos que, en ocasiones, harían que la situación fuera trágica para los ciudadanos extranjeros que se dirigían a España buscando la libertad.
Los momentos más duros se producían en invierno, cuando el riguroso clima y la presencia de abundante nieve convertían el paso en una auténtica odisea y provocaban numerosos accidentes, como el que sufrió, el 22 de noviembre de 1942, el ciudadano luxemburgués Frederic Grewell, que murió después de caer por un canal cerca de Martinet de Cerdanya (Lleida). Grewell iba acompañado de su compatriota Emile Henry Krieps, un agente del espionaje belga que, una vez acabada la II Guerra Mundial, se convirtió, como miembro del Partido Liberal Demócrata, en un destacado político luxemburgués y llegó a ser ministro. Igualmente trágica fue la peripecia del súbdito francés August Bizieres, que en el momento de ser detenido en Vielha (Lleida), el 17 de diciembre de 1943, presentaba congelaciones graves en el pie derecho como consecuencia de haber estado oculto algunos días en la nieve. (...) O la de los dos holandeses detenidos por la Guardia Civil de Planoles después de haber penetrado a través de Oceja y Dòrria (Girona): Willy Ysewyn permaneció internado en el hospital de Puigcerdà (Girona) afectado de congelaciones y le fue amputada la última falange del dedo gordo del pie izquierdo. Su compañero, Alfred Martin Groeco, acabó en el Hospital Provincial de Girona, también con congelaciones en los pies. (...)
Cuando en noviembre de 1942 los alemanes se establecen en los departamentos fronterizos, decretan la impermeabilización de los pasos de montaña, por cuyo motivo la estancia en el sur de Francia se convirtió en arriesgada y peligrosa, y los guías tuvieron que adoptar las máximas precauciones. Sortear la vigilancia se convirtió en su principal objetivo, por lo que se estudiaba hasta el último detalle de cada expedición y se abandonaban algunos itinerarios para pasar por otros menos vigilados. A pesar de ello, no se pudieron evitar distintos incidentes, alguno de los cuales adquirió dimensiones trágicas. El caso más destacable tuvo lugar la noche del 28 de junio de 1943, cuando el guía que acompañaba a un grupo de evadidos tiroteó a una pareja de aduaneros alemanes que les había interceptado en el puerto de Salau (Lleida). A consecuencia de los disparos, uno de los aduaneros resultó muerto (Heinrich Schwarz), y el otro, herido (Franz Reichegger). La embajada alemana exigió explicaciones al MAE (Ministerio de Asuntos Exteriores) por lo que calificó de asesinato. Las autoridades españolas tomaron como cabeza de turco a uno de los miembros del grupo, el ciudadano francés Marcel Claes, que fue inmediatamente detenido y procesado por asesinato. En sus declaraciones, Claes acusó al guía, que fue identificado como Jacinto Giraud, de ser el autor de la agresión. Giraud fue detenido en Francia, donde sería sometido a un consejo de guerra. Por su parte, Claes realizaría una larga peregrinación por España. Pasó por la prisión provincial de Lleida, e incluso se le sometió a un consejo de guerra sumarísimo. Las autoridades militares se inhibieron en favor de la jurisdicción ordinaria y se abrió un sumario por asesinato en el juzgado de primera instancia de Sort que, al final, fue sobreseído por falta de pruebas. Tiempo después fue trasladado al campo de concentración de Miranda de Ebro. Abandonó España el 24 de abril de 1944. (...)
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