Laurent Binet novela en 'HHhH' el atentado contra Reinhard Heydrich
JACINTO ANTÓN - Barcelona - 01/09/2011
Pocos episodios hay en la II Guerra Mundial tan atrevidos y emocionantes como el asesinato en Praga el 27 de mayo de 1942 a manos de un puñado de paracaidistas checoslovacos entrenados por los servicios secretos británicos y apoyados por la resistencia del que sin duda fue uno de los peores tipos que han pisado la faz de la tierra, Reinhard Heydrich, apodado La Bestia Rubia, El Verdugo y El Carnicero, que ya son adjetivos. Mano derecha de Himmler, jefe de los servicios de seguridad del III Reich, sanguinario virrey nazi en el protectorado de Bohemia Moravia, planificador de la Solución Final, el Obergruppenführer, general, de las SS Heydrich, modelo racial ario pese a su considerable nariz, destaca por su maldad incluso entre la pandilla de asesinos de la jerarquía hitleriana. El joven autor francés Laurent Binet (París, 1972) se ha lanzado a una aventura literaria digna de los paracaidistas ejecutores al convertir el histórico atentado en una personalísima y muy entretenida novela de casi cuatrocientas páginas en la que no solo resucita al temible Heydrich, reconstruye su negra carrera y revive pormenorizadamente el ataque (la denominada Operación Antropoide), sino que relata su propia experiencia de escritor enfrentado a personaje y hechos de tal magnitud.
La novela se titula HHhH (Seix Barral) -por la frase que corría (bajito) entre los SS: "Himmlers Hirn heisst Heydrich", "el cerebro de Himmler se llama Heydrich"-. "Escribí sobre el atentado porque me pareció una historia que merecía ser contada, más extraordinaria que mucha ficción y poco conocida en Francia", explica Binet, que se ha empapado a fondo de libros y películas sobre el Reichsprotektor y su asesinato, proceso de documentación que aparece en su propia novela. Es curioso que el personaje sea ignorado en su país, le digo, porque estuvieron a punto de sufrirlo en sus carnes: parece que su siguiente destino tras Praga era París. "Es cierto, no se sabe muy bien qué hubiera sido de Heydrich de no haber muerto, era una figura ascendente en el III Reich, incluso se ha dicho que podría haber sucedido a Hitler". Binet encuentra que Heydrich, que confiesa que le impresiona, es un personaje muy novelesco: hijo de músico, violinista, gran esgrimista (sable), marcado por su expulsión infamante de la armada, mujeriego (el novelista narra un episodio en el Salón Kitty), siempre bajo la sospecha -él, el gran cazador de hebreos- de tener raíces judías, anfitrión de la Conferencia de Wannsee... Era un frío y vil asesino, pero también un hombre de coraje que volaba en su propio caza ME-109, decorado con su runa personal, hasta que lo derribaron y se le prohibió hacerlo. "Su valentía era pura hybris, autoconfianza orgullosa, y lo pagó siendo asesinado al circular en descapotable por una ciudad ocupada y sin más escolta que su chófer".
La muerte de Heydrich desató una represión brutal con miles de víctimas. ¿Valió la pena? "Fue la prueba de que la resistencia checoslovaca seguía viva. Heydrich era más que un hombre, abatirlo era matar a un símbolo. Su eliminación no detuvo el Holocausto. Pero la venganza de Hitler borrando del mapa el pueblo de Lidice puso a los ojos del mundo el espanto del nazismo".
La novela traza con detalle el perfil de Heydrich hasta su cita con la Parca y los entresijos de la Operación Antropoide, el atentado y la heroica lucha posterior de los paracaidistas atrapados en la cripta de una iglesia de Praga, pero también los vericuetos por los que discurre el autor para dar forma a su narración, incluidas un par de ácidas consideraciones sobre Las benévolas de Jonathan Littell. Los elementos autobiográficos en HHhH son auténticos, dice, como lo son las investigaciones y los viajes -Babi Yar, Terezin...-. "Creo que está justificado, que es legítimo mostrar cómo el autor se debate tratando de enfocar el tema". De la ironía y el fino humor que recorre su novela señala que era "una manera de evitar la grandilocuencia". Y añade que lo grotesco y ridículo formaban parte de los nazis, "como bien supo ver Chaplin".
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