Grecia construye una trinchera para frenar la inmigración desde Turquía
MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO - Madrid - 04/08/2011
Una antigua técnica defensiva para poner coto a un fenómeno global del
siglo XXI. Como si fuera un castillo medieval cercado por hordas de bárbaros,
Grecia acaba de completar el primer tramo (14,5 kilómetros) de un foso que
blindará su frontera terrestre con Turquía, en la región de la Tracia, según ha informado el diario To Vima. Cuando
esté terminado, medirá 120 kilómetros de largo -casi en paralelo al río Evros,
que zigzaguea entre los dos países-, por 30 de anchura y siete de profundidad.
El hoyo estará sembrado de alambradas, cámaras térmicas y sensores de
movimiento.
El Gobierno de Atenas esgrime razones de estrategia nacional en una frontera
tan sensible como la que le une a su enemigo histórico,
pero la idea maduraba desde diciembre de 2009 con fines esencialmente
antimigratorios. En un país de geografía variable, con miles de kilómetros de
litoral y fronteras terrestres más que porosas, el 90% de los inmigrantes que
entraron el año pasado en el país (128.000 en total, la cifra más alta de la
Unión Europea), lo hicieron por la región donde se levanta el foso.
El trazado de la "trinchera anticarros" -es la denominación
oficial- depende materialmente del Ministerio de Defensa, y, aunque no se ha
hecho público su coste, supone un dispendio en tiempos de crisis como la que
asfixia al Estado griego, con una deuda de 350.000 millones de euros y
pendiente de un segundo rescate de la Unión Europea y el Fondo Monetario
Internacional. El foso es también una solución pírrica, porque no parece que
pueda atajar el flujo migratorio, en gran parte en manos de grupos organizados.
Pero tras la impotencia de los controles migratorios en el Egeo -las
islas del Dodecaneso son un coladero de indocumentados desde Turquía-, y sin
visos de solución el contencioso con Ankara, que se niega a readmitir a los
indocumentados procedentes de su territorio, la frontera de la Tracia es lo único
a lo que Grecia puede agarrarse en la lucha contra el tráfico de personas,
especialmente cuando a los migrantes económicos llegados en la última década
desde Oriente Medio y sobre todo Asia, se suman ahora refugiados procedentes de
Somalia y una África del Norte sacudida por las revueltas.
El foso ha suscitado las quejas de organizaciones pro derechos humanos e
incluso de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que no se
cansa de denunciar las condiciones de hacinamiento de los centros de detención
temporal a los que van a parar los sin papeles detenidos. El de la isla de
Samos se ha llevado varios varapalos de la Comisión Europea, y Atenas se ha
visto obligada a cerrarlo. Pero decenas de inmigrantes irregulares se pudren
mientras en los destartalados barracones del antiguo aeródromo de Elinikó,
cerca de Atenas.
El foso es también el último recurso de
Atenas tras la misión de emergencia de Frontex en la región,
el pasado invierno. Unos 200 agentes de la agencia europea se desplegaron por
primera vez tras la creación de la misma, en 2007, para reforzar las patrullas
del Ejército griego a lo largo del río Evros. Según Frontex, una media de 250
personas cruzan ilegalmente cada día esa frontera. La Operación Rabit, como se
llamó el despliegue, concluyó en marzo, y fue seguida por la Operación Poseidón,
un escudo más amplio de controles fronterizos que también supervisa la de
Bulgaria.
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