Un general muerto con su propia pistola. El pretexto para ir a Las Palmas. Y empieza la rebelión
22/05/2011
El general Francisco Franco recaló en Santa Cruz de Tenerife el 15 de marzo de 1936 como comandante militar de Canarias, adonde había sido destinado por el Gobierno republicano. Hacia principios de junio ya estaba más o menos decidido a rebelarse. ¿Cómo pasar a la acción, trasladándose a Marruecos para sublevar al ejército español en África? ¿Cómo asegurarse de que dejaba tras de sí unas islas donde se había eliminado toda posible resistencia? El historiador Ángel Viñas publica un nuevo libro, La conspiración del general Franco (Editorial Crítica). Contesta la versión del vuelo del Dragon Rapide contada por la historiografía profranquista y afirma que la clave para los planes de Franco fue la muerte del gobernador militar de Gran Canaria, Amado Balmes, por un disparo de su propia pistola. No parece que este general estuviera en la conspiración y su presencia en el golpe inminente podría haber dificultado el apoyo de sus fuerzas -la guarnición más potente de las islas- a quien movía los hilos desde Tenerife.
Para resolver el primero de esos problemas sin llamar la atención, Franco pidió a los conspiradores en la Península que le buscaran un avión civil. El Dragon Rapide voló de Londres a Canarias con la cobertura de un viaje de vacaciones para un exmilitar británico, Hugh Pollard, su hija Diana y otra mujer, Dorothy Watson. Las escalas efectuadas por el aparato y su destino final tuvieron una importancia en verdad estratégica. En vez de ir directamente a Tenerife, donde se encontraba Franco, el piloto y el pasaje fueron desviados a Gando (Gran Canaria) por uno de los principales conspiradores, Juan Ignacio Luca de Tena, propietario del diario Abc.
El aparato llegó el 14 de julio a Gando, justo cuando Franco, muy nervioso, más lo necesitaba, ya que sus planes preveían ir a Las Palmas. La ocasión de tomar el barco para Gran Canaria sin levantar sospechas se le presentó con la muerte del gobernador militar de esta isla. Franco obtuvo "una excusa para salir de la situación y asistir al entierro", explicó posteriormente Diana, una de las pasajeras en el vuelo de ida del Dragon Rapide.
La historiografía franquista sitúa la llegada del avión a Gando el 15 de julio. Pero Ángel Viñas, al igual que otro investigador, el coronel González Betes, ha encontrado nuevas evidencias de que aterrizó un día antes. Esas veinticuatro horas eran vitales para el golpe: los falsos turistas tuvieron tiempo de embarcarse para Tenerife a medianoche, arribar el 15 por la mañana y hacer llegar a Franco el mensaje en clave -a través de un médico militar- de que el avión esperado se encontraba en Las Palmas.
Al día siguiente, 16 de julio, el general Balmes, jefe militar de Gran Canaria, acudió a probar unas pistolas al campo de tiro, sin más compañía que la de un chófer, según las versiones profranquistas. Una de las pistolas se encasquilló. Para desatascarla, Balmes "se apoyó el cañón en el vientre para, con la mano derecha, hacer más fuerza y dejar corriente el arma, con tan mala fortuna que se disparó esta, que era una Astra del 9 largo". Así lo afirma en sus memorias el comandante José Pinto de la Rosa, subordinado del herido y designado instructor militar del incidente. Esta versión es muy sospechosa, a juicio de Viñas, que se apoya en el historiador militar y excomandante Gabriel Cardona, para reafirmar lo disparatado del procedimiento.
El herido fue trasladado por el chófer a una casa de socorro. El citado Pinto de la Rosa atribuye al general haber dicho: "¡Qué fatalidad!, ¡maldita pistola!, ¡Ay, mi hija!, ¡que no se entere Julia!" (su esposa). La locuacidad atribuida al moribundo fue utilizada por los partidarios de la tesis de un mero accidente. Para Viñas, "la idea de que Balmes proporcionara por sí mismo una explicación perfecta es risible. Quienes le rodeaban estaban metidos de lleno en la sublevación que iba a producirse pocas horas más tarde".
El historiador reconoce que no dispone de evidencias documentales que prueben directamente el asesinato de Balmes. También, que hay documentos inaccesibles o desaparecidos, entre ellos la autopsia de Balmes o comunicaciones entre Franco y Mola previas a la sublevación. Sin embargo, aporta indicios capitales: durante la instrucción del sumario se perdieron al arma en cuestión y la guerrera de Balmes. Y la viuda del fallecido, Julia Alonso-Villaverde, solicitó que se declarara a su esposo muerto en acto de servicio, lo cual le fue denegado porque el general había hecho en la mañana del incidente una revista de armas que no correspondía a un jefe de su rango: y también por la "imprudencia" de colocar sobre el vientre una pistola encasquillada. Viñas se pregunta si la negativa a conceder una pensión a la viuda de Balmes fue un acto de venganza contra la esposa de alguien que no se plegó al futuro caudillo.
El caso es que al día siguiente, 17 de julio, Franco se presentó en Las Palmas para presidir el sepelio. Asegurado el control de Gran Canaria, el 18 de julio voló a Marruecos, se puso al frente del ejército de África y se lanzó a la Guerra Civil.
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