El rechazo social evitó la construcción de una central en 1974
MANUEL ANSEDE MADRID 13/05/2011 08:20
Comenzaba el año 1974, el franquismo agonizaba y el director de un colegio de Lorca, Pedro Guerrero, recibía una carta de un amigo, el actor murciano Paco Rabal. "Pedro, en Águilas, cerca de Cabo Cope, quieren instalar una central nuclear. Mi primo Pedro Costa te verá en Lorca (...). Yo me lo dejo todo y voy para nuestra tierra enseguida", escribía el protagonista de Viridiana, que estaba dejando de ser un galán y tenía más tiempo para la lucha.
Pocos días después, la compañía, Hidroeléctrica Española, hoy Iberdrola, se promocionaba en la prensa: "La central de Cabo Cope puede dejar 15 millones anuales al Ayuntamiento de Águilas". Los trabajadores de la eléctrica se paseaban por los pueblos de la región para explicar las bondades del reactor, un modelo BWR, como los de Fukushima. El Ministerio de Industria, incluso, envió al colegio de Guerrero octavillas de publicidad en las que se veía a un niño plácidamente dormido bajo una ventana por la que asomaba una central atómica. La intención era arrancar el reactor murciano en 1980, y la empresa ya tenía compradas unas 300 hectáreas de Marina de Cope. Estaría a unos ocho kilómetros de Águilas y a unos 30 de Lorca.
Guerrero, hoy catedrático de la Universidad de Murcia, revivió el miércoles aquellos días, cuando un terremoto de magnitud 5,1 sacudió Lorca. El epicentro, recuerda, estuvo al lado del colegio que dirigía entonces. "El miércoles dijimos: teníamos razón", explica. Guerrero, junto a su amigo Paco Rabal y al primo de este, Pedro Costa, iniciaron una de las primeras campañas ecologistas de la historia de España, para salvar el paraíso natural del Cabo Cope. El actor se encargó de recoger firmas de famosos del régimen. Carmen Sevilla y Lola Flores se apuntaron. "El único que no quiso firmar fue Félix Rodríguez de la Fuente", rememora Guerrero.
Frente a todo el aparato del franquismo, los incipientes antinucleares buscaron argumentos de peso para parar la construcción de la central y los encontraron: "El 23 de febrero de 1974, el jefe de Protección Civil de la región presentó un escrito en el que alegaba que Marina de Cope era una zona de riesgo sísmico muy mal comunicada".
Cuatro días después, el pleno del Ayuntamiento de Lorca votó contra la nuclear. Luego lo hicieron los ayuntamientos de Pulpí, Mazarrón y Águilas, donde se reunieron 500 manifestantes, según Guerrero. Y todavía faltaba un año y medio para que muriese el dictador Francisco Franco. La nuclear se diluía entre protestas y el riesgo de terremotos.
El primo de Paco Rabal, Pedro Costa, cuenta esta historia y muchas más en su último libro, titulado Ecologiada (100 batallas). Medio Ambiente y Sociedad en la España reciente. En una curiosísima carambola, el miércoles, Costa entraba en Lorca en su coche para presentar su libro en un centro social, cuando los edificios empezaron a temblar. "Llevaba un cargamento de libros y empecé a ver gente corriendo y polvaredas", describe.
¿Qué hubiera pasado?
Costa, un histórico del ecologismo, trabajaba como ingeniero en la construcción de una central nuclear en la localidad vizcaína de Lemóniz cuando se enteró del proyecto de Hidroeléctrica Española en Marina de Cope. Tenía 26 años. "Allí empezó mi epifanía", bromea.
Era el 22 de diciembre de 1973, y los niños de San Ildefonso cantaban la Lotería de Navidad. Entonces, Costa trabajaba a diario en la construcción de la nuclear vasca, paralizada por el Gobierno de Felipe González en 1984, y el fin de semana viajaba a Murcia para oponerse a la planta atómica murciana. Se hizo antinuclear.
"¿Qué hubiera pasado ahora si hubiera una nuclear al lado de Lorca?", se pregunta. Según la industria atómica española, todas las centrales están preparadas para resistir los seísmos esperables en sus regiones. Costa lo duda. Eliminada la nuclear murciana, su batalla en Marina de Cope es otra: parar el proyecto del Gobierno del PP para permitir la construcción de miles de viviendas en el parque natural. .
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