La juventud desplazada en los campamentos de refugiados de Argelia cuestiona la lucha pacífica del Frente Polisario con Marruecos. La educación y las estancias en el extranjero conforman el choque generacional clave para el cambio
PATRICIA CAMPELO Campamento 27 de Febrero (Argelia) 23/04/2011
Ahmed El Hocssine asegura que en los campamentos de refugiados en suelo argelino “todos tenemos 35 años”. Es el tiempo que llevan viviendo de forma “provisional” en medio del desierto mientras esperan la reunificación de su pueblo en un Estado independiente.
El Hocssine fue uno de los primero niños que nació con la condición de refugiado saharaui. Tras vivir 15 años en La Habana, donde estudió la carrera de Medicina, volvió al campamento levantado por sus mayores, huidos de los bombardeos de Marruecos sobre el Sáhara tras la salida de España del territorio en 1975. “Me importa más la familia que el dinero, la causa es lo principal”. Cerca de 200.000 saharauis han pasado por Cuba en los últimos años para estudiar, según datos del Frente Polisario, el movimiento político de representación del pueblo saharaui.
Los anhelos de El Hocssine se repiten en Elwali Malainin que, a sus 22 años, ha pasado los últimos 13 de su vida estudiando en España y acaba de regresar a los campamentos para quedarse. Con su formación en informática espera poder trabajar “en cualquier cosa”.
La estela revolucionaria de Gdem Izik
Tras el brutal desmantelamiento del Campamento Dignidad por parte del ejército de Marruecos el 8 de noviembre de 2010, el sentimiento revolucionario se palpa con facilidad entre la juventud saharaui. En el Campamento 27 de Febrero, uno de los primeros asentamientos, a 20 kilómetros de Tindouf, los jóvenes refugiados se reúnen con los voluntarios españoles que estos días conviven con ellos gracias a la iniciativa de la Columna de los Mil, para hablar de sus expectativas y del camino hacia la autodeterminación. La iniciativa española tiene el objetivo de denunciar la situación de los campos de refugiados y los abusos del Gobierno marroquí con los habitantes de las zonas ocupadas.
El presidente de la UJSARIO, la unión de jóvenes del Frente Polisario, Sidahmed Lud, considera que tras la larga espera no ven avances que desemboquen en la solución final. “La comunidad internacional le sigue el juego a Marruecos y mientras, continúa la explotación”. El líder juvenil no descartaría una nueva intifada.
“No conocemos nuestra tierra y vemos muy negro nuestro futuro”, sentencia Ahmed El Bayun, saharaui refugiado de 33 años. Una desesperanza que también se plasma en las palabras de Luchaá Saleh (24 años), quien no duda a la hora de afirmar que “la solución es coger las armas; moriría por un Sáhara libre”. Presión y conciencia política son los instrumentos más factibles para lograr la autodeterminación del pueblo a juicio de Talebuya Hamadi Faragi. A sus 24 años parece estar llamado a ser el nuevo El Luali Mustafa, el joven líder que proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) el 27 de febrero de 1976 y murió durante la invasión mauritana de los territorios saharauis del sur. “Hay que dar un paso político hacia adelante con conciencia política; sin actos como el de la Columna o el Fisáhara no se sabría nada de nosotros, pero no vengáis a tomar el té o a darnos latas de atún de nuestro mar y decir que colaboráis con el pueblo saharaui; hay que llevar esa conciencia más allá”, sentencia.
Otros jóvenes se atienen a la línea de conversaciones con Marruecos marcada por el Polisario desde 1978 y defienden la actitud condescendiente del brazo político de la RASD respecto a los acontecimientos de Gdem Izik. Bachir Mahyub, saharaui refugiado en Argelia, subraya que “un problema político se resuelve por la vía política y la presión hay que hacerla con los mecanismos legítimos a nuestro alcance”.
Sidi Zaqui, profesor de español en la escuela de Dahkja, considera que “todos los jóvenes saharauis llevan la política en su sangre” pero que no han alcanzado la “madurez” para gobernar: “Hay que respetar los tiempos en pro de la autodeterminación”, añade.
Lehbib Mohame, el joven periodista que al principio de la reunión daba la bienvenida “aunque no estemos en nuestra tierra”, lanza un mensaje a los españoles que aglutina un sentir generalizado: “Llegad con vuestra voz donde nosotros no podemos”.
La construcción de un Estado
El vínculo de los campamentos de refugiados argelinos- donde viven 170.000 saharaui- con las ciudades ocupadas por Marruecos al otro lado del muro levantado por el gobierno alauí se palpa a cada paso. Las wilayas –provincias- llevan el nombre de las principales ciudades ocupadas “para no perder el vínculo con la tierra” de la que fueron expulsados después de que España abandonara la 53 provincia española sin posibilitar la autodeterminación de la que fuera su excolonia. Así explica Dahan Abdelfatah, subdelegado del Polisario en Aragón, el exilio de su pueblo. Es el momento del té y de recuperar la memoria en la jaima, símbolo de la cultura saharaui. “El Polisario tuvo que gestionar una gran masa de refugiados sin tener experiencia político-administrativa. Creó congresos populares de base, con elecciones cada dos años e impuso la educación obligatoria”. Según indica Abdelfatah, “España dejó una tasa de analfabetismo del 84% cuando salió del Sáhara. Para gestionar un estado independiente, educar era la clave”.
Esta premisa la tienen presente jóvenes como Chej Muhftah, miembro de UJSARIO, quien agradece la “alta formación” que han recibido los jóvenes en diferentes países. “Era un desafío montar un Estado en el exilio y formar una nación”, añade.
ROBERT GRIFFIN
Cada barrio tiene una directora que se encarga de la administrar la ayuda humanitaria de Naciones Unidas que reciben una vez al mes. Rabuni es la capital administrativa, donde están los ministerios, el hospital nacional, la radio y televisión oficial de la RASD y varios comercios.
Todo en edificaciones de una planta, de adobe, con paredes agrietadas, y un precario tendido eléctrico que se extiende desde Tindouf, la última ciudad argelina, hasta el centro neurálgico del Sáhara de refugiados. Las demás wilayas no disponen de luz eléctrica. Las condiciones climatológicas son extremas, alcanzando los 60 grados en verano y con un frecuente viento de siroco que levanta con violencia la arena del desierto e imposibilita la vida cotidiana.
En el Campamento 9 de Julio se ubica el parlamento de la RASD y el Centro de Víctimas de guerra y de minas. El 27 de Febrero, en cambio, se fundó como una escuela para mujeres y hoy en día viven varios miembros del Gobierno saharaui. “Se ha creado un sistema político que se basa en la concepción del Estado moderno; hay división de poderes, la justicia saharaui es de las más modernas del entorno y todo ello encaminado a lograr un Sáhara independiente, libre y soberano”, señala el presidente del Parlamento, Jadri Aduh. El objetivo final es que los saharauis “se acostumbren a un estado moderno; crear ciudadanía”.
A tenor de la madurez institucionalidad consolidada a lo largo de estos 35 años la juventud saharaui pide que la autodeterminación sea ya una realidad. “No queremos caridad, queremos justicia” es la proclama más escuchada en los campos de refugiados saharauis.
Símbolos de la resistencia
Sobre la base del sistema político edificado en la sociedad saharaui, la simbología identitaria cobra mayor importancia. En 1976 se inauguró el Museo Nacional de la Resistencia, en Rabuni, para combatir los esfuerzos de Hassán II por tratar de borrar la existencia del pueblo saharaui.
Así justifica Mohamed Sidahmed, miembro del ejército del Frente Polisario, la importancia del museo. Las imágenes de los “mártires” –nombre que dan a las víctimas de la guerra con Marruecos- inundan la exposición. Sidhamed explica emocionado el destino de Sir Brahim Basiri, el primer líder saharaui, desaparecido en 1970 tras ser detenido por la Policía franquista del Sáhara. Nunca más se volvió a saber de él. El guía lamenta la indiferencia del Gobierno español a quien pide responsabilidades por los desaparecidos en los años 70 para después disculparse ante el grupo de españoles: “Es la historia y no se puede contar de otra forma”.
Sidhamed continúa la visita mostrando con orgullo el material bélico incautado a Marruecos entre el que figura munición prohibida por la ONU, como minas antipersonas y bombas de racimo. “Esta es la historia de una lucha que comenzó con 17 hombres, diez armas y cuatro camellos”, concluye.
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