El centenario del historiador ensalza el rigor y la vigencia de sus ideas
DANIEL VERDÚ - Madrid
Precisamente en el centenario de su nacimiento, cumplido también el 50º aniversario de su repentina e inoportuna muerte a causa de un cáncer de pulmón, la figura del historiador Jaume Vicens Vives (1910-1960) emerge como símbolo de la clase de hombres y mujeres que podría necesitar una España debilitada, enconada en posturas simplistas para resolver problemas complejos y, sobre todo, sumida en una relación con Cataluña en lo que algunos llaman eufemísticamente "clima de desafección". Vicens Vives, hombre puente entre Madrid y Barcelona que logró que representantes de todos los bandos enfrentados hace 50 años escribieran una esquela el día de su muerte, reunió ayer a buena parte de eso que suele denominarse la sociedad civil para reivindicar la vigencia de su figura y de su leitmotiv vital: super adversa augeri (ante la adversidad, supérate).
El acto, organizado por La Caixa y por la Fundació Grup Set, arrancó con una conferencia del presidente de honor de la entidad bancaria, Ricard Fornesa, que ensalzó el rigor y la mentalidad despojada de prejuicios y sentimentalismos de Vives en su manera de abordar la historia. Cero romanticismos. "Tenía sensibilidad catalanista, pero no en el momento de investigar". Tanto él como el resto de ponentes repitieron en una suerte de mantra la descripción que el historiador Raymond Carr hizo de su carrera: "El primero y único que en una época podía salir de España y homologarse con sus colegas europeos".
Y esa sociedad civil (con algún político incluido) que ayer le invocó es el instrumento, junto a la universidad o las páginas de la revista Destino que Vives utilizó para remover con sus ideas el ambiente que le tocó vivir. Uno de los ponentes, Joan Mas Cantí, evocó el tiempo en el que Vives participó en la fundación del Club Comodín, germen de lo que luego se convirtió en laboratorio ideológico de esa burguesía barcelonesa: el Círculo de Economía. Pero "España tiene hoy un déficit de innovadores y modernizadores", advirtió Antonio Garrigues-Walker. "La democracia es convivir en desacuerdo y hoy hemos dejado el debate a los farsantes y a los demagogos", lanzó.
En las mesas redondas participaron también el consejero de Política Territorial y Obras Públicas de la Generalitat, Joaquim Nadal; el historiador Santos Juliá, Gonzalo Anes, Borja de Riquer; la directora general de Esade, Eugenia Bieto; el consejero delegado de Siemens, Francisco Belil, o la hija del homenajeado, Anna Vicens Vives. Todos hablaron de aquel hombre elegante y carismático que optó por no exiliarse después de la guerra (sufrió una depuración de dos años en un instituto de Baeza) con un tremendo convencimiento sobre la conveniencia de revisar sus postulados en los tiempos que corren.
Soluciones concretas, sencillas, posibles. Poco a poco. Es el camino más fiable. Era lo que pensaba aquel hombre a quien retrató Josep Pla en su serie de perfiles Homenots y lo que recordaron ayer políticos de distinto signo como Joaquim Nadal o Miquel Roca, padre de la Constitución. "Vives defendía un catalanismo de construcción. Pactar es un privilegio de los fuertes", expuso quien fue santo y seña de esa manera de entender la relación con España. Roca intervino junto a otro de los padres de la Carta Magna, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que pese a no ser catalán ni historiador, se definió como "catalanista e historicista". Más consenso, imposible.
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