Una muestra
revisa el centenario del movimiento ácrata
BRAULIO
GARCÍA JAÉN ZARAGOZA 06/10/2010
Cartel da CNT na Guerra Civil |
"El anarquismo es
parte de la historia, absolutamente", decía ayer el profesor Julián
Casanova en una terraza de Zaragoza, después de presentar la exposición Tierra
y libertad: cien años de anarquismo en España que hoy se inaugura en la
capital aragonesa.
La seguridad con la que la
pronunció, dando a entender que ha perdido toda su relevancia social y su
vigencia política, no le resta una cierta ambigüedad que al transcribirla
refleja al mismo tiempo la razón de ser de la muestra: sí, el anarquismo es
parte del pasado, pero una parte tan importante que sin él difícilmente podemos
entender el presente.
Los cien años que recorre
la exposición (ver fotogalería) no son
los del centenario de la CNT, fundada en 1910, aunque el recuerdo de esa
conmemoración desencadenara este proyecto hace tres años.
El siglo de anarquismo
español que revisa la exposición va desde que el revolucionario y anarquista
italiano Giuseppe Fanelli llegó a España, enviado por Bakunin, en 1868,
hasta el exilio y la resistencia durante el franquismo. "Casi cien años.
Eso es lo que duró la semilla, la siembra y la cosecha anarquista",
explica Casanova en el pequeño folleto, muy informativo, que sirve también de
catálogo.
Una cosecha de la que, sin
embargo, apenas si puede hallarse hoy brote alguno. De ahí que Julián Casanova,
que además de catedrático de Historia es también el comisario científico de la
exposición, destaque que su principal objetivo es "pedagógico". "Me
gustaría que sirviera a la gente para conectar con su pasado, que llegara a los
colegios y a los institutos", dijo ayer en la rueda de prensa celebrada en
uno de los patios del Palacio de Sástago, el edificio renacentista de la
diputación provincial que acoge el grueso de la muestra hasta el próximo 8 de
diciembre.
Ácratas interactivos
La propuesta de Casanova,
materializada por Ricardo Centellas, que ha diseñado el montaje, combina
el rigor histórico (documentos, piezas históricas, numerosas fotografías de la
época, etc...) y la búsqueda de una comunicación atractiva incluso para el
público más joven: todas las salas tienen una pantalla en la que se proyectan
continuamente imágenes y documentales cinematográficos de la época. Y algunas
de esas pantallas permiten incluso la interacción, de manera que el espectador
pueda elegir un itinerario entre los muchos que se ofrecen.
El recorrido se divide en
12 salas, 11 de ellas en la sede de Sástago. La rueda de prensa se celebró en
la primera de todas, la dedicada al terrorismo, y en ella puede verse desde una
reconstrucción del asesinato del liberal José Canalejas en 1912, con los
dos maniquíes (abrigo negro y sombrero de copa, el presidente del gobierno;
gabardina y bombín el pistolero que apunta a su cabeza) frente al escaparate de
la librería San Martín, en el centro de Madrid, hasta dos pistolas originales,
con su munición correspondiente.
Pero hay vida más allá de
la muerte, y así las otras salas de la exposición recuperan también, por
ejemplo, "la fe inquebrantable en la cultura" del movimiento, y su
reflejo en los influyentes periódicos de primera mitad del siglo XX o la
historia de los ateneos libertarios.
El visitante hallará con
sorpresa ediciones internacionales para África, México y Francia del periódico
anarquista Solidaridad Obrera, el gran competidor por entonces de La
Vanguardia en Barcelona. La sala número 12, dedicada a la figura de la
mujer dentro del anarquismo, se exhibe en otro edificio de la capital, el
Palacio de Montezumo.
Oleada de afiliados
Otras salas, dedicadas al
movimiento sindical o su vertiente política, subrayan su importancia histórica:
sólo la CNT llegó a sumar antes de la Guerra Civil unos 700.000 afiliados
—la mitad en Cataluña— y hasta cuatro ministros anarquistas (la primera mujer, Federica
Montseny, entre ellos) participaron en diferentes gobiernos durante la
República.
No faltan tampoco las
dedicadas a la Guerra Civil, o al propio Durruti, el líder más
carismático y sin duda la figura más reconocible del anarquismo ibérico, o el
exilio. Una impresionante fotografía en una de las paredes de la novena sala (Represión
y exilio), con decenas de exiliados amontonándose junto con sus maletas,
mujeres y hombres tocados con gorras de plato, de milicianos o boinas, y
abrigándose con mantas, nos devuelve en blanco y negro la realidad de los más
de 750.000 republicanos, muchos de ellos anarquistas, que cruzaron los Pirineos
en apenas tres meses durante 1939. "Mi sueño cuenta Casanova es que la
exposición pueda verse también en Barcelona y Toulouse", aunque esa opción
debe todavía concretarse.
"No
consiguieron acabar con el Estado, eso es indudable",
dijo Jaime Vicente, director general de Patrimonio del Gobierno de Aragón,
seguramente sin reparar en que la composición de la mesa reflejaba
perfectamente su reflexión. Cuatro de los cinco presentadores eran políticos,
representando a alguna de las administraciones, municipales, provinciales y
autonómica que han hecho posible la exposición.
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