La nueva muestra de la Wellcome Collection, en Londres, repasa la relación del hombre con los desechos a través de los años y las diferentes culturas
NACHO MENESES - Madrid - 29/03/2011
Si hace años alguien hubiera dicho que una exposición mostrando cadáveres y órganos humanos tendría el éxito que tuvo -y tiene- Bodies, se le hubiera mirado como quien mira a alguien que no está muy bien de la azotea. Y sin embargo, ocurrió, vino a Madrid y en siete meses recibió más de 200.000 visitantes, millones en todo el mundo. Si alguien dijera que la gente acudiría a ver una obra de arte que consiste en cinco gigantescas losas hechas de deshechos humanos -y en realidad son 21, pero no caben en la sala-, el pensamiento general hubiera sido el mismo. Sin embargo la obra, del español Santiago Sierra, existe y está enmarcada en la exposición Dirt: the filthy reality of everyday life (Suciedad: la asquerosa realidad de la vida cotidiana) que, a través de unas 200 obras, muestra la ambivalente relación que el ser humano mantiene con la suciedad a través del tiempo y del espacio.
Desde el pasado 24 de marzo y hasta el 31 de agosto, la nueva exposición de la Wellcome Collection de Londres estará montada en torno a seis escenarios diferentes que sirven para explorar las diferentes actitudes culturales e históricas respecto a la suciedad y la limpieza: un hogar de la localidad holandesa de Delft en el siglo XVII; una calle en el Londres victoriano; un hospital de Glasgow hacia 1860; un museo en Dresde, Alemania, en el siglo XX; una comunidad actual de Nueva Delhi, India; y un vertedero de Nueva York en el año 2030. Fotografías, arte visual, películas, literatura, artefactos científicos y una gran variedad de objetos sirven para ilustrar una relación algo más compleja de lo que parece; nuestra actitud frente a algo que nos pasamos la vida intentando eliminar, perjudicial para nuestra salud pero a la vez vital para nuestra existencia, como explica Kate Forde, comisaria de la exposición: "La gente tiende a hacer una asociación negativa, algo de lo que intentamos librarnos. Pero, por otro lado, la descomposición o la fotosíntesis son procesos con los que la naturaleza recicla la suciedad y la transforma en vida".
¿Cómo llegar a idear una muestra en torno a algo tan aparentemente extraño como la suciedad? "Es un tema de gran actualidad porque generamos más basura que nunca. Más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, y muchas ciudades carecen de saneamientos adecuados", indica Forde. La exposición a la suciedad es la consecuencia lógica de la superpoblación y el carácter industrial de la vida metropolitana, en una época en la que los científicos se preguntan si nuestra obsesión por mantenernos limpios nos deja sin herramientas para combatir las infecciones. Las seis ciudades, los seis escenarios que sirven de vehículo muestran las diferentes caras de una suciedad que no solo es física, sino también moral. "La suciedad es, de alguna manera, un recordatorio de la transitoriedad de la vida, de la mortalidad y del hecho de que, al final, todos somos polvo", afirma Forde.
Ladrillos de polvo
Una de las piezas más destacadas de la muestra podría pasar por un simple montón de ladrillos. Y sin embargo, detrás de esta obra de Serena Korda se esconde, sobre todo, mucho polvo: el que desde hace meses ha sido donado por cientos de voluntarios o recogido por la propia artista en lugares tan diversos como el Museo Británico, el Royal Albert Hall o el instituto zoológico Grant. Inspirada por las grandes montañas de polvo -y otros deshechos objetivo de los más necesitados- que se acumulaban en Londres en el siglo XIX, Korda ha recibido a lo largo de los últimos seis meses unas 300 donaciones, y aún espera otras 200. Según Forde, "el polvo se usaba para hacer ladrillos de mayor calidad, más ligeros y mejores. Se puede decir que, en cierto modo, las ciudades estaban hechas de polvo. Antes se reciclaba todo". La obra, Laid to rest (enterrado), cuenta con unos 200 ladrillos personalizados con las iniciales de los donantes, que irán aumentando hasta los 500 durante la exposición.
La ciudad de Delft, en la Holanda del siglo XVII, sirve para ilustrar la obsesión de una sociedad por la limpieza. Allí fue donde el microscopio de Van Leewenhoek descubrió, por vez primera, los microbios. La epidemia de cólera de 1854 en el Soho londinense le sirvió a John Snowpara dibujar un mapa, presente en la exposición, que contribuyó a entender las causas de la enfermedad y el desarrollo del saneamiento en Londres. El Hospital Real de Glasgow en 1860 muestra cómo las infecciones provocadas por la falta de higiene eran causa de una gran mortandad entre los pacientes. Y el neoyorquino vertedero de Fresh Kills, que llegó a ser visible desde el espacio, es el mejor ejemplo del eterno problema de los residuos humanos. Hoy se encuentra cerrado y será reabierto en 2030, reconvertido en un gran parque urbano para uso público.
Dirt plantea, por tanto, cuestiones de responsabilidad personal, ética y medioambiental que encuentran altavoz no solo en las obras incluidas sino también en las actividades paralelas -charlas, encuentros, música...- que se desarrollarán a lo largo de los próximos meses, como recuerda Forde: "Vivimos en una situación financiera muy complicada. Esta es una forma de reflexionar sobre cómo podemos reducir la cantidad de residuos que generamos y encontrar un uso para ellos". Desde los que mantienen limpias nuestras ciudades, a menudo estigmatizados por su trabajo, a las más profundas implicaciones éticas relacionadas con las políticas de género y la conciencia medioambiental, todo tiene su sitio. "Las mujeres y las minorías étnicas", dice Forde, "reciben a menudo la carga de las labores de limpieza. Muchas de las pinturas de Holanda en el XVII, por ejemplo, idealizaban esos trabajos, aunque la realidad era diferente". La mencionada obra de Santiago Sierra sirve así para explorar la terrible realidad actual de no pocas personas que sobreviven limpiando, con la mano desnuda, las fosas sépticas de multitud de retretes públicos en Nueva Delhi. Una labor prohibida desde 1993 que sobrevive asociada a los Dalits -los intocables-, el eslabón más bajo del sistema de castas indio. El 80% de ellos, por cierto, mujeres que heredan sus derechos a una edad temprana.
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