DAVID ALANDETE - Washington - 30/03/2011
Mano a mano, dos mujeres muy distintas ascendieron ayer la escalinata de la mayor instancia judicial del país, sabedoras de que sobre sus hombros, en parte, pesaba la mayor demanda colectiva por discriminación de la historia de Estados Unidos. Betty Dukes, de 64 años, y Christine Kwapnoski, de 46, viajaron a Washington desde California para presenciar cómo sus abogados exponían sus argumentos a favor de que el Tribunal Supremo admita a trámite su demanda colectiva contra WalMart.
Las apoyaba presencialmente un grupo de mujeres que había acudido a manifestarse a las puertas del Supremo, a pesar del frío ayer en la capital norteamericana. "Igualdad salarial, ya", gritaba una de ellas. Las demás portaban pancartas en las que se leía: "Las mujeres de WalMart no son inútiles" o "Ya está bien de ningunear a las mujeres de WalMart".
Kwapnoski trabaja en una tienda de Sam's Club, una cadena propiedad de WalMart, en la zona de San Francisco, desde hace 24 años. Durante 15 de esos años fue uno de sus empleados más eficientes, sin obtener un ascenso a la gerencia de la tienda. Ahora es gerente adjunta, pero considera que la promoción llegó tarde. No se conforma con un premio de consolación: "Estamos peleando por esta causa en los tribunales desde hace 10 años. Y es el principio. Es una batalla que libraremos hasta el final".
Kwapnoski compareció junto a Betty Dukes y otras demandantes después de que los nueve jueces del Supremo preguntaran a los abogados de ambas partes sobre la conveniencia de admitir la demanda a trámite durante más de dos horas. Betty, vestida de domingo, lucía un traje chaqueta azul eléctrico, toda una veterana que ha mantenido viva la lucha por sus derechos y los de otras mujeres ya casi en su época de jubilación. Es una mujer simpática y de cálida sonrisa. Tanto, que su trabajo en una tienda de WalMart en California es dar la bienvenida a los clientes en la puerta. No es que esa fuera su aspiración laboral.
Comenzó en la empresa en 1994 como cajera. Cobraba el equivalente a tres euros por hora. Confiaba en llegar a la gerencia de la tienda pronto. Le ofrecieron un puesto en atención al cliente, que aceptó. Pero quedó estancada después de cinco años. Ni ascensos ni gerencia. Se quejó en repetidas ocasiones, hasta que obtuvo justo lo contrario de lo que quería: un descenso. Fue colocada de nuevo en la zona de cajas, cobrando un salario mínimo. Aquel incidente fue la semilla de un caso que sus abogados y los medios locales han bautizado como Betty contra Goliat.
Betty dijo ayer que su caso es solo uno más en un sinfín de agravios en WalMart. "Sin una demanda colectiva, no podríamos haber hecho nada contra esta discriminación. WalMart es demasiado grande. Una denuncia colectiva nos pone en igualdad de condiciones para luchar. Es lo único que pedimos", explicó. "A todas las mujeres, les pido que no se sienten sin actuar. Las mujeres tenemos derechos".
Ningún comentario:
Publicar un comentario