Un documental retrata la contracultura catalana de los 80, castigada por la heroína
ÁNGEL MUNÁRRIZ MÁLAGA 31/03/2011 08:00
El primer desafío de Morir de día (Laia Manresa y Sergi Dies) impresiona sólo con mencionarlo: contar la historia celestial de la Transición, sacralizada sin matices, tan intocable que sus críticos se arriesgan a la marginalidad política, a través de la historia infernal de la heroína, demonizada como el más abyecto y vergonzoso de los pecados. La cinta, proyectada ayer en la sección documental del Festival de Cine Español de Málaga, no sólo logra retirar los adjetivos tópicos que envuelven tanto a la transición aquí sin mayúsculas como a la heroína, sino que traza un inédito retrato de la Barcelona contracultural de los años setenta y ochenta.
"Existe un tabú. Es fácil hablar de aquellos años de tanto movimiento en Catalunya, de los tripis, los porros... Pero al mencionar la heroína, silencio", explica Manresa, que recuerda que la entrada de esta droga en Barcelona se produjo "a través de gente ilustrada, de clase media o alta, inquieta". Gente politizada y entusiasmada con la idea de la transformación social y la democracia que, señala Dies, "fue estafada por la Transición".
Y no sólo por la Transición. Cuando había quedado ya claro que el de la heroína era un mal viaje, llegó el año olímpico. "Para el 92, Barcelona quiso ofrecer al mundo una capital limpia de vicios y depravados, y la ciudad vivió una operación de limpieza física y moral", cuenta Manresa. En general, convienen los dos directores, "la contracultura catalana ha sido olvidada". "Mientras la Movida madrileña es una bandera, en Catalunya ha quedado como que eran cuatro desgraciados que mira cómo acabaron", añaden.
Desde luego que muchos acabaron mal. Pero basta asomarse al minuto uno de Morir de día para constatar que no eran unos desgraciados. Y ese es el segundo desafío cumplido de la película: dignificar la memoria de las víctimas, y también de los supervivientes, de aquel naufragio de locura, sida y sobredosis.
Origen del proyecto
¿Cuál es el origen del proyecto? Antes de morir de cáncer, el director de cine Joaquim Jordà (1935-2006) logró contagiar a Manresa, su joven coguionista en De nens (2003), su entusiasmo por una idea que ya tenía título, Morir de día (sacado de un poema de Vicente Aleixandre), pero que estaba por madurar. Consistía en adentrarse en los vericuetos de aquella Barcelona marginal de los setenta y ochenta que luchaba por la utopía social mientras se abrazaba al paraíso artificial. Laia Manresa recogió el guante.
Tanto ella como Dies, treintañeros ajenos generacionalmente a la contracultura, comenzaron cuatro años de trabajo. La película gravita alrededor de cuatro protagonistas, víctimas prematuras de la droga. Son Juanjo Voltas, un joven que quemó todas las etapas de la adicción hasta acabar suicidándose; la fotógrafa Mercè Pastor, que fuera compañera del cantante Pau Riba; Pepe Sales, poeta y pintor, emblema de arte corrosivo y desvergonzado; y Pau Maragall, aka Pau Malvido, hermano de Pasquall Maragall y también adscrito a la vanguardia barcelonesa.
Sus historias son reconstruidas a través de documentos personales, grabaciones, testimonios de amigos o familiares... La película recupera el corto La verge de Formentera, de Jordà, y la grabación del concierto de 1970 en el Saló Price de Catalunya en el que Pau Riba presentó su mítico disco Diòptria. "Estábamos en la cima del mundo", dice Riba en la película mientras observa las imágenes. Pero a la vuelta de la esquina esperaba la bajada.
Muertos en el camino
En el caso de Pau Malvido, fallecido en 1994, su familia prefirió no participar en la película. "Su caso", cuenta Manresa, "en vez de contribuir a retirar el tabú, lo agravó". Pero queda su impresionante testimonio, columna vertebral de la película. Supervivientes de aquella época van dando lectura a fragmentos de sus crónicas, que fueron publicadas bajo el título de Nosotros los malditos en la revista Star. "Son textos lúcidos, afilados, de gran profundidad analítica", explica Dies. Sobrecoge ver a Joan Senent-Josa, biólogo y periodista, con antecedentes de adicción, dar lectura emocionada a una crónica que da cuenta, secamente, de los muertos en el camino.
No sólo Senent-Josa. Los supervivientes que hablan en primera persona de la heroína varios de ellos con dedicaciones artísticas o intelectuales impresionan por su profundidad y lucidez. "Hay un mundo cultural muy vasto y muy intenso alrededor de la heroína", cuenta Dies, que remacha: "Conocer esta droga no significa consumirla, sino convivir con ella".
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