Un catálogo recupera la obra de Manuel Torres, nacido en Marín e integrante de la llamada Vangarda Histórica Galega
DANIEL SALGADO - Santiago - 12/04/2011
Bodegón, 1973 |
En óleo, acuarela, dibujo, gouache -una especie de acuarela opaca-, grabado, pastel, óleo rascado o escultura trabajó el pintor Manuel Torres (1901 - 1995). Y con esos materiales construyó su propia vía dentro de la denominada Vangarda histórica galega, la etiqueta que agrupó a los artistas de la república: Carlos Maside, Luís Seoane, Colmeiro o Castelao. "Ha de ser siempre pintura puramente, el tema al servicio suyo", comentaba Torres a un periodista en 1932, "no la pintura, el arte al servicio del tema. Porque por encima de todo su valor ha de ser plástico esencialmente".
Otro periodista, pero contemporáneo y del Diario de Pontevedra, se ha empeñado en reivindicar la figura del pintor natural de Marín. "No se cumple ningún aniversario", admite Ramón Rozas, "pero a mí me plantearon la idea de realizar un catálogo para visibilizar su obra". En la casa museo de Manuel Torres almacenan los más de cien lienzos que el artista legó a su localidad natal, pero solo una decena están en exposición permanente. "No sabemos lo que tenemos ahí", asegura Rozas, autor de los textos que encabezan M.Torres. A razón dunha existencia.
Y lo que la villa de O Morrazo guarda es la memoria de quien, junto a Carlos Maside, fue uno de los artistas pioneros en viajar al exterior e importar para Galicia los hallazgos de las vanguardias históricas. En Torres recayó una de las primeras becas concedidas por la Diputación de Pontevedra, en los años treinta y con el impulso de Castelao, la primera institución del país en sufragar estadías en el extranjero -Madrid y París en este caso- a los nuevos intelectuales interesados en operar con la plástica. "Torres también se benefició de la enorme colección de libros y revistas de Maside", explica su también biógrafo, "y con Carlos Maside fue uno de los primeros en romper con la pintura tradicional, más folclorista".
Al pintor le atraía el modo en que Picasso trazaba una y otra vez el mismo motivo, pero desde ángulos distintos y con técnicas variadas y atrevidas. El rastro de Modigliani puede detectarse en algunos lienzos de Torres, al igual que ciertos mecanismos cubistas y la alargada sombra de Cezanne: un jugador de cartas funciona de homenaje explícito al célebre cuadro del postimpresionista francés. Y las múltiples miradas que a lo largo de su vida dirigió Manuel Torres a la barriada Banda do Río de Marín reflejan una obsesión por el lugar análoga a la de Cezanne por el valle de Aix-en-Provence.
"Con el tiempo, su obra fue basándose en formas redondas, en un juego de volúmenes que lo distinguía de sus compañeros de generación", relata Ramón Rozas. De los coetáneos que alcanzaron mayor renombre que Torres, algunos en el exilio al que los abocó después de la Guerra Civil su galleguismo republicano -el propio Maside, Castelao, Colemeiro o Seoane- y algunos en el interior -caso de Laxeiro o del propio Torres, que colgó las herramientas enmudecido durante los años bélicos. "El olvido de su figura tiene que ver con su carácter", considera Rozas, "era una persona muy introspectiva, era difícil acceder a él". El estudioso del artista contrapone su silencio a la personalidad expansiva de Laxeiro, amigo de Torres hasta los últimos días y sin embargo gran vendedor de su propio personaje y de su trabajo con los pinceles.
Tampoco contribuyó a difundir su obra la aversión al viaje que Torres adquirió con los años. "A veces le costaba incluso desplazarse a A Coruña a ver una exposición, eso cuenta la familia, lo pasaba mal", ahonda Rozas. El pintor ejerció como maestro en su pueblo natal entre 1933 y 1967. Y allí continuó residiendo tras su jubilación, dedicado en exclusiva a registrar la luz y las sombras de su país. "Al contrario que muchos de sus contemporáneos, que se valen de fotografías en su estudio, Torres nunca abandonó el aire libre como escenario para trabajar", afirma Rozas, "y con el taxista Cañón, uno de Marín que ya tenía de mano, se desplazaba al Monte Ariz, a Cerdedo, a Noia y allí plantaba el caballete".
Además del catálogo A razón dunha existencia, esta semana recuerdan a Manuel Torres cuatro conferenciantes. Ayer habló Ramón Rozas y hoy lo hará, a las ocho de la tarde en la Casa da Cultura de Marín, Antón Castro. Antonio Garrido y José Carlos Valle completan, el miércoles y el jueves, el programa.
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