Desde 'Un puente sobre el Drina' hasta 'La hija del
Este', pasando por 'Cuaderno de Sarajevo', la literatura ha levantado acta
sobre los Balcanes
Winston Churchill afirmó en una ocasión que los Balcanes generaban más
historia de la que eran capaces de asimilar. La frase del famoso primer
ministro británico ha quedado para la Historia, con mayúsculas, y refleja la
endiablada complejidad de una región de Europa que ha trazado siempre una
peligrosa frontera entre religiones, etnias y nacionalismos. No resulta de
extrañar, por tanto, que la mayoría de libros que han tratado el tema de la
guerra de Bosnia, en los 20 años transcurridos desde el conflicto, formen parte
del género del ensayo más que de la narrativa.
Mucha historia generada obligaba a mucho análisis sobre ese convulso pasado
para comprender la conflagración más cruel librada en suelo europeo desde la
Segunda Guerra Mundial. No obstante, una novela histórica de referencia, una
narración coral y antropológica, explica mejor que cientos de estudios los
orígenes de la violencia en Bosnia, de los odios religiosos y sociales, la raíz
de los problemas. Se trata de Un puente sobre el Drina (RBA), de
Ivo Andric, el único escritor yugoslavo que obtuvo, en 1962, el premio Nobel de
Literatura. Un clásico, en una palabra, esta novela sobre varias décadas de la
historia de un pueblo fronterizo entre Bosnia y Serbia. Otro clásico que se
remonta a los años veinte es el de la británica Rebecca West, Cordero
negro, halcón gris (Ediciones B), una mezcla de libro de viajes,
reportaje y ensayo histórico. Por citar otro libro imprescindible, de mirada
amplia, encontramos El Danubio (Anagrama), de Claudio Magris, un
recorrido geográfico y cultural por las orillas del gran río que describe los
paisajes y los paisanajes de sus orillas. A vueltas con el pasado, la biografía
de Tito (Javier Vergara editores), escrita por Jasper Ridley, nos
acerca al personaje clave del siglo XX yugoslavo, aquel partisano que llegó a
mariscal y a dictador de la Yugoslavia comunista entre 1945 y 1980.
A partir del estallido de la guerra en Sarajevo (1992) profesores y
periodistas, que se habían ocupado de Yugoslavia en las décadas anteriores, se
lanzaron a intentar explicar el horror desde su trayectoria personal y sus
conocimientos. Al compás de la prolongación de la guerra surgieron títulos como
Matadero Bosnia (El País Aguilar), del norteamericano David
Rieff; Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Sava, Moravia y Drina
(Alianza), del austriaco Peter Handke; o Los tristes y los héroes
(Espasa), de la serbia Mira Milosevich. Entre los autores españoles también
algunos se ocuparon con brillantez de los Balcanes y valdría la pena destacar,
en primer lugar, a Juan Goytisolo, uno de los pocos intelectuales europeos que
viajó a Bosnia durante la guerra y publicó Cuaderno de Sarajevo
(El País Aguilar), en clave periodística, y El sitio de los sitios
(Alfaguara), con enfoque más narrativo y filosófico. Los profesores Carlos
Taibo, con Los conflictos yugoslavos (Libros de la Catarata) y
Francisco Veiga, con La trampa balcánica (Grijalbo) junto al
periodista Hermann Tertsch, con La venganza de la Historia (El
País Aguilar) escribieron textos con un afán erudito y divulgativo a la vez,
que fueron básicos en los años noventa. En narrativa, este año se ha editado La hija del este (Seix Barral),
de Clara Usón, que recrea la vida de Ana Mladic, hija de uno de los
criminales más sanguinarios.
La llegada de la paz a Bosnia en 1996 alumbró más tarde, durante una larga
posguerra, unas cuantas novelas con distintos estilos, desde el magnífico
relato del viaje de un periodista en busca de un colega -El oficio de
matar (Tusquets), de Norbert Gstrein- hasta la policiaca-histórica El
barco de los grandes pesares (RBA), de Dan Fesperman, pasando por
Javier Reverte que recogió en una historia de amor y guerra, La noche
detenida (Plaza y Janés) sus vivencias como escritor y periodista en la
zona.
Entre el reportaje y las memorias bascula la
estremecedora Postales desde la tumba (Círculo de
Lectores-Galaxia Gutenberg), del bosnio Emir Suljagic, una crónica de la
matanza de Srebrenica en 1995. Un relato también a medio camino entre la narrativa
y el reportaje es No matarían ni una mosca (Anagrama), de la
croata Slavenka Draculic, que repasa la actitud gente corriente capaz de las
mayores atrocidades.
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