Por: Javier Rodríguez Marcos | 09 de
abril de 2012
¿Qué año sería? El setenta y tantos. Nosotros teníamos un primo y él tenía
el COU acabado, la mili en Ceuta, libros de Kafka y una casete (entonces cassette)
de Pablo Guerrero que ponía una y otra vez. A cántaros, se titulaba. En
el radiocasete (supongo que traído de Ceuta si no mezclo las fechas) aquel
hombre de barba (Guerrero) compartía decibelios (pocos, el radiocasete era
mono) con Pink Floyd y Rafael Farina. Farina era una estupenda concesión a los
viejos, que perdonaban al cantautor (¡la palabra!) su barba y la política
porque era, y aquello cotizaba, extremeño (como todo el mundo). La diáspora
daba entonces para una ruta directa a Granollers y para el otro chiste: “Extremadura
dos: Móstoles y Alcorcón”.
Un día Pablo Guerrero dejó de ser el de la casete para ser el de un vinilo
con carpeta negra y verde y sello de Grabaciones Accidentales: El hombre que
vendió el desierto. Los pequeños, después de ser heavies, se habían
vuelto, digamos, modernillos y el primo mayor había sacado unas oposiciones. No
sé si comentamos con él lo del disco de Pablo Guerrero y lo de aquella canción –“Ángeles con
ojos de amargura”- en la que se oía la voz de Cristina Lliso, de
Esclarecidos. Era preciosa.
De repente, el primo tenía un Guerrero y nosotros, otro. Nos creímos tan
listos que no supimos ver que aquellas dos ronqueras -prima hermana de la de
Leonard Cohen- salían del mismo sitio. Tal vez el primo grande lo supiera, pero
nadie se acercó de preguntarle. Cuando pensamos correctamente la pregunta el
primo ya había muerto. Antes de tiempo, como suelen morirse los primos. Tampoco
pudimos contarle que un día sonó el teléfono de uno de los primos pequeños,
culpable de un par de libros de, digamos, poemas. Era Pablo Guerrero. Afónico y
amable. El de la cinta cassette: “¿Me escribirías una letra?” Glups. “Venga”.
Tiempo. Tic tac: “Te la mando”. “Recibida”. Tic tac. “¡Está llena de
encabalgamientos! Difícil de cantar”. Un pozo para el gozo. Y una luz al final
del túnel: “He pensado utilizar a cambio un poema de Frágil, si te
parece bien”. “Requetebién”. Lo que no sabía la comisión de poetas menores y
primos ex menores de edad es que la música se la iba a poner Jabier Muguruza
(“¿el de Kortatu?”, preguntaba otro primo, este de Barakaldo). Se la puso y
tradujo parte de la letra al euskera. Felicidad total en la margen izquierda.
Cosas que nos hubiera gustado contarle al primo: que los pequeños se
tomaron un café con Pablo Guerrero en un bar de su barrio que se llama Los
poetas como podría llamarse Los primos; que Guerrero habla poco pero bueno; que
incluyó hace tres años aquella canción –“Cansancio”- en un disco (CD ya)
titulado Luz de tierra;
que el año pasado Jabier Muguruza
la grabó en un disco suyo llamado Bikote Bat; que seguro que
le hacía gracia; que Móstoles tiene su aquel y que tenemos pendiente un viaje a
Granollers.
Que el miércoles 11 de abril de 2012, pasado mañana,
Pablo Guerrero celebra en el Círculo de
Bellas Artes de Madrid los 40 años de A
cántaros con un concierto.
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