La republicana Mariví Villaverde pregona la dureza del
franquismo “en este tiempo de crisis en el que todo es tan terrible”
PAOLA
OBELLEIRO A Coruña 14 ABR 2012 -
19:14 CET
Lleva media semana en A Coruña, de la mano de la Comisión pola Recuperación
da Memoria Histórica, de actos en actos como homenajeada de honor del 81º
aniversario de la República que vivió en primera persona y le llevó a tres
exilios. Hija del primer alcalde republicano de Vilagarcía, Elpidio Villaverde,
y viuda de un represaliado activista de Silleda Ramón de Valenzuela, Mariví
Villaverde es consciente, a sus 89 años de edad, de ser “memoria viva” de un
“tremendo” tiempo pasado que necesita, afirma, ser rememorado para “no volver a
eso nunca más”. “Los pequeños pregoneros tenemos que seguir pregonando, y si
puede servir de algo, voy a seguir ayudando, luchando siempre”.
Pero no es el pasado el que le quiebra la voz y hace asomar las lágrimas,
es el presente. La “negra situación económica” de España, “al borde del abismo,
sin parecer tener solución”, “entregada sin futuro a una Ángela Merkel que
dirige el cotarro y nos obliga a terribles acciones como recortar en enseñanza
y sanidad”. Los adjetivos que Mariví dedica para recordar “la durísima”
dictadura franquista los emplea también para comentar, con voz llorosa, las
penurias de la crisis.
La serenidad con la que recuerda sus marchas forzadas a Francia y
Argentina, “las inaceptables” condiciones de encarcelamientos varios de su
marido, el “entusiasmo” del exilio gallego en Buenos Aires para mantener viva
culturalmente su tierra, su lengua se torna en “dolor” e indignación cuando
comenta “la inadmisible” tasa de parados “sin futuro” o “la insoportable”
sucesión “casas vacías y gente en la calle por no poder afrontar su hipoteca”.
Mariví Villaverde no pretende dar lecciones. No hay un ápice de moralismo
en sus relatos. Pero, para ella, “es muy importante recordar la dureza de la
Guerra Civil y la dictadura de Franco que tanto daño hizo a su país hoy que
todo también es tan terrible”. “Es necesario que la gente recupere la
esperanza, y para eso hay que saber lo que pasó, tenerlo presente para que no
se repita”.
Tenía 14 años cuando, tras el golpe de 1936, huyó con su familia y papeles
falsos a Marsella, en Francia. Allí conoció a su futuro marido, detenido por
los nazis alemanes al estallar la Segunda Guerra Mundial mientras ella se
exiliaba, por segunda vez, a Argentina. Cinco años después y una tuberculosis
que la mantuvo presa de los hospitales, decidió arriesgarse en 1944 a volver a
Vilagarcía para casarse con su represaliado marido. “Había que correr el riesgo
e intentar iniciar una vida más o menos normal, aunque todo era relativo con
aquel régimen tremendo”. La pareja tuvo dos hijos pero pronto se desvanecieron
todas sus esperanzas de libertad al ver que los aliados, y sobre todo los
franceses “a los que tanto ayudaron republicanos españoles”, no hicieron nada
contra un “Franco que seguía ahogando al pueblo”. Y de nuevo emigraron, otra
vez a Argentina.
Allí, y durante 16 años, Mariví y su esposo fueron activos participantes
del exilio gallego capitaneado por Luís Seone, Arturo Cuadrado, Blanco Amor, entre
otros. “Hacíamos muchos actos, existía la posibilidad de luchar por Galicia, su
lengua, su cultura, sus valores”, dice. Trabajó codo con Cuadrado en el mensual
Galicia, una publicación antifranquista que impulsaba también la
creación de escuelas en su tierra natal. Fue también actriz, con el Teatro
Gallego de la Federación, interpretando e incluso también traduciendo textos en
su lengua vernácula. Y fue fiel comercial de la cerámica de Sargadelos que
Isaac Díaz Pardo trataba de difundir a través de una fábrica en Magdalena.
Mariví recuerda con emoción la reunión en el Centro Gallego de Buenos Aires en
la que el entonces joven emprendedor lanzó su idea de abrir una sucursal en
Argentina “para expandir la producción gallega”. “Nos entusiasmó a todos, y nos
asociamos con él para hacer ese lugar que diera renombre a Galicia”.
De vuelta a España, en la década de los 60 e instalada en Madrid “donde,
dentro de la dificultad y la dictadura dura había menos vigilancia que en
Galicia”, Mariví siguió “luchando por Galicia” con los gallegos de la capital.
Y en eso sigue, activa del Consejo por la Memoria Histórica y todas las
batallas que surjan.
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