Un documental recrea la expedición médica secreta enviada
por Franco a la guerra
PALOMA MARÍN Madrid 28 MAR 2012 - 00:45 CET
Canal Historia
emite a las 16.30 de hoy un documental sobre una expedición secreta de un
centenar de voluntarios sanitarios del Ejército español que prestaron ayuda a
Vietnam del Sur, en un terrible conflicto bélico en el que murieron más de tres
millones de personas y hubo más de un millón de heridos entre 1964 y 1975.
“La expedición se mantuvo oculta porque Franco no quería lazos con Estados
Unidos y menos con Vietnam”. Así de rotundo se muestra el general Antonio
Velázquez Rivera, uno de los médicos que participó en aquella expedición con
solo 25 años y recién casado. “Vietnam fue la primera guerra televisada y
maldita por todos”, recuerda.
En 1965, el entonces presidente norteamericano Lyndon B. Johnson solicitó
al general Franco el envío de tropas españolas a la guerra de Vietnam. Johnson
deseaba, “como Bush con Irak”, que su guerra fuera glorificada
internacionalmente, según Velázquez. Franco, después de largos días de debate,
se negó. Algunos de sus consejeros, principalmente el teniente general Agustín
Muñoz Grandes, recomendaban vivamente al jefe de Estado que España participase
en esa guerra porque la bandera roja y gualda debía ondear al lado de la de
Estados Unidos, la australiana con sus 15.000 soldados o la de Corea del Sur
con unos 20.000. Pero el “generalísimo” tenía muy claro que España no
contribuiría a la victoria propagandística de los americanos y decidió en
última instancia enviar de forma secreta a una misión médica militar en 1965.
La decisión se tradujo en un documento confidencial del 26 de abril de
1966, del Estado Mayor Central dirigida a la Jefatura de Sanidad para reclutar
a médicos y ATS voluntarios. Solo se alistaron 12 personas (cuatro médicos,
siete enfermeros y un oficial de Intendencia, rama de mecánica).
Algunos de aquellos veteranos han fallecido, pero otros como el capitán Ramón
Gutiérrez de Terán recuerdan cómo fue su salida de España rumbo a Saigón.
“Salimos vestidos de paisano en un vuelo regular. Ni siquiera un alto mando nos
despidió. Sabíamos más o menos dónde estaba Vietnam, pero no Go-Gong”. Tanto
este como el general se apuntaron a Vietnam para ayudar al prójimo y, además
conocer mundo y vivir una aventura.
La llegada de los militares españoles no fue nada fácil. Cuando aterrizaron
en Saigón fueron traslados en un vehículo estadounidense fuertemente blindado
al que seria su lugar de trabajo durante los próximos cinco años: al hospital
Truong-Công-Dinn, en Go-Gong, a 45 kilómetros de la capital, no muy lejos de la
ruta Ho Chi Min. “Allí nos dimos cuenta de dónde nos habíamos metido. Aspas de
helicópteros, alambradas y un horrible olor a napalm impregnado en el
ambiente”, recuerda Gutiérrez de Terán.
Máximo Cajal, diplomático a cargo de la Embajada en Tailandia durante
aquellos años, recuerda su primer contacto con aquellos voluntarios que fueron
reclutados en varios lugares en secreto, como el Sahara Occidental. “Pasaron de
ver la aridez y sequedad del desierto a la espesura verde, húmeda y el peligro
del delta del Mekong”.
“Las dos veces que tuve que ir a ver
al equipo médico español en Go-Gong, tuve que hacerlo en helicóptero porque las
carreteras estaban controladas por guerrilleros del Vietcong”, declara Cajal.
El general en la reserva Antonio Velázquez, uno de los médicos, rememora.
“El hospital era un antiguo edificio colonial, que se caía, sin condiciones
sanitarias. Se hacinaban 150 camas y hasta 400 enfermos. No teníamos material
médico. Nos lo tenían que dar los americanos o los guerrilleros”.
Los supervivientes de esta historia afirman que no hacían diferencias a la
hora de atender a los heridos: sudvietnamitas con el cráneo abierto, americanos
con heridas de metralla, niños enfermos de paludismo o embarazadas con fiebres
tifoideas...
El equipo español convivió sin problema con la población civil. “Eran
encantadores con nosotros y reconocían nuestra ayuda”, recuerda Gutiérrez de
Terán. “Incluso nos dedicaron un puente”.
A lo largo de los cinco años que duró la misión
humanitaria se sucedieron otros grupos médico-militares. Casi un centenar
participaron en ella. A su vuelta a casa esperaban el reconocimiento público
del pueblo español. Pero la realidad fue la misma que cuando se fueron:
silencio absoluto. Tal como les ordenaron.
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