domingo, 18 de outubro de 2009

La capital trágica de Europa


LLUÍS BASSETS, El Páis 18/10/2009

Aquí pasó lo mejor y lo peor del siglo XX. Los últimos 20 años han cerrado el círculo. De la caída del muro al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, Berlín celebra su cumpleaños más feliz.

Berlín es la capital trágica del siglo XX. Ese muro que cayó la noche del 9 de noviembre de 1989 pone punto final a un periodo catastrófico en el que la capital prusiana y alemana fue menos la protagonista que la víctima. Esa ciudad que creció en una llanura fluvial y lacustre ha sido la capital más cambiante de la historia contemporánea europea. Corte del reino prusiano primero y de la Alemania unida en el primer imperio después, capital democrática de la República de Weimar ya bien entrado el siglo XX, se convirtió con Hitler en urbe imperial y militarizada desde donde se controlaba un imperio totalitario en constante expansión y después en ciudad dividida, símbolo y víctima de la guerra fría hasta 1989, año de su auténtica liberación.

Los doce años de nazismo fueron un martirio para la ciudad y sus habitantes. Era la capital del III Reich, pero Hitler no tenía más que desprecio y rencor contra el símbolo del cosmopolitismo y de la vida urbana moderna y democrática. Había sido una de las grandes capitales del movimiento obrero europeo a principios de siglo, hasta culminar en la efímera revolución espartaquista de 1919 en la que por unos breves días los consejos de trabajadores y soldados tomaron el poder. Pocas ciudades en el mundo tuvieron en los años veinte la vitalidad y el dinamismo cultural, científico e industrial de Berlín. También fue, con la depresión económica, capital de la miseria y del paro, y caldo de cultivo del populismo extremista rampante, que llevaría a sangrientos enfrentamientos entre izquierdistas y nazis. De haber podido elegir, Hitler habría preferido Múnich como capital. Y aunque Berlín fue metrópoli nazi, lo fue a contrapelo: también fue ahí donde más cuajó la resistencia, donde conspiraron los conjurados con Claus von Stauffenberg, el militar aristócrata que intentó asesinar al Führer, y donde fueron sumariamente ejecutados.

El nombre de Berlín se asocia al de la época nazi en múltiples declinaciones de la infamia: empezando por el del Eje, con el que se denomina la alianza entre la Italia mussoliniana, el Japón imperial y la Alemania hitleriana. Desde los ministerios hitlerianos de Mitte, el centro berlinés, se tomaron las decisiones que encendieron el polvorín europeo y condujeron al mundo entero a la mayor confrontación bélica de la historia y a una colosal orgía de sangre y de muerte. Desde Berlín también, en una villa en las orillas de la laguna de Wansee, se tomaron las disposiciones genocidas para exterminar a los judíos de Europa. En los salones de la cancillería hitleriana surgieron los sueños arquitectónicos demenciales destinados a cambiar la ciudad hasta convertirla en Germania, la capital de un imperio que debía durar mil años.

Afortunadamente, de aquel proyecto urbanístico sólo quedaron los esbozos. No alcanzó su vida ni los trece años, la edad de un adolescente, y en lugar de las obras de la megalópolis hitleriana, el Führer legó a los berlineses un cráter poblado de cadáveres y de ruinas, abierto como una herida horrible junto a la Puerta de Brandeburgo y los restos del Reichstag, el Parlamento alemán, incendiado justo a su llegada al poder. La batalla de Berlín, que terminó con Hitler, con el régimen y con la guerra en territorio europeo, dejó el centro de la ciudad en ruinas, la vació de su población y causó varios centenares de miles de muertos civiles y militares y medio millón de prisioneros alemanes. Fue una de las más fieras de la entera guerra mundial y terminó con el Ejército Rojo acampado en sus parques y la entera ciudad y sobre todo sus mujeres a merced de los soldados soviéticos. En el cráter de la batalla de Berlín anidó y permaneció durante cuarenta años más el huevo de la serpiente de otra guerra que amenazó con el espanto de la destrucción nuclear a la humanidad entera, la guerra fría. (...)

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