sábado, 24 de outubro de 2009

Las amantes del pintor Modigliani


El artista ha pasado a la historia tanto por sus pinturas de mujeres de cuello rosa e infinito como por sus parejas, que fueron tantas como borracheras. Sólo una le acompañó hasta el final: Jeanne Hébuterne, una muchacha lánguida con final trágico

MANUEL VICENT- El País- 24/10/2009

La pintora Beppo, una inglesa alta y desgarbada, que a principios del siglo pasado, con 18 años, se fugó de casa y dispuesta a cambiar el té con pastas por el calvados cayó en el París de entreguerras en medio de la bohemia de Montparnasse, me contó que había sido amiga de Modigliani. Un día el artista le pidió que posara de modelo para una escultura. Quería tallarla en madera y para eso robó una traviesa de la vía del metro de la estación de Barbès-Rochechouart. Beppo le ayudó a saltar la verja. Este robo se repetía a menudo. Por eso durante una época las esculturas de madera de Modigliani todas medían un metro y eran tan estilizadas. Aquella escultura ha desaparecido. Puede que la usaran como leña para calentar el cubículo de la plaza de Ravignan, en los altos de Montmartre, donde vivía el artista.

La pintora Beppo llegó a España en los años cincuenta casada con el príncipe tunecino Abdul Wahab, al que abandonó por un guitarrista gitano. En una taberna de Madrid, oyendo cantar a Pepe de la Matrona, me contó también que en medio de una pobreza absoluta iba una tarde en compañía de Modigliani por el bulevar de Montparnasse y se encontraron con unos bloques de piedra al pie de un edificio en construcción. El artista se sintió de repente inspirado y comenzó a trabajar como un poseso durante tres noches de un fin de semana en plena calle con uno de aquellos bloques hasta terminar una escultura, que representaba la cabeza cubista, pero el lunes por la mañana los obreros no atendieron sus súplicas y arrojaron la escultura de Modigliani en los cimientos.

Por ese tiempo Modigliani tenía también de modelo y amante a la poetisa inglesa Beatrice Hastings, una chica excéntrica y seductora, que lucía sombreros cada vez más imposibles. Entre los perifollos del vestido a veces solía llevar enhebrado bajo el brazo un cesto con un pato vivo dentro. Fue ella la que inició a Modigliani en el hachís y en las experiencias sensoriales fuera de toda medida, pero él no le iba a la zaga. Picasso decía que Modigliani siempre se las apañaba para coger las cogorzas más clamorosas en el cruce de Montparnasse con el bulevar de Raspail, entre la Coupole, La Rotonde y el Dôme para exhibir su desdicha ante el mundo. Aunque algunas veces también lo sacaron borracho dentro de un cubo de basura en un barrio de extrarradio. (...)

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