¡Qué pedazo de aventurero el irlandés Roger Casement, el personaje que inspira El sueño del celta! En su asombrosa biografía real hay de todo lo que nos asombra, y más: se jugó la vida en el Congo de los cortamanos -introdujo al mismísimo Conrad en el corazón de las tinieblas- y en la Amazonia de las correrías; desafió, en su propia cara, a algunos de los hombres más poderosos del mundo; fue el primer hombre que atravesó a nado el río Inkisi, infestado de cocodrilos; emuló al real Fitzcarraldo transportando un barco por la selva; trató de crear una legión irlandesa en el seno del ejército alemán del Káiser para liberar a su país del yugo inglés; desembarcó desde un submarino germano, el U-19, en la más pura tradición de los comandos y los espías en las costas de Irlanda (mareado como una sopa, eso sí), trayéndose además un barco cargado de armas para la rebelión; intentó suicidarse con curare y, finalmente (claro), murió ahorcado, aunque con tanta entereza que dejó admirado de por vida a su propio verdugo. Añadamos que tuvo el privilegio de descubrir la mitología irlandesa de labios de la bella Rose Maud Young, el amor imposible de Yeats.
Lawrence de Arabia, admirador de Casement, quiso escribir su biografía. "Un buen espécimen de inglés capaz", apuntó de él en su diario Henry Morton Stanley, nada menos, con el que compartió una semana de expedición por el Congo cuando el explorador acudía en rescate de Emin Pasha. Y mira que Bula matari -"rompepiedras", en kikongo- era duro (aunque no muy observador: ¡llamarle inglés a Casement!).
Porque Casement, además de un prodigioso aventurero, no en balde hijo de un kiplinesco oficial de los King's Own Light Dragoons Guards, era un filántropo, un caritativo defensor de la humanidad, un altruista que se adelantó en años a Amnistía Internacional en su meticulosa defensa de poblaciones e individuos oprimidos. Es verdad que este valiente y humanitario personaje, refinado y cortés, frugal y desprendido, sensible y hasta poeta, al que se calificó de "Bartolomé de las Casas irlandés", por su denuncia de las condiciones de los forzados caucheros congoleños y peruanos, tenía sus puntitos oscuros.
Fue, en puridad, un traidor. Después de media vida de ejercer cargos diplomáticos para la Gran Bretaña, actuar como los ojos del Foreign Office, hacerse un nombre gracias a la Administración del país, recibir las mayores distinciones (hasta fue ennoblecido por el Rey), Casement, en plena I Guerra Mundial y con toda la juventud británica -incluidas dos divisiones de irlandeses- dejándose la vida en las trincheras de Francia y Flandes, se puso a conspirar con los alemanes y, proyectando en Connemara lo que vio en el Congo y el Putumayo, se pasó al enemigo para liberar Irlanda. Lo raro no es que lo ahorcaran al pillarlo, sino que se lo pensaran tanto antes de hacerlo.
No se vea en esto una crítica al aventurero Casement, qué va: en realidad una vida aventurera, es sabido, se enriquece con avatares, reveses, golpes de fortuna, caídas en desgracia y ambigüedades morales. No hay nada menos aventurero, probablemente, que un santo. Piénsese en cambio en Sandokán, devenido pirata, Stanley, T. H. Lawrence, Lord Jim, todos los héroes de Malraux -el propio Malraux: expoliador y embustero-, Lindbergh o Han Solo. Santo, santo, Casement sin duda, y ahora entramos en lo más discutible de su perfil, no lo era. Vargas Llosa no exagera ni un pelo al abordar su disoluta vida sexual, más bien se abona a la piadosa tesis de que nuestro héroe, homosexual, exageró y fantaseó sus lances en ataques de coprolalia escrita y hasta cita la hipótesis de que todo el asunto de sus diarios secretos pudo ser una falsificación policial para desprestigiarlo. Parece que no, que el tipo verdaderamente se las traía en su promiscuidad, en un amplio abanico que iba desde marineros a boy scouts pasando por luchadores japoneses. En cambio, no le interesaba la historia natural.
El sueño del celta incluye un buen montón de citas explícitas de sus diarios ("Fue mío, fui suyo. Aullé"). Los Black Diaries están presentados casi en su totalidad en Roger Casement. A biography, de William Bryant (iUniverse, 2007), un libro bastante devastador en cuanto al asunto. Bryant señala que Casement fue un adicto a la prostitución masculina. Nada sorprendente en aquella época: a sir Eyre Coote, miembro del Parlamento y gobernador de Jamaica, lo descubrieron azotando y metiendo mano a jovencitos y -esto impresionó mucho a nuestro hombre- el general sir Hector Macdonald se suicidó tras ser pillado en mutua masturbación con tres chicos nativos en un tren en Ceilán. Casement parecía tener una verdadera obsesión con el tamaño de los miembros de sus innumerables partenaires y sus entradas en los diarios ofrecen, entre otros detalles, medidas precisas. En fin, eso cada cual, pero lo malo es que, los diarios documentan actividad sexual con niños de 11 años.
Controvertido, apasionante, humano, literario ahora, Casement nos apela -la figura es de Lawrence- como "un arcángel roto"; un personaje de luces y sombras, un aventurero que transitó lo peor del mundo, y de sí mismo.
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