Andrés Sorel
novela la represión durante la guerra de Cuba a través de la figura del jefe
del ejército español
BRAULIO
GARCÍA JAÉN MADRID 30/10/2010
La polémica de los
historiadores sobre si la patente de los campos de concentración, ese invento
del moderno siglo XX, es española o inglesa, no depende del calendario: los
campos levantados en Cuba durante la guerra colonial son anteriores a los concentration
camp donde los ingleses hacinaron a los böers a principios del siglo
XX. El bando español se emitió el 25 de octubre de 1896: "Todos los
habitantes de las [áreas rurales] o fuera de la línea de fortificación de los
poblados se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados
por las tropas". Lo firmaba el gobernador de Cuba y general jefe del
ejército, Valeriano Weyler, y a él debemos el concepto clave:
"reconcentración".
Más allá de las
discusiones jurídicas y políticas sobre el concepto de "campo",
Andrés Sorel ha dedicado Las guerras de Artemisa (El olivo azul) a
reconstruir lo que para los internos cubanos, y también para los soldados
españoles que los custodiaban, supuso la estrategia de Weyler (1838-1930):
"Lo que hizo fue, sin haber creado las condiciones para ello, concentrar a
miles de personas y llevarlas a la muerte", explicaba esta semana en su
despacho del centro de Madrid. "Murieron más soldados por las epidemias y
las enfermedades que por heridas de bala. Las epidemias no respetan
uniformes", añadió.
Soldado y periodista
Las guerras de Artemisa
es una novela. La investigación y el trabajo de documentación que Sorel
emprendió para escribirla, sin embargo, le ha permitido construirla en torno a
varios personajes de la época, imponiéndose como objetivo el rigor
histórico. Uno de ellos es el propio Weyler, sobre quién Sorel ha rastreado su
papel en las guerras contra el carlismo. "Él ensayó ya esa forma de
concentración durante las guerras carlistas", cuenta.
El otro personaje
histórico protagonista de la novela es Manuel Ciges Aparicio (1873-1936).
Ciges, periodista y escritor que vivió la guerra contra el levantamiento cubano
de 1895 como soldado del ejército español, vivió luego muchos años exiliado en
París. Regresó para convertirse en Gobernador Civil, primero de
Santander y luego de Ávila, durante la II República. Los falangistas lo
fusilaron poco después del golpe militar de 1936, al inicio de la Guerra Civil,
en Ávila.
Ciges fue el primero en
denunciar las condiciones de hacinamiento en las que morían los civiles
cubanos. Su artículo, publicado originalmente en un periódico francés, L'intrasigeant,
y del que no se ha conservado el original, le valió una condena por traición de
cuatro años de cárcel. Sorel recupera lo esencial de ese artículo a través de
los libros que Ciges publicó describiendo las consecuencias de la reconcentración:
la fiebre amarilla y el hambre, pero también los abusos. "Niñas
de10 o 12 años se rinden, inocentes y pasivas, por lo que quieran
abonarles", escribió en Del cuartel y de la guerra. Unos abusos que
también aparecen en la novela de Sorel. "Sobre Ciges no he inventado
absolutamente nada", exclama.
Durante los tres años que
ha tardado en que escribirla, Sorel ha viajado dos veces a Cuba. "En la
Iglesia de Artemisa saqué los libros de los muertos de 1895-96-97 donde
constaban todos los españoles que habían muerto en aquellos años [unos 50.000].
Hay controversias sobre el número de cubanos que murieron en los campos de
concentración.
Para
mí eso carece de importancia: sean 300.000 o 1.000.000. Lo importante es
cómo se castigó a la población civil. Hasta el punto de que a Weyler lo
destituyeron fulminantemente en mitad de la guerra.
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