Presuntas víctimas acusan al empresario de liderar una red de trata
MÓNICA CEBERIO BELAZA - Madrid
"Me captaron en una playa de mi pueblo, en Brasil, mientras me bañaba con una amiga", relata por teléfono una de las testigos protegidas de uno de los procedimientos penales contra José Moreno, el dueño del Paradise, el macroburdel que abrió sus puertas el jueves pasado en La Jonquera (Girona) tras una monumental polémica legal sobre su licencia de apertura. "Una chica se acercó, nos dijo que trabajaba en una agencia de viajes y que era muy fácil ir a España", expresa la testigo. "Nos aseguró que a cambio de 500 reales (1.176 euros) nos pagaban el billete y nos buscaban un empleo con el que devolverles el dinero". Los 500 reales se convirtieron después en 6.000 euros; el trabajo consistía en ser prostituta 12 horas al día; su pasaporte se lo quedaron; y, si algún día se deprimía, la respuesta de los encargados -no la de Moreno- era, según su relato: "No puedes volver a Brasil. Menea el culo y atrae a los clientes, que tienes que pagar la deuda".
La mujer trabajaba en los burdeles gerundenses Edén (Fontcoberta) y Eclipse (Mont-ras), propiedad de la empresa de José Moreno. Ambos fueron investigados por la UCRIF (Unidad contra las Redes de Inmigración y Falsificación Documental) en 2008 y en 2010. Tras las dos operaciones policiales, Moreno fue detenido y posteriormente imputado. Tiene sendos procedimientos penales abiertos por proxenetismo, detención ilegal, delito contra los derechos de los trabajadores, asociación ilícita y tráfico de seres humanos, imputaciones que no han impedido ni que abra un club de 2.700 metros cuadrados ni que los dos en los que existen sospechas judiciales de que se explotaba sexualmente a mujeres sigan funcionando a pleno gas.
Moreno asegura que es inocente, que está muy tranquilo y que lo han imputado solo "de refilón", porque su nombre aparecía en unas escuchas, pero en los informes policiales constan las declaraciones de al menos 10 testigos protegidas que lo acusan de haber tejido una red que traía a mujeres de Brasil para explotarlas sexualmente en España.
Según los relatos hay dos tipos de mujeres trabajando en sus clubes. Las que tienen deudas (porque las han traído desde Brasil), y las que no. Las primeras son las presuntamente explotadas. Muchas saben lo que van a hacer en España, pero otras no. Las hay que, aún sabiéndolo, no aguantan esa forma de vida. Y las más, según los relatos de las testigos, eran engañadas en cuanto a las condiciones laborales y de pago de la deuda. Lo que les prometían los captadores -tres o cuatro según la policía, que supuestamente trabajaban para Moreno- no tenía nada que ver con lo que se encontraban después.
Una de las testigos protegidas relató a la policía que al llegar a España dijo que no quería prostituirse; pidió que la dejaran volver a Brasil. La encargada le dijo que tuviera cuidado, que los jefes eran peligrosos. Desesperada, cuando le tocó enfrentarse a su primer cliente, le suplicó ayuda. Este le recomendó que se escapara, le dio dinero para un taxi, las alojó después a ella y a una amiga en su casa y las acompañó a Barcelona para que pusieran una denuncia.
La mujer que contaba que fue captada en la playa también vio mujeres desesperadas. "Un día llegaron cuatro o cinco nuevas, de Goiás, que estaban todo el día llorando. Pero les decían que tenían que hacer su trabajo y que conocían la dirección de su casa en Brasil". Asegura que el engaño era total: "Al final había que pagar a la gente de Moreno mucho más dinero del que nos habían dicho en Brasil y la deuda se acrecentaba todo el rato con multas". Otras mujeres coinciden en que podían tardar varios meses en zanjar la deuda y ver algo de dinero por estas sanciones -que les imponían por hablar por teléfono, por descansar o por coger un día libre-. "Lo curioso es que a veces hasta te acababan convenciendo de que te querían ayudar y que el cobro era justo".
A esta testigo protegida la iban cambiando de sitio: pasaba del Edén al Eclipse como si tal cosa. "A veces me llevaban al club de algún amigo; nos intercambiaban para que siempre hubiera caras nuevas. Tenía que beber alcohol con los clientes quisiera o no, y no parar en 12 horas". El lugarteniente de Moreno, conocido como Fino, usaba una placa y decía a las mujeres que era policía, según una de las declaraciones. Los agentes de la UCRIF que llevaron a cabo los registros encontraron una falsa placa policial.
Moreno, convertido durante la semana pasada en una auténtica estrella mediática por la inauguración del Paradise, uno de los burdeles más grandes de Europa, aseguró ayer a este diario que todo es falso. "No soy ningún delincuente y estoy muy seguro de lo que hago. Todas las chicas vienen por su cuenta. A alguna le he pagado el billete pero para hacerle un favor. Jamás me he lucrado ni les he cobrado un euro más de lo que costaba". La realidad de la devolución de las deudas adquiridas por las brasileñas era, según las testigos, algo más compleja que la sencilla transacción de la que él habla. Ante la pregunta de por qué cree que le están acusando, afirma que una chica ha declarado que lo había hecho para conseguir los papeles.
La explotación sexual, con o sin el consentimiento de la víctima, es un delito en España, recogido en el artículo 188 del Código Penal, que se refiere al que se lucre "explotando la prostitución de otra persona". El favorecimiento de la inmigración ilegal también lo es, y más grave si tiene como fin la explotación sexual. Aparte de los procedimientos penales por proxenetismo y trata, el pasado julio volvieron a detener a Moreno, esta vez por blanqueo de capitales. La policía pide siempre en estos casos el cierre de los locales mientras se sustancia el procedimiento penal. Los de Moreno, por el momento, están abiertos. Y ahora ya son tres.
El difícil cierre de los burdeles | ||||
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