José Cabañas,
"investigador aficionado", presenta su primer trabajo en el que
analiza la represión franquista en la comarca bañezana
PATRICIA
CAMPELO Madrid 05/11/2010
José Cabañas González (León,
1955) es un hombre inquieto y de verbo ágil que ha llevado a cabo un trabajo
propio de historiador profesional o, al menos, de alguien ducho en bucear entre
legajos por todo tipo de registros y archivos municipales y militares. Pero
Cabañas, que trabaja como funcionario en Ourense, es nieto y sobrino de dos
fusilados republicanos en la Guerra Civil y nada tiene que ver con el mundo
de la historiografía.
Su circunstancia familiar
es la que le ha conducido a elaborar 'La Bañeza 1936. La Vorágine de julio.
Golpe y represión en la comarca bañezana' (Lobo Sapiens), libro que recoge
las investigaciones que su autor realizó desde 2003 sobre víctimas de la Guerra
Civil y de la dictadura y cuya presentación tuvo lugar ayer en San Justo de la
Vega (León).
Dolor anónimo
"Mi madre, sin
quererlo, me transmitió ese dolor que tenía por quedarse huérfana a temprana
edad, ya que se llevaron a mi abuelo del pueblo junto con otros hombres y
nunca más volvió a saber nada de él", explica Cabañas sobre el leitmotiv
que le dirigió a llevar a cabo una investigación tan exhaustiva de la
represión franquista en la comarca de la Bañeza. "Se trata de un dolor que
no se entiende porque en casa nadie hablaba de estos familiares ni de lo
que había pasado", clarifica.
Un homenaje a víctimas del
franquismo, celebrado en Ourense en 1998, sacudió la conciencia del autor de La
Bañeza 1936, y fue en ese momento cuando comenzó a plantear en la revista de su pueblo,
Jiménez de Jamuz, la necesidad de rendir un tributo a los 17 civiles
jiminiegos desaparecidos en el otoño de 1936 (la mayoría pertenecientes a
las Juventudes Socialistas, a la Casa del Pueblo y a UGT). Entre ellos estaban
el abuelo de Cabañas, Domitilo González Lobato, concejal por Izquierda
Republicana, y su tío-abuelo, Francisco Bolaños Alonso, afiliado al
Partido Socialista y a UGT.
El homenaje incentivó a
este escritor novel para comenzar la investigación de sus familiares y, de esta
manera, emprender un camino de luces y sombras en el que el objetivo que le
motivó no se ha cumplido -nada se sabe aún de los 17 de Jiménez de
Jamuz, incluidos sus familiares- pero, hoy, muchas familias conocen detalles de
víctimas que consideraban desaparecidas gracias a la labor de Cabañas, que
rescató sus nombres de los registros y archivos en los que indagó.
Los testimonios orales son
una "pieza fundamental" en la búsqueda de pesquisas "que
te hagan dar con una fosa o con nombres de otros desaparecidos", señala el
autor sobre lo que es "uno de los pasos más difíciles".
"Los testimonios se
recogen de familiares cercanos y eso plantea un conflicto ya que hay que romper
cierta resistencia que tienen a hablar y reverdece el dolor",
confiesa Cabañas, a la vez que reconoce tener "un plus de facilidad"
a la hora de entablar conversación con los familiares de víctimas por su
condición de nieto de represaliados: "Se establece un lazo instantáneo de empatía",
puntualiza.
"Me dí cuenta de que
el problema estaba más extendido de lo que pensaba. En el verano de 2003
buscaba la fosa donde podrían estar los 17 de Jiménez de Jamuz por la zona del
monte de San Isidro", recuerda el autor para explicar cómo comenzaron los
primeros pasos de su investigación. "Visité registros civiles de los
ayuntamientos de la zona y descubrí datos de muchos otros desaparecidos
que figuraban como tales o como 'hombre aparecido muerto'", apunta.
"Nunca imaginé todo
lo que acabaría encontrando", lamenta el autor de La Vorágine de julio sobre
lo que es un problema social, "un problema de todos en el que te
vas implicando cuando ves que lo que le ocurrió a tu familia también le pasó a
muchos de tus vecinos, a gente de otros pueblos en otras comarcas y provincias
", añade.
Cabañas comenzó a
percatarse de la magnitud del mapa de fosas cuando Wenceslao Álvarez Oblanca,
historiador de referencia en la provincia de León junto con Secundino Serrano,
le ilustró la situación de una manera gráfica: "En León, sobre todo al
sur, debajo de cada arbusto hay una fosa".
"Durante todo el
proceso de búsqueda de mis familiares fui pasando de lo personal y familiar
a lo colectivo", narra Cabañas que, en el germen de su investigación,
se encontraba solo, "me sentía como un francotirador", subraya, ya
que hasta 2002 no se unió al movimiento de la Asociación para la Recuperación
de la Memoria Histórica. "Ese año vi un documental en Informe Semanal
sobre la fosa de Piedrafita de Babia y al día siguiente contacté con la ARMH
porque me dí cuenta que había otras personas que hacían lo mismo que yo llevaba
años haciendo, pero de manera organizada".
"Indagador"
todoterreno
José Cabañas González, que
se declara como un "modesto indagador aficionado", ha llevado a cabo
esta misión en su tiempo libre, sin ningún tipo de subvención ni de ayuda y
autoeditando su libro. "La única oportunidad que tenía", confiesa,
"ya que es muy difícil que las editoriales apuesten por alguien que no
es conocido y que nunca antes había publicado".
Pero el dinero no lo es
todo y en este caso "no es nada", apunta Cabañas, quien
encuentra la mayor satisfacción en la contribución que ha hecho a que otras
familias "logren saber, en muchos casos, la identidad de víctimas que
consideraban desaparecidas".
Cabañas
ya está preparando el segundo volumen de 'La Bañeza 1936. La Vorágine
de julio...', que estudia la vida de un militante destacado de la CNT preso
en el penal de Astorga.
Ningún comentario:
Publicar un comentario