Aniversario.
Manuel Azaña, el último jefe de Estado elegido democráticamente, murió en 1940
en Francia, acosado por los nazis, como el símbolo del dolor republicano. Los
partidos de izquierda renunciaron durante la Transición a recuperar la figura
del presidente de la República
DIEGO
BARCALA MADRID 31/10/2010
Goberno Provisional da II República (1931) |
España, la tierra de las
negligencias lamentables, ha sido también el pueblo de los aciertos
insuperables: supo elegir su presidente". El poeta Antonio Machado dejó
escrita en 1939 esta frase en el prólogo del libro de discursos de Manuel Azaña
Los españoles en guerra. Un año después, refugiado de la Gestapo, el
último jefe de Estado democráticamente elegido fallecía el 3 de noviembre en
Francia.
Su féretro cubierto por la
bandera de México la republicana fue prohibida por la Francia colaboracionista
con Hitler fue enterrado en el cementerio de Montauban donde ni una mísera
placa del Gobierno español reivindica su nombre. "Es lamentable y penoso
que no haya un simple busto en el Congreso que homenajee a uno de los
mejores oradores de esa cámara", reprocha el autor de Ciudadano
Azaña (Península), Miguel Ángel Villena.
La memoria que pervive
entre los españoles del fundador de Izquierda Republicana roza la diseñada por
los golpistas. "Se habla de su hipotético radicalismo anticlerical cuando
se trata de la persona más dialogante de la etapa republicana. Es el político
más racional del proyecto reformista que vivió España", señala el
presidente de la Asociación Manuel Azaña, Isabelo Herreros.
Si algo escuece a los
expertos en la figura del ex presidente de la República es la reinterpretación
que la derecha ha hecho de su obra para justificar el Golpe de Estado del 18 de
julio de 1936. Uno de los biógrafos de Azaña, el historiador Santos Juliá,
reivindicó en una artículo en El País el dolor de Azaña por las muertes
provocadas en agosto de 1936 por los milicianos en el asalto a la cárcel Modelo
para afirmar: "Las matanzas en el bando antifranquista durante la Guerra
Civil no fueron de los republicanos, sino de los partidarios de una
revolución social que, de haber triunfado, también hubiera supuesto el fin de
la República".
Revisionismo de Aznar
El colmo del revisionismo
republicano lo alcanzó el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, que
reivindicó su nombre en más de una ocasión para envolver al PP de un barniz
ideológico de derecha moderada liberal. "Es cierto que se ve desbordado
por los radicalismos y que le repugnan los ejercicios de violencia pero no
tiene ninguna duda moral del proyecto republicano y, aunque a veces piensa
en dimitir, siempre reivindicó que no se metiera en el mismo saco a verdugos y
víctimas", analiza Villena.
La memoria de Azaña y de
su partido, Izquierda Republicana, fue secuestrada en la Transición. Pese a que
su base militante fue arrasada en el franquismo gran parte de sus diputados,
alcaldes y concejales fueron fusilados, en 1977 habrían podido obtener
representación en el Parlamento. Sin embargo, los herederos de la dictadura
fascista junto con la izquierda del PCE y el PSOE prohibieron a los partidos
republicanos su legalización, por lo que no pudieron presentarse a las
elecciones generales que conformaron el Parlamento que diseñó la Constitución
de 1978.
"Es
muy triste que el Estado no lo reconozca, porque no se trata sólo de un
político excepcional, sino que fue un gran intelectual que llegó a ser Premio
Nacional de Literatura", explica Herrero. "Su valor reside en que
nunca aspiró al poder. De hecho, llegó a ministro en 1931 con 51 años. De ahí
procede su integridad moral. Muchas de sus reformas se han alcanzado en la
democracia formal actual, pero creo que falta mucho por recorrer en cuanto a
su proyecto de regeneración democrática", concluye Villena.
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