venres, 19 de novembro de 2010

Prohibido echar libros al retretre 


IGNACIO VIDAL-FOLCH 

EL PAÍS  -  Cultura - 13-11-2010
El gran periodista soviético Ilia Ehrenburg llegó a Moscú desde la Guerra Civil española donde estaba como corresponsal, y se asombró al encontrar en el ascensor de su casa un cartel que decía: "Prohibido echar libros al retrete. Los infractores serán descubiertos y castigados". Como aquellos forasteros que tanto irritaban a Pasternak, y años después a Joseph Brodski, aquellos forasteros que llegaban a la Rusia soviética y lo contemplaban todo con ojos maravillados y sin entender lo que estaba pasando, y a menudo sin quererlo entender, a Ehrenburg el cartel le chocó como una extravagancia y le costó comprender lo que significaba: que la posesión de ciertos libros era peligrosísima y había que desembarazarse de ellos por cualquier procedimiento, aunque fuera a costa de atascar las cañerías. Lo cuenta en sus memorias Gentes, años, vida (Planeta).
Borís Pasternak sobrevivió a aquellos años en que les tocó a los escritores e intelectuales el turno de ser aniquilados, y hasta le permitieron "vivir tranquilamente en su dacha", como reseña odiosamente Simone de Beauvoir, notoria turista del ideal. Pasternak sobrevivió, a diferencia de todos los demás, empezando por Maiakovski; continuando por su protector Bujarin, por Babel, Pilniak, su amiga Marina Tsetaieva a la que él personalmente había recomendado, en París, donde participó en el Congreso Antifascista en defensa de la Cultura de 1935, que se quedara en el exilio: "No regrese usted a Rusia; hace frío, hay corrientes constantes"; por Mandelstam... Mandelstam había recitado a Pasternak su famoso poema contra Stalin (...para él toda ejecución es una fiesta...) y la respuesta del escritor fue, aproximadamente: "Ni yo he oído estos versos ni usted debe recitárselos a nadie nunca más".

¿Por qué sobrevivió a las purgas, siendo notorio su desafecto por el régimen? Probablemente se libró gracias a su buena suerte, porque hacía ya mucho que se limitaba a traducir a poetas extranjeros, y porque en ciertos círculos oficiales tenía reputación de no estar totalmente en sus cabales, como él mismo llegó a comentar a Isaiah Berlin. En cualquier caso, en aquellos años nació la idea de El doctor Zhivago, el primer libro en contar desde dentro el desengaño de la Revolución, y cuya primera traducción directa del ruso al español llega ahora a las librerías en la edición fijada por el hijo del autor (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores).

Dos décadas después, cuando Pasternak se disponía a intentar su publicación escribió en la dedicatoria de sus Poesías a una amiga: "Hace veinte años, cuando comenzaron aquellos terribles juicios, algo se rompió en mi interior y, de estar unido a los acontecimientos de mi tiempo, pasé a la oposición". Dedicó diez años a escribir El doctor Zhivago ("algo nuevo, novedoso, luminoso, elegante, bien proporcionado, de una pureza y simplicidad clásicas, y este será mi legado al mundo", dijo a Berlin), y en 1956, muerto ya Stalin y creyendo poder beneficiarse del deshielo de Kruschev, envió copias del manuscrito a tres revistas de Moscú e informó de que una cuarta copia la había hecho llegar a un editor comunista italiano, Feltrinelli.

1956 fue el año del levantamiento y aplastamiento de Budapest. La novela de Pasternak, que circulaba en numerosas copias samizdat por la URSS, no se publicaría allí (hasta 1998) y el autor fue amenazado en vano para que retirase el permiso de publicación a Feltrinelli. Este sufrió tantas presiones y chantajes para que no publicase El doctor Zhivago que acabó saltando del PC italiano. Dos años después la academia sueca concedió a Pasternak el premio Nobel "por sus grandes logros en la poesía lírica contemporánea y por proseguir las nobles tradiciones de la gran prosa rusa", en alusión a la herencia tolstoiana. Pasternak envió a Estocolmo una nota de agradecimiento, pero al cabo de una semana fue convencido de rechazarlo. En todo el mundo, la novela obtuvo un éxito inmediato y clamoroso, y en la URSS se desató contra su autor una campaña de difamación: el mismo Kruschev, la Unión de Escritores y hasta tribus siberianas y asociaciones de ordeñadores de vacas que nunca habían oído el nombre de Pasternak descubrieron que aborrecían a aquel difamador del pueblo soviético. Se le retiraron los trabajos de traducción, se le confiscaron los royalties por las traducciones y de hecho se le redujo a la indigencia.

Olga Ivinskaia, su amante desde 1946, inspiradora del personaje de Lara y autora de Rehén de la eternidad (Grijalbo), la memoria de su vida con el poeta, ya en 1949 había sido torturada, interrogada por el mismo ministro de Seguridad del Estado, el brutal Víctor Abakúmov ("tu Borís nos detesta, ¿no?") y encarcelada durante cinco años para minar la combatividad del escritor. En 1960 la condenaron de nuevo al Gulag por "tráfico de divisas" (llevar a Borís el dinero de los editores extranjeros). Ese mismo año el autor de El doctor Zhivago falleció de una rápida enfermedad.

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