El centenario de la fundación de la CNT ha servido para reavivar hasta cierto punto el interés por el movimiento libertario español. En realidad, sería más preciso hablar de ciento cuarenta años de anarquismo, por aquello de que fue en el Congreso de Barcelona, en 1870, fundacional de la sección española de la Primera Internacional, cuando el bakuninismo se impuso al republicanismo en el incipiente movimiento obrero español. No en vano uno de los capítulos del libro que pronto comentaremos, el redactado por Clara E. Lida, se ocupa precisamente de ese tiempo histórico. Pero la ocasión es buena para un rescate del olvido una vez que se apagó el interés por el tema, muy vivo en los años finales del franquismo.
Sobre todo si la mirada se apoya en trabajos de calidad. Tal es el caso del libro coordinado por Julián Casanova que lleva el emblemático título de Tierra y libertad y arranca de un sugerente prólogo, por desgracia demasiado breve, donde el historiador aragonés nos recuerda que la excepcionalidad española en cuanto al protagonismo anarquista no tiene raíz alguna inexplicable, sino que se asienta en el enlace entre anarquismo y sindicalismo revolucionario constituido a partir de la primera década del siglo XX. La entrada en el fondo del problema corresponde a continuación a José Álvarez Junco, quien no se limita a sistematizar lo que ya ofreciera hacía tiempo en su libro clásico, sino que prolonga el análisis de la filosofía política del anarquismo hispano hasta la Guerra Civil, con una lúcida discusión acerca de los factores que configuran su especificidad. Lástima también aquí que el desarrollo histórico posterior a 1920 resulte muy breve y no profundice en el origen y en la significación de los debates doctrinales que fundamentan el paso a la CNT-FAI, aspecto cubierto sin embargo por la contribución de Carlos Gil Andrés sobre "la aurora proletaria". El capítulo de Núñez Florencio ofrece una buena síntesis sobre el tema del terrorismo en su primera etapa, lo mismo que Alicia Alted en torno a los años del exilio que siguen a la derrota de 1939, y por supuesto Casanova para el tiempo de República. En la misma línea, resumiendo su larga trayectoria de investigadora, Mary Nash nos habla del anarcofeminismo y José Luis Ledesma presenta las biografías de veinte figuras clave, tal vez con insuficiente atención a puntos oscuros. El ensayo más novedoso es tal vez el de Javier Navarro sobre la "revolución interior" que intentaron los anarquistas, dando vida a un mundo cultural propio. Supone la mejor introducción a lo que podía ser un nuevo interés por nuestra tradición libertaria. A ese objetivo apunta también el libro de Dolors Marín, Anarquistas, cuya amplia reseña publicamos con anterioridad.
Con un propósito bien diferente al de Tierra y libertad, el libro de Heleno Saña, La revolución libertaria, debiera llevar otro título: La revolución libertaria y su lucha contra el comunismo. Se trata de una obra de intención polémica, que contempla la evolución del anarquismo en la Guerra Civil desde el ángulo de su enfrentamiento permanente con un PCE al servicio del Kremlin. Revolución frente a contrarrevolución. Libertad frente a tiranía. El bien sofocado por el mal. El relato clásico sobre las realizaciones de los libertarios españoles y la perversa estrategia de los enfeudados a Moscú se inserta en una visión general de la historia de España: de un lado, la España liberal y tolerante, Fuenteovejuna, El alcalde de Zalamea, y Don Quijote, "donde el hidalgo se dirige a su escudero llamándole hermano Sancho"; de otro, "el espíritu de la Inquisición, del absolutismo estatal y del morbo autoritario", encarnado como era de esperar por el PCE. "Quien no reconozca estas coordenadas axiológicas -advierte Saña- no estará tampoco en condiciones de comprender la verdadera raíz de la revolución española de 1936". Añadiríamos que con solo este párrafo el lector sabe el tipo de libro que tiene ante sí.
El tiempo de las historias sagradas debería haber llegado a su fin.
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